jueves. 25.04.2024

Pacto entre derrotados

Hace ya cuatro años que murió Ernesto Sabato (1911-2011), uno de los más lúcidos intelectuales del siglo.

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Me quedo con un último consejo del gran Sabato, un “pacto entre derrotados”: “La vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla...  No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado que su fin es promover el bien común”

Hace ya cuatro años que murió Ernesto Sabato (1911-2011), uno de los más lúcidos intelectuales del siglo XX, no solo por su capacidad de análisis de la sociedad y de los diferentes períodos históricos de los que fue testigo en su larga vida, también por su compromiso con la defensa de los valores democráticos y los derechos humanos y, por supuesto, por su talento narrativo. Su prosa es cercana, luminosa y, no obstante, sembrada de angustiosas y turbias metáforas conspirativas, afectada de una crónica y sagaz  desesperanza; nutrida de un localismo meticuloso y, a la vez, portadora de una universalidad incontestable, formal y transgresora, realista y simbólica… una escritura, por lo tanto, tan bella y contradictoria como la misma vida que trata de reflejar.

Una de sus últimas obras, Antes del fin (Seix Barral, 1999), un libro de memorias liviano, en lo anecdótico, y, sin embargo, de una extraordinaria profundidad y sinceridad moral (“Un testamento espiritual”, como lo anunciaba su editorial), creo que resume ejemplarmente su pensamiento, su forma de mirar y entender el mundo y al ser humano. En esta época de decadencia, uno relee a Sabato en busca de una señal, ¿una esperanza? Al menos algunas palabras sabias, certeras reflexiones que nos orienten o, sencillamente, nos acompañen durante la travesía. Una de las primeras consideraciones que nos vuelven a la cabeza, porque estaba allí, aunque a menudo el presente cambiante y voraz nos lleve a olvidarla, a soslayarla, tan ocupados como estamos en nuestras propias miserias, es que esta crisis que vivimos nosotros ahora no es algo nuevo, que cada generación ha sufrido su propia crisis y que, quizá, se trate de un estado inherente a la historia de la humanidad. Que este desplome, esta estafa económica que nos acucia hoy, es la consecuencia de una gran crisis moral, la que ha convertido al ser humano en un peón del progreso y del crecimiento a cualquier precio. “La caída del hombre en una realidad donde la burocracia y el poder han tomado el espacio de la metafísica y de los Dioses… Tantos valores liquidados por el dinero y ahora el mundo, que a todo se entregó para crecer económicamente, no puede albergar a la humanidad”.

Me quedo con un último consejo del gran Sabato, un “pacto entre derrotados”: “La vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla...  No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado que su fin es promover el bien común”.

Pacto entre derrotados