jueves. 28.03.2024

El ocio, el verano, la vida

Escribe Fernando Savater un maravilloso artículo en El País (En defensa de la vida ociosa) a propósito de las vacaciones, la ética del trabajo y la mala prensa que en la actualidad tiene eso que hemos dado en llamar tiempo libre, el ocio, digamos, en estado puro, al margen del negocio de tantas actividades programadas con el único objetivo de llenar ese tiempo a cualquier precio. Y es que el desprestigio del ocio por el ocio es tal, que en vacaciones, muchas veces, llegamos a estar más atareados que en la rutina diaria de nuestras jornadas laborales.

En esta época triste de escasez no solo de puestos de trabajo, sino de empleos capaces de proporcionar por igual sustento y dignidad para unos trabajadores que apenas consiguen llegar a fin de mes, puede que haya a quien le parezca frívolo invocar el espíritu de El derecho a la pereza, de Paul Lafargue… y, no obstante, me parece a mí todo lo contrario, es decir, de lo más oportuno. Pues, como bien explica Savater, estar ocioso no significa permanecer en estado de “inacción letárgica”. Pensar y leer, por ejemplo, son dos actividades de lo más nutritivas para nuestras mentes y exigen gran cantidad de ese tiempo libre tan escaso y tan mal visto. Y a poco que reflexionásemos sobre ello bien podríamos especular sobre los oscuros intereses que oculta este desprestigio, esta febril idolatría al trabajo como finalidad exclusiva de nuestras fugaces vidas. Porque pensar es filosofar; leer es aprender, disfrutar (otra experiencia sospechosa si no viene provista de algún tipo de transacción económica previa, un ocio que obligatoriamente ha de significar diversión y compra-venta, “cuanto más inculta es la gente, más dinero necesita para rellenar el tiempo libre”, afirma nuestro filósofo); y ambas (filosofía y lectura), como bien sabemos, se encuentran en plena crisis, una crisis humanística que, quizá avergonzados, llevamos demasiado tiempo ocultándonos a nosotros mismos con la excusa de la economía, nuestra razón de ser, por fin el único y verdadero sentido de la vida.

Cada vez se hace más necesario ralentizar nuestras vidas, pararnos a echar un vistazo al paisaje, a rumiar tranquilamente la hierba del tiempo que el azar nos ha concedido; recuperar cierta perspectiva. “Hay personas que trabajan mucho porque realmente no tienen nada que hacer: el trabajo les da la excusa perfecta para perder el tiempo y asegurar muy dignos que no cuentan ni con un momento libre para leer, jugar con sus hijos…”, escribe Savater. A estas alturas, ya deberíamos saber que el trabajo no nos hace libres… Disfruten del verano.

El ocio, el verano, la vida