Locuras y corduras
Si al descarado materialismo/utilitarismo de una sociedad le añadimos el puritanismo incontrolado, el resultado vital puede ser deplorable y empobrecedor. Cuando el pensamiento crítico se inviste de disidencia y de benefactor de la humanidad en nombre del progreso moral para al final terminar de catálogo autoritario y de dogma encorsetado e histérico, supremacista, el siguiente paso es la caverna del troglodita, que es todavía más oscura que la caverna de Platón. El silogismo escolástico exprés y visceral -amén de cortedad antropológica- revela inmadurez intelectual y una gran incapacidad para entender y digerir el carácter contradictorio de la vida humana. Todos somos hijos de un contexto sociocultural y con sus tensiones y distensiones se van fraguando nuestras conductas.
Hay locuras salubres y cultas, productivas, como la de Hölderlin o Nietzsche -la locura del intelecto y de lo sensitivo-. Que parten de nuestra escisión intrínseca, como la de que en veinticuatro horas se pasa del día a la noche y viceversa. Las de saberse contradictorios y fragmentarios. Las de reconocerse exhalados y lanzados al oficio de vivir con los pertrechos que te dan las épocas y las circunstancias personales. Son las locuras de la cordura. Porque la etimología de cordura -del latín cor-cordis- viene a significar lo que tiene corazón. Lo que se dilata y se contrae en afortunada y equilabrada contradicción para mantenerte vivo. El buen juicio y la sensatez del corazón que es la locura que se infarta o te infartan como le ocurrió a don Quijote cuando el mundo real le impuso sus valores y sus reglas. No considerarte hijo de tu tiempo y lugar también lleva a una razonable locura y además con la mentalidad actual te lo pueden diagnosticar de trastorno esquizoide.
Y existen locuras destructivas, agresivas y aniquilantes por dentro y por fuera, muchas veces inoculadas por laboratorios ideológicos y asistidas por la absolutez rígida de una verdad. Son la cordura de las locuras. Que redimen a base de abominaciones y que son una clara venganza contra el complejo oficio de vivir, que pretenden simplificarlo o reducirlo a esquemas fijos y maniqueos, como una secta cátara actualizada: lo puro por lo puro. Locuras igualmente contradictorias, porque presumen de pacifismo y filantropía pero no dudan en utilizar medios intimidatorios y violentos. Porque promulgan la libertad y la igualdad, pero lo que hacen es incitar al odio y en su paroxismo pueden conducir al exterminio como demuestra la ciencia de la Historia.
Contradecirse es atributo categórico humano. Somos duales por naturaleza y por antonomasia. Lo otro es Un mundo féliz, la falsa moralidad y la hipocresía. Por otra parte, una ficción distópica cada vez más apreciable y palpable entre nosotros.
Podemos hacer tabula rasa de todo, pero más temprano que tarde tendremos que fabricarnos otra tabla en que apoyarnos como animales escindidos y simbólicos que somos. Y si queremos, la podemos hacer más pulida y bruñida, pero surgiran nuevos detractores y otros tribunales inquisitoriales que la quieran ultrajar o condenar. Y cuando los salvadores del alma humana descubran nuevamente el fuego del Paleolítico, habrá que recordarles que eso sirve para incendiar un bosque y también para calentarse y no pasar frío. Y si nos lo proponemos para iluminar la oscuridad. Maldita contradicción: herida luminosa, luz herida.