sábado. 20.04.2024

Calor, navidad, Truman y Gran Vilas

Diciembre declina ya hacia los días de excesos publicitarios de la navidad y por la calle veo a gente en mangas de camisa.

Diciembre declina ya hacia los días de excesos publicitarios de la navidad y por la calle veo a gente en mangas de camisa. Yo también he tenido que quitarme el abrigo, cargar con él incómodamente colgado del brazo. Veinte grados, pero es que yo en invierno no salgo de casa sin mi abrigo.

Dentro de poco, las estaciones estarán más relacionadas con la publicidad que con la meteorología. Habrá que ver mucha televisión para saber por dónde andamos, no vayamos a estar, por ejemplo, a finales del otoño y nosotros venga a comprarnos chanclas y bermudas (¡hasta la estabilidad del mercado global depende de nuestra orientación estacional!). Así que ahora lo que toca, a pesar de la veraniega temperatura, son gorros y gruesos jerséis de lana, y, por supuesto, todo el circuito de lugares comunes de estas fechas. Las cenas de empresa, las familiares, las compras a plazos, lo regalos por decreto (pero de corazón, oye) y si aún se tiene edad, disfrazarse como esa gente que sale por la tele o vemos en las revistas y acudir a alguna típica y abarrotada fiesta de fin de año por un sablazo módico… ¡Pero ya basta Ebenezer Scrooge! En estas fechas también hay costumbres muy agradables, como la de aprovechar para ir al cine o dedicarle más tiempo del habitual a la lectura.

Quien no haya tenido la oportunidad, todavía está a tiempo de ir a ver la entrañable Truman, de Cesc Gay, todo un recital de buen cine, de sabiduría, de sentido (práctico) del humor (en la línea habitual de este gran director. Vean, si pueden, En la ciudad y Ficción).

Y si les gusta viajar, cambiar de aires, salir de la rutina de estas fechas, yo les recomiendo que visiten “Ciudad Vilas”, en realidad, Gran Vilas, de Manuel Vilas (Visor, 2012). Podrán encontrar “Mujeres verdaderamente libres en Ciudad Vilas… Hombres que lloran porque aún quieren amar más en Ciudad Vilas”, un libro de poemas del que no logro despegarme estos días.

Los poemas de Manuel Vilas son puro rock; desgarrado, progresivo, duro, sinfónico, acústico, punk rock… Pura energía vital, un torbellino de emociones muy personales de las que uno enseguida se apropia para tomarle el pulso a la vida y recuperar el aliento, a pesar de todo.

Ya estoy deseando leer El hundimiento (Visor, 2015), su último libro de poesía que, junto con Amor, poesía reunida (Visor, 2010), me he pedido para reyes.

¡Navidad en “Ciudad Vilas”! Gran Vilas, muy grande.

Calor, navidad, Truman y Gran Vilas