jueves. 28.03.2024

Hubo un tiempo en que fuimos felices

Se atribuye a Hegel la afirmación de que "un Partido existe desde el momento en que se divide en dos".

Se atribuye a Hegel la afirmación de que «un Partido existe desde el momento en que se divide en dos».

Desde la concepción dialéctica de su pensamiento y a partir de la idea, acunada en el siglo XVIII y madurada en el XIX, que asigna a las organizaciones políticas la representación de ideas e intereses existentes en el seno de la sociedad al tiempo que la función de competir por el Poder político, es lógico comprobar la necesidad de que se produzcan alineamientos y luchas por el poder dentro de las propias organizaciones.

La experiencia de dos siglos de democracia liberal puso de manifiesto que para impedir el rompimiento de las organizaciones políticas, era necesario establecer formas organizativas y funcionales que canalizaran el conflicto para transformarlo de amenaza a la integridad y pervivencia del Partido, en energía renovadora y fortalecedora.

En las movilizaciones del 15M se pusieron de manifiesto formas de participación asamblearias, muy caras al movimiento estudiantil, que hacían referencia a las propuestas rousseauneanas de democracia directa.

De aquella experiencia, numerosos grupos con los más variados intereses prácticos y diversas connotaciones ideológicas asumieron formas orgánicas que respondían, más o menos, a criterios de democracia directa. Y, como consecuencia obligada, concibieron que era llegado el tiempo de superar el «poco democrático» sistema representativo, imperante en el Sistema  y las organizaciones políticas y sociales connaturales al mismo.

No es el lugar para intentar describir el proceso de conformación de eso que se ha llamado, por los propios interesados, «Podemos y sus confluencias». Pero sí creo no apartarme de la realidad al considerar que dos principios fundacionales radicaron en «democracia directa» y «transversalidad». Entiendo que dicha transversalidad se concebía como expresión de la convivencia enriquecedora de disímiles corrientes de pensamiento y posiciones políticas que dirimían sus diferencias mediante los mecanismos directos de decisión.

Los alejamientos de ciertas confluencias, numerosos descuelgues, pasos al costado y dimisiones de representantes electos y cargos orgánicos, intervención de órganos regionales y la «desinscripción» de simpatizantes que conmueve al conjunto de Podemos y «sus» confluencias, da que pensar en que aquellos dos principios son los que constituyen el meollo del conflicto interno.

Es de agradecer que el Comandante haya aportado claridad al destituir al Secretario de Organización de Podemos:

«En un momento histórico crucial para el futuro de nuestro país, ponen de nuevo a prueba nuestra madurez y tratan de sembrar cizaña. Por eso es crucial que todos y todas estemos a la altura y no hagamos el juego a nuestros adversarios. Las dimisiones en Madrid se produjeron en el peor momento posible y han puesto en bandeja el relato que interesa a los defensores del statu quo. No debemos volver a cometer errores como este y deberán asumirse las responsabilidades."

«En Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos; pues eso nos convertiría en aquello que hemos combatido siempre: un partido más. Debemos seguir siendo una marea de voces plurales, donde se discute y debate de todo, pero sabiendo que la organización y sus órganos son instrumentos para cambiar las cosas, no campos de batalla.» (El subrayado es mío)

Quienes han tenido la suerte de leer a Laclau, probablemente eran optimistas porque tenían un proto-Líder e iban ganando adhesiones entre las masas. Al pareo Líder-Masas tradicional del genuino populismo latinoamericano, en España pensaban enriquecerlo con democracia directa, transversalidad y confluencia.

No contaban con la larga sombra de Stalin.

Hubo un tiempo en que fuimos felices