viernes. 29.03.2024

El vacío de todas las cosas

manuel vilas

La prosa de Manuel Vilas se nutre de la ingravidez de la poesía. Su escritura posee el ritmo de un salvaje riff de guitarra eléctrica. España es su tema. España como la gran metáfora de nuestras vidas, de la historia, del universo, de la existencia y de la nada. Llevo mucho tiempo recomendando a Vilas a todo el mundo. ¿Has leído a Vilas?, le preguntaba a mi madre. Tienes que leerlo, le decía a mi hijo de doce años. ¡Leed a Vilas!, gritaba yo por la calle, blandiendo uno de sus poemarios contra el viento, persiguiendo a las gaviotas como el Joe Gould de Joseph Mitchell. Digamos que me puse estupendo con Vilas. Muy pesado, opinaban mis más cercanos amigos, también mi madre y mi hijo, claro. ¿Acaso me estaba volviendo loco? ¿Nadie más que yo veía la grandeza de sus poemas, su elemental verdad? “El vacío general de todas las cosas./La ingravidez de la democracia, la ingravidez/de los parlamentos europeos,/el laico vacío de los edificios públicos”.

No obstante, la literatura, como la vida, es muy injusta y muy cruel con demasiada gente, pensaba yo, y ese, tal vez, fuera a ser el caso de Vilas y, por añadidura, el mío. Escritor y lector incomprendidos, expulsados del paraíso nacional del éxito y de la admiración compartida, unidos, sin embargo, en el fracaso de las altas aspiraciones literarias y críticas… Pero, como bien sabe Vilas, España tiene estas cosas y, pese a que a veces pueda hundirte y echarte todo el peso triste de su historia encima, otras, es también muy capaz de armarse de lucidez e iluminar allí donde a otros les cuesta posar la mirada.

En los últimos años, la carrera literaria de Manuel Vilas se ha acelerado y su nombre ha ido adquiriendo el reconocimiento que se merecía. Su última obra, Ordesa (Alfaguara, 2018), es una confirmación. Cuatro ediciones en muy pocas semanas y un gran ejército de lectores fascinados por esta historia ingrávida y salvaje, violenta y tierna, amable y desasosegante, cautivadora. Con sus recuerdos e impresiones Vilas nos lleva al centro de su pulsión poética y literaria: el asombro permanente ante la vida. La conciencia de la pérdida, a pesar del vértigo que nos provoca, se convierte en Ordesa en un elogio a los grandes momentos de la vida. No dejen de leerla, pero tengan cuidado con Vilas, golpea sin guantes. 

El vacío de todas las cosas