viernes. 29.03.2024

Bromas fúnebres

Resulta que estos días se está celebrando un juicio contra dos humoristas por bromear en un programa de televisión sobre la cruz monumental del Valle de los Caídos. ¿Tendría alguna importancia que yo refiriese aquí la broma o el chiste que ha movilizado a la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, a la Audiencia Provincial y, en un sentido más amplio, a esa lenta maquinaria de la Justicia, siempre carente de los medios suficientes, siempre desbordada, al límite siempre del desequilibrio de la balanza, de la holgura y el desajuste de esa incómoda venda sobre los ojos? Supongo que no, porque ya he indicado antes que se trata de un programa de humor (lo que nos ubica en un escenario muy concreto) y de un chiste, que, más o menos acertado, más o menos gracioso, sarcástico, grosero o incluso escatológico, no deja de ser eso, una deformación, una burla, y claro que puede entrañar una crítica o cierto desprecio a lo que hace referencia, por supuesto. Estoy convencido de que una broma o un chiste puede sentar muy mal a quien la sufre. Dos humoristas tan españoles como Arévalo y Bertín Osborne se han pasado y ganado la vida contando chistes de mariquitas, como dicen ellos, de gangosos, de enanos… hiriendo, seguramente, los sentimientos de muchísima gente y la inteligencia de casi todos. No obstante, me parecería ridículo que a alguien se le ocurriese demandarlos. Hay tantas cosas que hieren los sentimientos de uno… y nada tan fácil como apagar la televisión o no acudir a ese espectáculo que tanto nos desagrada. Los juicios absurdos contra el humor en Twitter han hecho mucho daño. La hipocresía que encierra el abuso de lo que se ha dado en llamar “corrección política” es de una simplicidad terrorífica. Supongo que todos estos demandantes crónicos en defensa de cierto honor o pensamiento colectivo apenas leen libros, ya que, en caso contrario, no darían abasto con sus denuncias a la irreverencia de muchos escritores. El problema es que leer poco (o nada) puede ser también una de las múltiples causas de este repunte del escrúpulo y la mojigatería. De todas formas, no es de extrañar que en un país donde la herencia sentimental y fúnebre del dictador continúa exhibiéndose con tanta pompa y monumentalidad, se produzcan todo tipo de controversias al respecto, porque, por un lado, está el mausoleo del tirano y, por otro, las cunetas de sus víctimas.

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