viernes. 29.03.2024

Sigue girando

hora

Hoy todo pasa con una precipitación de asuntos pendientes y compromisos ineludibles, de compras y cierta culpabilidad por los excesos cometidos

A partir de cierta edad, las estaciones y las festividades asociadas a cada una de ellas parecen fundirse en una perpetua celebración de cualquier cosa celebrable. Uno ha dejado de fumar, pero va quemando días como cigarrillos. Con una sola aspiración, un año entero entra en mis pulmones como si nada, dejándome apenas un leve picor de garganta, ni siquiera un carraspeo.

Cuando llega septiembre, en los primeros días frescos que anuncian el final del verano, uno intuye ya el frío de diciembre y, al primer parpadeo de noviembre, empieza a ver luces y motivos navideños que lo incitan a darle duro a la tarjeta, porque de eso se trata. Por el medio, como aspiraciones nerviosas de ese cigarrillo, los santos de toda la vida pasan fugaces convertidos en merchandising de serie de televisión norteamericana, que, sin dar tanto miedo como en las Leyendas de Bécquer, dejan mucho más dinero; y hay incluso viernes negros en los que millones de personas que no tenían la menor intención de comprar nada se lanzan como espermatozoides sobre el gran óvulo del consumo, sin miramientos, a codazo limpio, perdiendo algunos la cola y otras partes de su ser en un sinfín de plazos que los mantendrán firme y obedientemente atados a la rueda del mercado.

Pero en fin, no se vayan a creer, no soy Ebenezer Scrooge. Me gustan estas fechas que ya se nos echan encima. Para mí tienen un fondo (¿quizá tramposo?) evocador de aquella infancia gigante de horas como montañas, de días en los que cabía todo el tiempo mundo. Aquella infancia donde una agónica travesía separaba Nochebuena de Nochevieja, y Reyes no parecía ir a llegar nunca. Hoy, sin embargo, todo pasa con una precipitación de asuntos pendientes y compromisos ineludibles, de compras y cierta culpabilidad por los excesos cometidos.

Todo pasa y regresa de nuevo en una rueda muy conocida y que cada año gira a mayor velocidad. Y no obstante, siempre parece que las cosas puedan cambiar, que aún nos quede tiempo por delante para llevar a buen término propósitos aplazados, incluso para empezar de nuevo y tomar, esta vez sí, el camino correcto en cada encrucijada. Me gusta eso, porque, a pesar de tantos fracasos o desilusiones, a pesar de la mala prensa que siempre hemos tenido los soñadores, en ocasiones, hay deseos o proyectos que uno puede llegar a ver cumplidos, victorias que compensan el tiempo escapado. ¡Y a seguir girando!

Sigue girando