viernes. 19.04.2024

¿Y qué pasa si abrimos las fronteras?

La apertura de las fronteras supondría un incremento de la población europea por debajo del 10% y una dinamización económica que doblaría el PIB mundial.

Tras las vacaciones, los expertos recomiendan reincorporarse a la actividad laboral de forma pausada y progresiva. Los ministros de Interior y Justicia de la Unión Europea siguen el consejo al pie de la letra, que por eso tienen asesores, y han fijado para dentro de dos semanas una reunión “urgente” sobre la crisis de los refugiados. Keep calm and have a meeting.

Mientras llega la cita, se ignora qué sugieren a los miles de personas que aguardan turno para cruzar el Mediterráneo o hacen la colada en las fuentes públicas de Belgrado, en tránsito hacia territorio Schengen. Pero no hay que meter prisa a los ministros, no sea que con la presión y el estrés postvacacional acaben tomando decisiones precipitadas o absurdas. Hay precedentes.

No se adivinan, en cualquier caso, grandes cambios en la política actual: olvidar el papel jugado por Occidente en los países de origen de los refugiados ( Afganistán, Irak, Siria, Libia…) y esquivar imperativos humanitarios, éticos e incluso legales. Es más cómodo señalar con el dedo a las mafias que trafican con seres humanos, confundiendo deliberadamente causa y consecuencia.

Tampoco hay visos de que una posible ampliación del sistema de cuotas de acogida sea realmente significativa. En España, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría ya se ha escudado para la negativa en el incremento de solicitudes de asilo, que suman un total de - ojo al dato - apenas 3.800 de las 400.000 recibidas en Europa en los primeros seis meses del año.

Así que propuestas más audaces, como la apertura de fronteras, ni se plantean, claro. Sin embargo, informes de la propia UE, la OCDE, think tanks, economistas y otros especialistas derrumban muchos mitos basados en suposiciones sin contrastar o simples lugares comunes.

El sociólogo Javier Hernando (@jhernandodef) ha resumido algunas de las tesis a favor de otra política, como que la vigilancia de fronteras triplica el coste de las partidas destinadas a asistencia o que los inmigrantes que llegan en pateras y cayucos es, en contraste con el despliegue mediático y policial, un ínfimo porcentaje del total.

Señala también la existencia de precedentes de eliminación de controles, como la ampliación de la Unión Europea, y recoge estadísticas que reflejan el positivo impacto de la llegada de inmigrantes en indicadores tales como crecimiento económico, fiscalidad, salarios, empleo, pensiones, equilibrio demográfico y deuda. Según estudios del Center for Global Development, la apertura de las fronteras del planeta supondría un incremento de la población europea por debajo del 10% y una dinamización económica que doblaría el PIB mundial.

Con tales argumentos, más la planificación de ritmos y tiempos, quién sabe si la prohibición del libre tránsito será considerada en el futuro una extravagancia irracional y bárbara, al mismo nivel que la esclavitud o el sufragio censitario. ¿Acaso no quedamos en que somos “ciudadanos del mundo”?

¿Y qué pasa si abrimos las fronteras?