jueves. 28.03.2024

A dos velas

velasEncontrar una moneda al salir del portal es una casualidad. Como lo es encontrar otra en algún punto del camino de vuelta a casa. Encontrarse fajos de billetes a cada paso y a lo largo del recorrido de un furgón de transporte de caudales, pues va a ser que no. Tendríamos que hablar de causalidad, de que algo ha ocurrido de tal modo que desencadena una sucesión de hechos a los que la simple lógica podrá, probablemente, seguir la pista y poner en orden.

Como en un telefilm de detectives, esa pista lleva al asesino o, con otro símil más castizo, por el humo se sabe dónde está el fuego. Hablando de fuegos. Una anciana ha resultado muerta como consecuencia (causalidad) de un incendio desatado en su vivienda de Reus, Tarragona. Bomberos, policía y peritos de seguros coincidirán en señalar que la culpa la tuvo un descuido que acabó poniendo en contacto a una vela encendida con el material del que están hechos los colchones para el sueño. Pero no es por casualidad que esta mujer de 81 años utilizara una vela para iluminar su cuarto.

Lo hacía porque una compañía, que no se nombra en algunos diarios globales de la mañana pero que ya todos sabemos que es Gas Natural, le cortó la luz por impago. Y la compañía esa de la que usted me habla lo hizo, al margen de valoraciones sobre el tamaño y ubicación de algo parecido a un corazón en el seno de una multinacional, porque vivimos en un país en el que no hay leyes que protejan contra la pobreza energética. Y no hay leyes que impidan el corte de servicios básicos, esos de los que puede depender hasta la propia vida, porque quienes deberían redactarlas no lo consideran de un interés tan general como el fútbol, un suponer.

O peor, desdeñan por supuestamente marginal esa necesidad, como si garantizar el acceso a la luz eléctrica o al agua corriente fueran demandas de extravagantes iluminados o de minorías sedientas de movilización y conflicto. Como si asegurar el acceso a calefacción, refrigeración, cocina, iluminación o agua caliente sanitaria no estuviera recogido por las directivas europeas. Situaciones como la de la anciana fallecida afectan hoy al once por ciento de los hogares; cientos de miles de familias que no pueden permitirse encender la calefacción en invierno. Hablamos de cinco millones de personas que, no por casualidad, sino por causas muy reales y a la vista de todos, viven al límite de lo soportable. A veces, literalmente, a dos velas.

A dos velas