sábado. 20.04.2024

El espectáculo de la derecha

La insistencia neurótica de Rajoy en llamar “radicales” a los concejales de Ahora Madrid dejan patente la falta de espíritu deportivo.

El desembarco de las mareas ciudadanas en los ayuntamientos ha generado gran expectación. Es lógico, porque han sido décadas de separación de papeles y poderes mal entendida: los políticos y la política por un lado, y los ciudadanos y la vida real por otro. Esto benefició mucho a una reducida élite de este país y, durante un tiempo, llegó a suscitar en buena parte de la población la idea de acercarse a esa élite o, al menos, de vivir un sucedáneo de enriquecimiento y lujo (puro kitsch), que algún corrupto con sentido del humor (negro, por cierto) acabó sintetizando en la famosa (y tramposa) sentencia: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.

Hay puestas muchas esperanzas en las heterogéneas agrupaciones que han venido a relevar a los políticos uniformados, a intentar devolver a la política su lustre antiguo de servicio público, su dignidad. No obstante, no puede confundirse la expectación con el acoso, con el inaudito hostigamiento al que están siendo sometidas las nuevas corporaciones municipales por parte, precisamente, de quienes llevan décadas pasándose por el forro de sus trajes la ética, la estética y la economía de pueblos, ciudades y comunidades autónomas. Supongo que es difícil aceptar la derrota, abandonar el poder que creían en propiedad por derecho divino o genético, pero el espectáculo que está ofreciendo esta derecha, herida en las urnas, es decir, por causas naturales, resulta bochornoso. La insistencia neurótica de Rajoy en llamar “radicales” a los concejales de Ahora Madrid con esa elocuencia simple y bravucona, esencia del más rancio populismo (del que, paradójicamente, acusa con desmedido énfasis a todos los demás), las imágenes bananeras de esos contenedores de basura repletos de documentos triturados a las puertas de los ayuntamientos que el PP debía abandonar y el repentino interés de la fiscalía en imputar a Guillermo Zapata, por cuatro chistes, y a Rita Maestre, por una protesta estudiantil pacífica (ambos hechos de 2011), dejan patente una alarmante falta de espíritu deportivo y, sobre todo, de salud democrática entre los miembros del partido del gobierno. Han sido tantos años de mentiras, de manipulación, de corrupción, de desapego hacia los problemas sociales, de ataques a la cultura, a la libertad de expresión, a la educación y a la sanidad públicas… que cuesta creer que todavía tengan crédito entre sus votantes.

El espectáculo de la derecha