jueves. 28.03.2024

¿Quién hay detrás?

Podemos ha sido capaz de atraer el voto desencantado con el bipartidismo, el voto afectado por la crisis y el voto desafecto al sistema político.

Muchos de los que asistimos, ilusionados, al despertar del 15M, demandábamos la articulación de aquel movimiento en un sujeto político, en un partido, que se presentara a las elecciones o, al menos, que dialogara con partidos ya creados para que asumieran la mayor parte de sus propuestas. Después de tres años de aparente inacción en ese sentido, surgió a principios de 2014 el movimiento Podemos que, inmediatamente, se constituyó en partido político, cosechando un resultado exitoso e inesperado en las elecciones al Parlamento Europeo de ese mismo año. A partir de ahí, se sucedieron en la vida política una serie de movimientos que, casualmente o no, llevaron a diversos partidos e instituciones a renovarse, introduciendo nuevos líderes y nuevas maneras de relacionarse con los ciudadanos, de acuerdo a las nuevas demandas que éstos iban expresando, día tras día, en redes sociales y medios de comunicación. De alguna manera, el fenómeno Podemos surtió efecto, pues su resultado en las elecciones europeas y su proyección de voto, encuesta tras encuesta, hacían vislumbrar la llegada de un nuevo partido que podría romper el bipartidismo institucional, con todo lo que eso conllevaba.

La cuestión es que, durante un año más o menos, Podemos ha sido capaz de atraer el voto desencantado con el bipartidismo, el voto afectado por la crisis y el voto desafecto al sistema político que, tradicionalmente, se refugiaba en la abstención. No era extraño que la mayoría de los que se declaraban votantes o futuros votantes de Podemos se alinearan en torno al centro-izquierda en las preferencias ideológicas. Lo más llamativo era, sin embargo, que Podemos recibía también un apoyo entusiasta de cierto número de votantes de centro-derecha, seguramente conocedores de que sólo minando la representación de PP y PSOE en las instituciones se podría regenerar algo nuestra democracia y, a falta de algo mejor, se mostraban en las encuestas dispuestos a votar a Podemos. Este nuevo partido se alimentaba, mayoritariamente, de antiguos votantes de PSOE e IU y de abstencionistas de izquierda hartos de uno y otro partido en los años de la crisis. Lo extraño, lo paradójico, era que Podemos se alimentara también de un cierto número de votantes desencantados con el PP, y creo que este dato comenzó a chirriar en las mentes de algunos protagonistas de la vida política y económica.

Surgen, así, después de varios rechazos anteriores de Rosa Díez, las primeras conversaciones entre UPyD y Ciudadanos para tantear una posible alianza política de cara a las convocatorias electorales de 2015. ¿Quién promovió esa idea? ¿UPyD, Ciudadanos, ciertos empresarios y periodistas? Parece que Ciudadanos ya había decidido su expansión territorial fuera de Cataluña antes de iniciar las conversaciones con UPyD, pues a ese escenario llegó con algunas fusiones de pequeños partidos centristas y liberales en algunos territorios, lo que Rosa Díez les reprochó después. La alianza, en principio, interesaba a ambos: a UPyD porque veía, junto a IU, que Podemos les desplazaba; a Ciudadanos, porque la implantación de UPyD fuera de Cataluña les beneficiaba. Sin embargo, Rosa Díez y Albert Rivera no llegaron a un acuerdo, siendo este último quien mejor rentabilizó las desavenencias entre ambos porque, a partir de la ruptura de las negociaciones, la presencia mediática de Albert Rivera fue imparable, especialmente en las televisiones generalistas.

Muchos se preguntan qué o quién hay detrás de Ciudadanos para que, en apenas cuatro meses desde su anuncio de expansión territorial, haya logrado una expectativa de voto tan disparada en las encuestas como la que, más o menos, tuvo Podemos el año pasado. La diferencia, creo yo, es que Podemos creció abruptamente en las encuestas después de las elecciones europeas de mayo de 2014, mientras que Ciudadanos ha crecido justo después de anunciar su expansión territorial, pues en las europeas obtuvo un discreto resultado con dos eurodiputados electos frente a los seis de IU, cinco de Podemos o cuatro de UPyD.

Lo que se demuestra, una vez más, creo yo, es que sólo lo que consigue proyección televisiva vende electoralmente en este país, como le ocurrió a Pablo Iglesias con La Sexta y, antes, a Rosa Díez con Telemadrid. La pregunta que podemos hacernos es ¿quién ha decidido –y por qué- proyectar en ciertas cadenas televisivas a nuevos partidos y líderes cuando, antes, no habían prestado casi ninguna atención a líderes y partidos minoritarios como IU o UPyD? ¿Es mérito de esos nuevos partidos y líderes, que han sabido capitalizar el descontento y desafecto de la mayoría social, o es mérito de las cadenas televisivas que han dado espacio a esas nuevas voces políticas? ¿Es el auge en las redes sociales de estos nuevos partidos lo que despierta el interés de los grandes medios o es la frustración con PSOE y PP -y la desconfianza con IU o UPyD- lo que despierta la inquietud de ciertos medios y periodistas por opciones políticas nuevas que seduzcan a la ciudadanía? ¿Había entre los indignados del 15M influyentes directivos y empresarios de medios de comunicación?

¿Quién hay detrás?