Agentes forestales
No conozco en profundidad la problemática del Medio Ambiente en las comunidades autónomas, sí algo la lucha del colectivo de agentes forestales en sus diversas denominaciones y la respuesta de las administraciones públicas de las que dependen. Este colectivo cree y se forma continuamente en su trabajo. Tal vez en una sociedad en la que el individuo sea incluido como parte ínfima de la mercancía que produce, en la que el trabajo alienado sea todo lo que se conoce y sobre lo que se interactúa socialmente, no se pueda entender la relación que une al agente forestal con el objeto de su trabajo: la naturaleza, su protección. Tampoco que desde la tecnocracia que gestiona el Medio Ambiente como una probable fuente de negocio más se pueda comprender al menos superficialmente el grado de compromiso, incluso de militancia social y laboral, de los agentes forestales con la protección integral de la naturaleza.
En el caso más cercano que conozco, la región de Murcia, incluso la denominación de la Consejería que gestiona la protección del Medio Ambiente emana, en su organización, esa intención de interpretar la naturaleza y su conservación como una ventana de oportunidades económicas. Claro, que la Región de Murcia no deja de ser noticia por la ruina de la joya medioambiental que fue el Mar Menor, por la creación de miles de hectáreas de regadíos ilegales, por la ocupación de lechos fluviales y líneas de costa sin orden ni concierto alguno. Concebir la naturaleza como mercancía suele llevar a los desastres medioambientales y no creo, es una valoración personal, que políticamente se persigan los objetivos de la agenda política a los que se dice aspirar. En realidad vivimos en una política de ficción dónde nada es lo que parece.
Hace ya muchos años que el parlamento nacional debería haber aprobado una ley marco que regulara las funciones y atribuciones, entre otras cuestiones, de los agentes forestales. De cuando en cuando se hace un amago pero nunca llega a cuajar. También se podría decir lo mismo de las leyes autonómicas, la protección del Medio Ambiente es competencia de las CCAA. Tal vez regular mediante ley lo que atañe a este colectivo sea demasiado para ciertas opiniones que defienden que los delitos medioambientales no deberían existir y que el daño causado se debería sustanciar en demandas entre particulares. Mas o menos las mismas opiniones, y opinadores, que sostienen que el agua o el aire no son un bien público y común. Todas aquellas ideas que integran el subconsciente, y la consciencia más destructiva posible, de los partidarios de los mercados autorregulados.
Mientras el mundo parece cambiar en una dirección ciertamente indeseable y determinados políticos se rasgan las vestiduras porque dirigentes del mismo u otros países han decidido enterrar el lenguaje de la corrección política, no queda sino rendir homenaje al colectivo de agentes forestales en estos momentos tan trágicos, y recordar con profunda emoción a los Agents Rurals asesinados, a Xavier Ribas y a David Iglesias. Tal vez esta gente que vemos por los montes, en todoterrenos de muchos años de antigüedad, con medios precarios pero con una implicación absoluta con la naturaleza y con su profesión, sean los últimos que nos puedan hablar de un mundo que desaparece a pasos agigantados. Eliminada la economía campesina en los países occidentales y el campesinado como clase social explotada a lo largo de los milenios, erradicada su forma de relacionarse con el futuro, solo queda la depredación de la agricultura capitalista, que no deja a su paso rastro de vida o fertilidad en la tierra. No estaría de más la lectura de la trilogía “De sus fatigas” de Jhon Berger. Los agentes forestales podrían ser los últimos testigos de que el Medio Ambiente se protege actuando en clave de futuro como lo hacía ese campesinado narrado por el escritor inglés, no de pasado o de presente. Lo demás es muerte y olvido.