jueves. 28.03.2024

La educación es un poema

A ratios enseño. A ratios me desespero. A ratios una ministra. A ratios un consejero. A ratios unos. A ratios otros. A ratios discursos grandilocuentes: la Educación, el futuro; el blablablá campanudo que produce melancolía. Los obreros de la educación tienen una superabundancia de patronos, líderes, representantes y una administración  membruda y enrevesada: autoridades políticas desesperadas por los resultados académicos y obsesionadas con la politización espuria de las lenguas.

Los legisladores-hadas en el mundo de las ideas de Platón. La charlatanería teórica con influjo y mando. Las verbalizaciones laberínticas de los pedagogos. Los sindicalistas comprometidísimos con sus horas liberadas. El Servicio de Inspección, los directores generales, los CEP, el delegado de, el subdelegado de de, el ayudante del subdelegado de de. Dinero. Dinero. Dinero de los contribuyentes. Arremánguense y vénganse al aula a "enseñar a aprender" y a enseñar al que no sabe. Inviertan humanamente los recursos. Dejen la covachuela, y vénganse. El aula, a ratios, necesita su ayuda. Sobra resultadismo. Sobra la Disneylandia de las Tics. Faltan personas en el aula y sobran personajes en los despachos. Arremánguense, sabios patronos, y vénganse al aula.

La progresía educativa ya no cita a Fernando de los Ríos. Han convertido el menester de los estudios en un kafkiano engranaje-hojarasca burocrático y tecnocrático, con el correspondiente remedio o consuelo de las cifras, y los expertos han psicoanalizado al alumnado en términos ecuménicos de limosna cognitiva, condescendencia y debilidad mental. Alejados de todo principio de realidad.

A ratios imparto cultura en clase, es decir, un conjunto de conocimientos que permite desarrollar a una persona su juicio crítico. Así que no les extrañe que algún día mis alumnos, por los que ustedes velan con denuedo, también griten: arremánguense, sabios líderes de la educación, y vénganse al santuario del aula a enseñar de una vez por todas al que no sabe. Las escuelas hay que llenarlas de obreros de la cultura que posibiliten, a ratios, la delicia del saber.

Quería componer un poema, una oda exaltadora a tan magno tema. Pero lo que me sale es una poda (palabra más certera que recorte). Pretendía trovar como un trovero docente ante tanto trolero improcedente que sabe una barbaridad de educadores y educandos residentes en los power point. La sociedad del espectáculo y la magnificencia ha conseguido otro logro: la escuela.

El medio es el mensaje de Mcluhan se ha adueñado también de la enseñanza: ordenadores, pizarras digitales, ultraportátiles. El USB conectado con imagen HDMI y la lectura simultánea en la wiki con wifi, claro, del documento Google y el oportuno tratamiento en PDF con su poquito de webquest con un editor HTML tienen que ponerte por delante escaneado "El libro de los gorriones" que se le perdió a Bécquer. Y a partir de ahí construimos fácilmente el conocimiento.

Hay gente ilustre que se ha creído el dogma del establishment de que la sociedad de la información y la sociedad del conocimiento coinciden y tienen su cruce de caminos en los centros de enseñanza. Encrucijada fatídica y oscura. La quiebra del intelecto. La caída del humanismo. El tolón, tolón de las nuevas tecnologías, esa mitología, esa tiranía desapercibida que ha salido reforzada y vanagloriada a causa del coronavirus. En las leyes universales de la Historia hay que leer entre líneas que el estrago puede significar el auge, o sea, el negocio. Los enfermos y los muertos sólo sirven para hacer estadísticas, ese abuso de la democracia, según Borges.

La información es pública, común, abierta y muy veloz, por tanto, poco reflexiva. El conocimiento es una elección selecta, pese a ser público y gratuito. No vendamos tan barata la cultura. Cuesta mucho forjarla y adquirirla (tiempo, trabajo, dinero, esfuerzo). Nuestra cultura sembrada pacientemente con horas de estudio y sacrificio; nuestros conocimientos cultivados a sangre y fuego para el brote de abstracciones beneficiosas como los derechos y los deberes no pueden contribuir a la fabricación en las escuelas de obreros no cualificados para los amos de las cadenas de montaje. Todos sabemos que estamos gestando en masa analfabetos funcionales con internet, perdidos y desorientados, que son idóneos para nuestras reformas laborales.

Conviertan la cultura en la reina del baile educativo. Planifiquen y aminoren con medidas políticas de peso la ignorancia supina y el abandono escolar. De nada sirve la redacción perfecta de las constituciones liberales, los principios democráticos y el libro gordo de las reivindicaciones si unos cuantos iluminados se han empeñado con el experimento de arrebatarle a la muerte su habilidad igualitarista y su poder igualatorio para entregárselos a la gente joven, con tan mala suerte que el igualitarismo socialdemócrata se olvidó de la prestancia y agolpó al personal en las colas del paro, ni siquiera ha sabido agolparlos para la exigente cadena de montaje. Den la merecida oportunidad a los que no rehuyeron el compromiso de enseñar en el aula de formar a una sociedad que cree a pie juntillas en la igualdad civil y en el derecho, que es un deber, de la excelencia. Dejen de requetelegislar las más altas minucias con la vista puesta en el resultadismo y las pretensiones partidistas y consideren los considerandos de los obreros de la cultura.

La educación es un poema