jueves. 25.04.2024

¿Nueva política? Viejas banderas

La impresión que nos ha dejado la campaña de las recientes elecciones catalanas es que esta nueva política de la que tanto presumen todos se parece bastante a la vieja.

Durante los últimos meses, en realidad desde la irrupción de Podemos en las elecciones europeas de 2014 y, las cosas como son, gracias a esta, la de las diferentes mareas y plataformas populares en las municipales y autonómicas de 2015, no hemos dejado de escuchar ese estribillo, ya un poco empalagoso y cansino, que atribuye a quien lo entona (y está en boca de todos) la virtud de una nueva forma de hacer política en este país. Podemos parece tener los derechos de autor (al menos fueron ellos los que popularizaron el tema, aunque, todo hay que decirlo, el UPyD de Rosa Díez lo había canturreado antes, sin demasiado éxito), pero hoy en día las copias, piratas o no, de esta canción nos las venden como churros en todas las esquinas y mercadillos de la política española.

Sin embargo, la impresión que nos ha dejado la campaña de las recientes elecciones catalanas es que esta nueva política de la que tanto presumen todos se parece bastante a la vieja. Y yo diría que no tanto a la de estos últimos años de corrupción galopante en los que nuestros políticos, ocupados como estaban en despilfarrar el dinero público y alentar lucrativos burbujeos, renegaban de patrias e ideologías en favor de un europeísmo que nos proveía de fondos y ayudas para todo tipo de proyectos, sino que habría que remontarse más atrás, allá donde empieza a oler a naftalina, a polvo viejo y, por qué no decirlo, un poco a podrido…

Precisamente, quienes se desviven a diario por calificar de populista la versión original (15-M y Podemos) del estribillo de la nueva política, son quienes durante las últimas semanas nos han apabullado con el más rancio de todos los populismos, el de las banderas y el sentimiento nacional. La gente, los ciudadanos, sus problemas para llegar a fin de mes, sus contratos basura, la humillación de sus trabajos mal pagados, el paro, los desahucios, los suicidios, la corrupción, la evasión de impuestos, la Sanidad y la Educación amenazadas por el mercado insaciable, el proyecto europeo, la cooperación y la solidaridad internacional… nada de eso tiene cabida en esta revieja política de patrias, cánticos y trapos de colores.

El sentimiento nacional me parece una creencia muy respetable. No obstante, igual que la religión, creo que debería pertenecer al ámbito privado, al margen de nuestra condición de ciudadanos, que bastante tenemos con lo nuestro. 

¿Nueva política? Viejas banderas