miércoles. 24.04.2024

Píldoras para sobrevivir a Matrix

Andan los politólogos enfrascados en complejos análisis sobre las causas de la apatía social que nos rodea, intentando descubrir cómo es posible este clima de calma chicha mientras en el CIS se disparan los problemas y las alarmas. Que si la tediosa repetición de elecciones, que si la resignación ante la globalización, que si el calor…. Y resulta que igual la respuesta está a la vuelta de la esquina. Concretamente, en la farmacia. Porque no es fácil mantener la tensión, estar al tanto de lo que ocurre y, llegado el caso, movilizarse y repetir la Toma de la Bastilla cuando somos más de tomar la pastilla, de pasar el suplicio de lo cotidiano a base de química.

En los Juegos Olímpicos del consumo de pirulas 2016 nos colgamos el medallero al completo, para envidia de los rusos y escándalo del comité antidoping. Encabezamos la clasificación de adictos al Orfidal y al Trankimazín, a gran distancia de americanos, ingleses y alemanes. Y manejamos con la destreza de un prestidigitador el diazepán y el Lexatín.

Nos valen para todo. Para estar despiertos y atacar el día, para calmarnos al ver el extracto del banco, para superar la depresión hipotecaria, para el dolor que se instala en cabeza y espalda, para combatir la angustia del paro, para conciliar un sueño sin pesadillas.Y sin receta. Basta cualquier síntoma para soltar eso de “pues a mi me funciona” y rebuscar en el botiquín, como los licenciados en la Universidad de la vida que somos.

No es nueva la práctica. Cambias Ibuprofeno por Optalidón y, plop, te conviertes en tus abuelos, aquellos que con cualquier excusa te servían un chupito de Quina Santa Catalina, que “es medicina y es golosina”. En los Estados Unidos, a la chavalería le vendían Obecalp, una gragea con gusto a lo que los científicos -sorprendentemente- entienden por sabor a fresa. El invento, a base de azúcar y colorante, no era más que un placebo escrito al revés, como ya habrás descubierto, a utilizar siempre que “un niño necesita algo más que un beso para encontrarse mejor”. Creando la clientela del futuro, vamos.

Sea por puro vicio, que lo dudo, sea porque el estrés de la vida no hay quien lo soporte sin ayuda, el caso es que los habitantes de este rincón de Matrix lo tenemos claro. Puestos en la tesitura de elegir entre la píldora roja y la píldora azul, sin duda le arrebataríamos al capitán Morfeo las dos a la vez. Por si acaso, que algo harán. Y con un tinto de verano para pasar el trago.

Píldoras para sobrevivir a Matrix