sábado. 20.04.2024

Sindicalismo economicista y sindicalismo de clase

Proponer como objetivo estelar de la acción sindical “enterrar la vieja empresa” suena a apostar entre uno y otro bando...

En nuestro país somos poco dados al debate. Pareciera que ante palabras como polémica o discusión, no entendiéramos que se trata de un intercambio de puntos de vista, razones, concepciones y no de un intercambio de puñetazos. Ello convierte a los espacios de conversación en meros exhibidores de monólogos. Yo soy de los que gustan de la conversación y veo que Quim González Muntadas también, lo que es positivo para ambos y espero que para los lectores de nuevatribuna.es.

González Muntadas formula algunas recriminaciones a mi interpretación de su artículo “Enterrar la vieja empresa y renovar el sindicalismo” en mi Destrucción creativa y sindicalismo amarillo”.

Comienza diciendo que mi referencia al empresario innovador de Schumpeter “digamos que es algo forzado”. Lamento estar en desacuerdo, porque releo su artículo y confirmo que dedica lo principal del mismo, siguiendo las enseñanzas del profesor Guillermo de la Dehesa, en una exaltación del papel de los “empresarios del siglo XXI” que necesariamente conduce al Profesor Joseph Schumpeter, con su teoría acerca del papel de dicho empresario en el ciclo económico.

Su segunda observación se refiere a mi impresión respecto a su concepción del papel de la empresa capitalista – divorciada entre empresas viejas e innovadoras – en la determinación de uno u otro tipo de respuesta sindical. González Muntadas me reprocha – con parte de razón – que nunca ha imaginado determinadas afirmaciones que yo habría puesto en boca suya. Creo que debo disculparme por el tono y una cierta exageración dialéctica en las conclusiones expresadas en mi texto.

Pero convendrá conmigo que, quizá, por la reducida extensión de su artículo un  lector inadvertido no estaría en condiciones de pensar que su propuesta sindical no quedara constreñida a un sindicalismo de empresa. Recojamos algunas citas:

Según qué tipo de empresa y de empresario se trate, la respuesta sindical, podemos suponer, es también distinta.”

... aquellos empresarios innovadores que colocan a las personas en el eje de su gestión, y se esfuerzan por tener una actitud más abierta y global, en el que sus valores comienzan a dar paso al compromiso y a la responsabilidad social. Este empresario reclama y merece todo el esfuerzo de innovación y renovación sindical porque es ahí donde está el progreso, en el encuentro de estas dos voluntades renovadoras, lo que nos debe permitir enterrar la vieja empresa.”

Es de agradecer que en su siguiente artículo rebase los límites del sindicalismo de empresa y reafirme su posición en pro “del sindicalismo confederal organizado en los centros de trabajo.”

Comparto las preguntas formuladas por González Muntadas, me parecen lo más enriquecedor del nuevo texto, aunque lamento no poder decir lo mismo de las respuestas. 

Proponer un sindicalismo no demasiado interesado en la dimensión política de su lucha y considerar que el Estado del Bienestar no es más que una construcción sujeta a la buena ventura de las empresas innovadoras y, por ende, un producto del capitalismo, nos dice de un sindicalismo economicista bastante alejado del sindicalismo de clase que ha liderado las luchas de los trabajadores asalariados durante un siglo y medio en todo el mundo.

Proponer como objetivo estelar de la acción sindical “enterrar la vieja empresa” suena a apostar entre uno y otro bando de esa no muy clara alineación entre empresas viejas y empresas innovadoras. ¿Por qué no extrapolar a países avanzados y países atrasados? ¿Dónde queda el papel de la solidaridad de los trabajadores? Me surgen algunos interrogantes; ¿Sigue siendo Nokia una empresa innovadora o la ponemos en el bando de las viejas? Porque en los tiempos de las grandes revoluciones tecnológicas del capitalismo las empresas envejecen a un ritmo de infarto. Y más, ¿debemos apoyar en su fulgurante carrera competitiva a Amazon frente a esas antiguallas de libreros, tiendas de discos y todo el que se ponga por delante en el comercio minorista? Quizá algún catedrático de ética pueda convencer al innovador Jeff Bezos de que humanice un poquito el trabajo de sus asalariados y deje de súper explotarlos como a verdaderos esclavos, porque a los sindicalistas de clase les está costando bastante.

Celebro que el compañero González Muntadas señale al Convenio General de Químicas como un hito en el sindicalismo español de los últimos cuarenta años. Da la casualidad que algo tuve que ver con aquel primer convenio que supuso la derogación de las anquilosadas Ordenanzas Laborales del franquismo y un nuevo sistema de clasificación profesional, la definición de ámbitos de movilidad funcional en las empresas y la negociación salarial sobre masas salariales homogeneizadas, entre otras innovaciones.

Sigo considerando que la lucha política por la construcción y desarrollo del Estado del Bienestar y la profundización de la democracia política, conjuntamente con la lucha de los trabajadores organizados por la democratización de las empresas y la distribución del excedente, deben seguir siendo la brújula del sindicalismo de clase. La derogación del capitalismo por decreto revolucionario no ha sido nunca tentación para el socialismo democrático, lo que no significa que se pierda de vista que el combate necesario y posible sigue siendo la transformación y superación del sistema capitalista, para lograr la humanización de la humanidad.

Por último una breve cita de Carlos Marx en su alocución los días 20/27 de Junio de 1865 en el Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores:

Las tradeuniones trabajan bien como centros de resistencia contra las usurpaciones del capital. Fracasan, en algunos casos, en usar poco inteligentemente su fuerza. Pero, en general, son deficientes por limitarse a una guerra de guerrillas contra los efectos del sistema existente, en vez de esforzarse, al mismo tiempo, por cambiarlo, en vez de emplear sus fuerzas organizadas como palanca para la emancipación final de la clase obrera; es decir, para la abolición definitiva del sistema del trabajo asalariado.”

Sindicalismo economicista y sindicalismo de clase