viernes. 19.04.2024

París-Austerlitz

París-Austerlitz carga sobre sus páginas con casi veinte años de escritura, y por lo tanto de dudas, miedos, tanteos y aproximaciones.

París-Austerlitz2Qué dura y qué hermosa la última novela de Rafael Chirbes, París-Austerlitz (Anagrama, 2016). Un libro que empezó a escribir en 1996 y entregó a la editorial pocos meses antes de su muerte, el 15 de agosto de 2015. Una prosa desnuda, descarnada, una historia de amor sin la menor concesión a la (auto)complacencia sentimental. Excelente el estilo sobrio, característico de toda su obra, pero que aquí nos deja el sabor, casi nostálgico, de aquel meticuloso ejercicio de contención de sus primeras novelas, Mimoun, En la lucha final, La buena letra, Los disparos del cazador... Leerla, además, sabiendo que es su última novela, que no habrá más, convierte sus palabras en una suerte de emocionante despedida.

Chirbes es uno de mis escritores favoritos, sus novelas forman parte de mi propia historia vital. Su manera de escribir y de entender la literatura ha sido una guía para mí. Es una de esas figuras, tan importantes, de las que uno se apropia en su aprendizaje. La luz de sus libros, esa que alumbra en los pliegues, detrás o debajo, más allá de las apariencias y de los brillos satinados de lo convencional, moldeó en cierto modo, o al menos eso me gusta pensar, mis gustos literarios y, por qué no, mi forma de mirar la realidad. Para mí Chirbes forma parte de un grupo muy especial de escritores españoles, junto a Martín Gaite, Muñoz Molina, Llamazares, Millás, Atxaga… con los que llené mi cabeza de literatura en la universidad y que constituyen el círculo más íntimo y familiar de mis afectos literarios. Crecí con sus novelas, me han acompañado siempre y a pesar de todo lo leído después, tantos otros escritores que han dejado también su huella en mí, otras novelas que me han fascinado y subyugado con idéntica o incluso mayor intensidad que las suyas, mi fidelidad hacia ellos ha seguido intacta.

París-Austerlitz carga sobre sus páginas con casi veinte años de escritura, y por lo tanto de dudas, miedos, tanteos y aproximaciones. Todo ello está ahí y es hermoso advertirlo. Un Chirbes más al desnudo que nunca, rebosante de ese pesimismo lúcido, de esa mirada que busca en las sombras, en las dobleces, de esa voz suya:

“Volver atrás, a la estación de partida. Que el movimiento de las agujas situadas a la salida del andén cambie la dirección del convoy y el tren recorra otros lugares, alcance otro final de trayecto. Los ojos se me llenan de lágrimas al pensar en esas palabras: final de trayecto”.

París-Austerlitz