sábado. 20.04.2024

La lección de literatura

Paseo estos días por la ciudad, de pronto luminosa, agarrado a La lección de anatomía (Anagrama, 2014), de Marta Sanz, y a través de los recuerdos que la narradora (la propia escritora) va diseccionando de su biografía y exponiendo a mis codiciosos ojos de lector, tengo la impresión de que, de alguna manera, soy yo quien recupero y destripo y analizo mi propia vida, quien me expongo, desnudo, a una meticulosa autopsia vital a manos del perspicaz y literario bisturí de Sanz.

La memoria de las ciudades que ella habitó se convierte en la de las ciudades que fueron y son importantes para mí, la semblanza de sus antiguas compañeras de clase, de sus experiencias en el viejo mundo del colegio, sus relaciones, sus miedos, sus traiciones y sus afanes me devuelven directamente a mi infancia en una suerte de visita guiada que, hasta ahora, no había tenido el valor de realizar por mí mismo. Y es que a veces necesitas a alguien que te empuje, que te incite o te acompañe a según qué viajes.

Voy con el libro a todas partes, me hace compañía mientras hago cola para entrar a un concierto, mientras espero a alguien o hago tiempo en una cafetería. Siento su peso en el bolsillo de la chaqueta mientras camino y observo con ojos ahora más escrutadores, más entrenados, las calles de esta ciudad en la que crecí y en cuya transformación se encuentran también las señales de mi propio cambio, de todo lo que se fue quedando atrás y de lo que todavía permanece como puntadas que hilvanan mi vida a través del tiempo.

La buena literatura tiene estas cosas, la escritura más intimista derrocha universalidad. Las palabras desbordan el contexto narrativo y crean toda clase de mundos paralelos.

El acierto fundamental de Marta Sanz en este libro es su generosidad, que sumada a su extraordinario talento, a su agudeza e inteligencia como narradora, y a un sutil manejo de la ironía, hacen de La lección de anatomía una lección magistral de literatura. Sanz no duda en exponerse a sus propias manipulaciones. Su escritura es un bisturí con el que rasga su propia piel y abre su carne para mostrarnos lo que hay en su interior. Y hay mucho que aprender, al fin y al cabo, todos tenemos los mismos órganos ahí adentro.

Paseo por la ciudad de la mano de mi libro de Marta Sanz y esta luz renacida de junio me parece alumbrar, tan literariamente, impresiones y recuerdos que llevaban largo tiempo ocultos bajo la piel gris del invierno.

La lección de literatura