jueves. 25.04.2024

Nuevas librerías, otros bares

Me parece admirable que en medio de todo este desastre florezcan proyectos como Intempestivos y Berbiriana.

library-bar

Hace unos días leí un artículo de Julio Llamazares en el que lamentaba la progresiva desaparición de las librerías de toda la vida (sí, las que tienen altas estanterías llenas de libros que uno puede coger y sopesar e incluso olisquear con fruición o disimulo, en las que todavía es posible intercambiar algunas palabras con los libreros, compartir pequeños descubrimientos o grandes pasiones… o, simplemente, saludarse con educada timidez). Se quejaba Llamazares de la deshumanización de una forma de vida cada vez más pendiente de lo virtual que de lo real, en Intemprestivosdestacada1donde los libros pierden su papel y su volumen y desaparecen los intermediarios (humanos), vestigios de una época en plena obsolescencia. Terminaba su certero artículo distanciándose del moderno fervor por las redes sociales, aduciendo algo que tan a menudo dejo caer yo también aquí o allá para quien quiera escucharme: que soy más de bares, y de librerías.

Y por eso, y sin querer parecer ingenuo, porque la realidad de nuestro país es de absoluta precariedad en casi todo y muy especialmente en lo relacionado con los libros y sus exiguos lectores, me gustaría señalar y destacar aquí dos valientes iniciativas que he conocido personalmente, dos nuevas librerías que han abierto sus puertas en el último año, dos negocios, o pasiones, a contracorriente de la economía y del sentir cultural dominante. Una está en Segovia, frente al acueducto, y se llama Intempestivos; la otra en A Coruña, en la Ciudad Vieja (junto a Puerta Real) y se trata de Berbiriana, libros e grolos. Son tiempos duros para montar cualquier Berbiriana02negocio, cuanto más uno que, como apuntaba Llamazares, se encuentra en serio peligro de extinción.

Ambas librerías comparten, además del buen gusto estético y literario, el hecho de haber integrado en sus locales un espacio de bar o café, con lo que uno puede pasar una tarde estupenda hojeando algunos libros mientras se bebe unas cervezas o viceversa, y salir de allí doblemente feliz y quizá con un ejemplar de la gran Carson McCullers, o del no menos extraordinario Stefan Zweig (por nombrar a dos escritores que creo que gustan mucho en una y otra librería), bajo el brazo.

Me parece admirable que en medio de todo este desastre, entre las ruinas, florezcan proyectos como Intempestivos y Berbiriana. Ojalá les vaya muy bien y acaben surgiendo muchos otros. Tal vez así, tengamos alguna esperanza.

Nuevas librerías, otros bares