martes. 16.04.2024

Los listos son ellos

Los más listos son ellos, los trileros de las finanzas, los que salen a flote y caen de pie, a menudo encima del cuello de alguien.

Llevamos demasiados años instalados en esta crisis, tantos que puede empezar a parecernos que las cosas siempre fueron así, que no hubo un antes, y nada nos alienta a pensar que vaya a haber un después. La confusión es grande, porque desde el primer momento los responsables de este timo cortaron la luz y despidieron a los taquígrafos. El rescate bancario fue algo surrealista, un truco de trilero que nos colaron antes de que hubiéramos tenido tiempo de asimilar lo que estaba pasando. Quienes se habían pasado décadas corriéndose una suerte de juerga neoliberal, enganchados al éxtasis desregulador y clamando contra eso que denominaban “paternalismo estatal”, vieron cómo sus desmanes y su incompetencia eran corregidos o maquillados, cubiertos o encubiertos, por ese Estado del que antes nada querían saber, que siempre habían aborrecido y considerado un obstáculo para su mafioso enriquecimiento y su delirante fe en el mercado como sentido único de la vida. De pronto, todos teníamos que arrimar el hombro, hacer “ajustes”, “recortes”, “sacrificios”, para tratar de paliar (entre todos) el desastre al que nos habían abocado unos cuantos. Asimismo, y por eso de abonar el enredo y la desinformación, los gobiernos de los países afectados por esta estafa estimaron de lo más conveniente (algunos fueron obligados a ello) ponerse en manos de los mismos incompetentes y timadores que habían hecho saltar por los aires el equilibrio económico mundial (eso sí, después de poner a buen recaudo sus fortunas en paraísos fiscales), y adoptar las medidas “necesarias” que estos diseñaron con el objetivo de regresar cuanto antes al mismo punto donde nos encontrábamos antes de la crisis. Y vuelta a empezar, más de lo mismo para todos.

¿En qué otra profesión alguien que haya actuado con tanta necedad y hubiese provocado tanto daño mantendría intacto su prestigio? ¿Qué le ocurriría a un arquitecto que para su propio enriquecimiento o por sus deficientes conocimientos técnicos construyese un edificio endeble que enseguida se viniese abajo acabando con la vida de sus inquilinos? ¿A un médico que actuase con negligencia y provocase una pandemia (recuerdan cómo fueron tratados los profesionales sanitarios afectados por los casos de ébola en Madrid, a pesar de su excelente trabajo, de su valentía)? ¿A un policía que se dedicase a perseguir y disparar a víctimas inocentes en lugar de a malhechores? ¿A ese bombero que se niega a echar la puerta abajo de una vivienda donde ha de llevarse a cabo un desahucio?

Importantes ejecutivos de empresas como Lehman Brothers, y otras tantas, no han tenido, sin embargo, grandes contratiempos. A pesar de todo el daño provocado, de tanto sufrimiento y tanta muerte como se ha cobrado esta crisis, a estas personas todavía se les trata de “expertos” y, en realidad, son ellos quienes marcan las directrices de las políticas económicas y sociales de Europa.

Por eso produce tanta tristeza escuchar comentarios despreciativos sobre Grecia y su gobierno, sus pensionistas, sus prejubilaciones o su estilo de vida. Aquí también se culpó a los funcionarios, a los profesores, a los mismísimos parados… Todos culpables, porque resulta que los más listos son ellos, los trileros de las finanzas internacionales, los que siempre salen a flote y caen de pie, a menudo encima del cuello de alguien, de todos nosotros.

Los listos son ellos