jueves. 25.04.2024

Como dos cabras (hispánicas)

Ya sabemos cosas más precisas sobre el proceso soberanista en Cataluña. Pero el asunto no se aclara, sino que se oscurece...

Bien, pues ya sabemos cosas más precisas sobre el proceso soberanista en Cataluña. Pero el asunto no se aclara, sino que se oscurece con esas concreciones.

Por boca de Artur Mas conocemos la pregunta -en realidad, dos-, que se formularía a los catalanes en un referéndum sobre la independencia, en caso de celebrarse: “¿Quiere que Cataluña sea un Estado? ¿Quiere que este sea independiente?”.

También nos ha dado a conocer la fecha del posible refrendo, el día 9 de noviembre de 2014, que parece escogida adrede para molestar, pues ese día es la fiesta oficial de la Comunidad de Madrid, la virgen de la Almudena. Lo cual no es un detalle que haya podido pasar por alto una persona católica y conocedora del santoral como Artur Mas, y que, desde luego, no dejarán pasar sin bronca las huestes madrileñas del Partido Popular. 

Y conocemos también la taxativa y rápida respuesta de Rajoy: “Garantizo que ese referéndum no se va a celebrar. Es inconstitucional”. Punto pelota.

Pues, sabidas las preguntas de uno y la respuesta del otro, no parece que quede mucho más que hablar.

En realidad, sobre un fondo de indignación popular que busca en Cataluña responsables a tantos desafueros habidos en España, el proceso está siendo un cúmulo de torpezas, surgidas, por un lado, de la prisa de Mas por escapar como sea de sus responsabilidades en la crisis económica y en los recortes posteriores, para endilgar al Gobierno de Rajoy y a España, como si fueran lo mismo, los nefastos efectos de su antisocial y poco honesta gestión (CiU no es un partido ajeno a la corrupción). Y en este deseo de escapar, la salida soberanista aparece como el ungüento mágico que todo lo cura: si España es culpable, nos vamos y en paz (pero no con paz).

Por otro lado, está la prisa de ERC, que espera obtener una buena cosecha de votos de la situación y presiona a CiU para que impulse el proceso soberanista hacia una salida que tiene mucho de anticolonial, como si buscase el choque frontal con el gobierno de la metrópoli. De ahí viene el amontonamiento de agravios, ciertos o imaginarios, la retórica victimista, la manipulación de la historia y la continua elevación de la tensión con desplantes y gestos, que a veces son infantiles.  

Es difícil saber qué ideas hay en la cabeza de los ideólogos de este proceso, pero conviene recordarles que todos los conflictos y, desde luego, las peleas, acaban en una negociación, pero es mejor negociar antes que empezar a darse bastonazos. Y si miran con atención lo que está ocurriendo en Escocia, verán que el proceso marcha por otros derroteros por la capacidad de negociar que han mostrado los independentistas escoceses, quienes han arrastrado al diálogo al gobierno de Cameron, que, desde luego, poco tiene que ver con el del Partido Popular, siendo ambos conservadores. 

La solución menos mala, incluso para los independentistas, está en negociar, negociar y volver a negociar, antes, durante y después de celebrado el hipotético refrendo. ¿O es que alguien se imagina que se puede proponer la escisión de un país, convocar a sus habitantes a un refrendo y, que, una vez ganado para la causa independentista, se puede colmar la escisión sin hablar hasta el agotamiento y sin negociar?

Acumulando agravios contra España, no contra el Partido Popular sino contra España, y con escasa propensión a negociar, Mas y los que le siguen, sean o no independentistas, se enajenan apoyos que podrían ser fundamentales para  su causa, porque no toda España es anticatalana, como ellos creen y hacen creer a sus seguidores.

Una de sus principales preocupaciones debería ser buscar apoyos entre los ciudadanos que no viven en Cataluña, dotar de razones a los habitantes del país “opresor” para conseguir su simpatía o, al menos, para no fomentar su oposición. Pero parece que pretenden precisamente lo contrario, provocar la animadversión hacia Cataluña, y no sólo hacia los soberanistas, con lo cual proporcionan apoyos a su adversario, el denostado “gobierno de Madrid”, cuando no atraviesa por uno de sus mejores momentos. La táctica es, cómo poco, miope.

En realidad, estamos asistiendo al enfrentamiento de dos versiones del proverbial genio hispánico de sostenella y no enmendalla, de la misma intransigencia española y de la (mala) manera de querer hacer las cosas a la brava, mientras una dice: quiero esto y lo quiero ahora, la otra responde: pues no lo tendrás, ni ahora ni nunca.

Mas parece haber perdido el “seny” catalán y Rajoy su parsimonia de gallego; ambos dirigentes, poseídos por la profunda convicción de hallarse en posesión de la verdad, firmeza que han recibido de la misma fe católica, han perdido la cabeza y actúan con la testuz, y como dos cabras hispánicas están dispuestos a darse topetazos hasta que uno de ellos desista.

Y, en este país tan proclive a utilizar la cabeza para embestir -Machado, ¡vuelve!- y a darse cabezazos, ambos están poniendo las condiciones para que el día 9 de noviembre del año 2014, sea, en nuestro calendario maya, el día del gran testarazo.

Como dos cabras (hispánicas)