sábado. 20.04.2024

Y el presidente cortó la cinta

Rajoy va a salto de mata, con su atril y sus banderas a cuestas, en un peregrinaje por las españas abriendo caudales y pateando asfaltos brillantes y sin coches.

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Rajoy en la inauguración de un tramo de Autovía. (Foto: La Moncloa)

Cortar la cinta, darle al botón, girar la llave, descubrir la placa… Un gesto breve, casi sin esfuerzo, pero de resultado inmediato y definitivo por el que los políticos consiguen que aparezcan, se diría que de la nada, trenes, pantanos, autovías y otras infraestructuras.

Unas obras que, mira tú qué cosa más maravillosa y conveniente, parecen durar exactamente cuatro años, los que van de la celebración de la victoria electoral a la convocatoria de la siguiente cita con las urnas.

Vamos, que ahora toca inaugurar. Y hasta con cierta prisa, ya que la Ley Electoral impide que la imagen de los hacedores de puentes y carreteras estrenando juguete rellenen portadas de periódicos y titulares de informativos una vez han sido convocados formalmente los comicios. De ahí que Rajoy, por ejemplo, vaya a salto de mata, con su atril y sus banderas a cuestas, en un peregrinaje por las españas abriendo caudales y pateando asfaltos brillantes y sin coches.

La pasión por estrenar no es cosa suya en exclusiva. Afecta a todo político en ejercicio. Ha de tenerse en cuenta el que aquí se ha llegado a inaugurar una rotonda de no más de diez metros de radio (en la granadina villa de Alhendín) con la presencia de 14 cargos públicos, 14, de muy distintas y afamadas ganaderías, en lo que si no se ha registrado como récord Guinness, pues debería.

Pero la rotonda, como el grupo escultórico o la fuente, se queda tras el breve festejo ahí quieta, modesta, puede que hasta solitaria y medio abandonada, con sus petunias y begonias languideciendo y marchitándose, huérfanas de políticos.

Es de más lucimiento el AVE o el Metro, que permiten la novedosa modalidad de la inauguración por fases o tramos. De modo que, además de convertir en realidad el generalizado sueño infantil de ponerse una gorra y hacer como que se conduce la máquina, el político de turno puede al mismo tiempo desplazarse y cortar cintas. Y con renovados entusiasmos populares y mediáticos en cada ciudad, estación o parada del recorrido.

Todo esta bien si bien acaba, es la consigna. Indiferentes a que les hayamos maldecido por otras decisiones o que sus megaproyectos de dudosa rentabilidad en términos económicos y sociales se hayan comido nuestros impuestos. Será que los especialistas en marketing electoral llevan razón, que estamos dispuestos a olvidar agravios y penurias a cambio de unos buenos fuegos artificiales que nos dejen con la boca abierta… y la papeleta en la mano.

Y el presidente cortó la cinta