jueves. 28.03.2024

Purgas

harvey

Hollywood es puro espectáculo; dentro y fuera de la pantalla. El delirante exceso en el que viven instalados sus privilegiados ministros a menudo les lleva a protagonizar situaciones inconcebibles para el resto de los terrícolas. En realidad, sus vidas suelen ser mucho más fantásticas para nosotros que las ficciones que representan en sus películas. Habitan una burbuja que los aísla y protege de la mediocridad y el prosaísmo circundante, es decir, de nosotros, pero que al mismo tiempo los mantiene a la vista, presentes en nuestras vidas miserables a través de revistas, periódicos y telediarios que nos informan convenientemente de sus interesantísimas intrigas económicas y sexuales. Lo cierto es que les hacemos falta. Sin el reflejo patético de nuestra vulgar existencia, la suya no tendría la menor relevancia.

No obstante, son humanos. Y tienen demasiado tiempo libre, tanto dinero que han perdido la medida real de su valor y un ego alimentado por la demencial idolatría de esa masa informe de adictos a las celebridades que lo mismo se desvanecen de orgásmico placer ante su presencia, que les votan para presidentes del gobierno, eso cuando no les da por descuartizarlos y meterlos en un frigorífico.

El caso es que, en su realidad paralela, estos seres casi divinos, ostentan un poder mediático incontestable, la capacidad de crear desde modas hasta religiones y, cómo no, en la línea de toda gran deidad, purgas purificadores que, periódicamente, sirvan de ejemplificadora limpieza moral a su modo de vida, siempre en función de las últimas tendencias incorporadas a su sistema de valores. Ahora le ha tocado a Woody Allen. Si bien es cierto que el director fue acusado reiteradas veces por su exmujer, Mia Farrow, y también por su hija adoptiva, Dylan Farrow, de haber abusado de esta cuando tenía siete años, también lo es que fue juzgado por ello y declarado inocente de tales acusaciones. Pero eso no tiene la menor importancia cuando se trata de purgarse. Y en eso estamos, Hollywood en plena esencia. Después de que un intrépido periodista del Washington Post dedujese hace unos meses que Allen está obsesionado con las adolescentes, por haber leído en sus guiones y archivos privados cosas como: “Una rubia llamativa y sexi de 16 años en un flamante vestido rojo largo escotado con una amplia apertura en un lado”( ¡qué pensaría este hombre del Dúo Dinámico!), ahora es a Natalie Portman a quien le da por gritar “¡Yo sí te creo, Dylan!”. Y no se hable más. Se abrió la veda.  

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