viernes. 19.04.2024

Misterios del interior

El badulaque es el nombre del local de Cedeira donde se ha visto en sobremesa a gobierno central, autonómico, constructoras y medios de comunicación.

Además del súper de barrio que regenta Apu en Los Simpson, el badulaque es un plato de casquería y el nombre del local de Cedeira donde se ha visto en sobremesa a gobierno central, autonómico, constructoras y medios de comunicación. Es decir, Rajoy, Núñez Feijóo, Pérez y Rubido hablando de sus cosas. En última acepción, badulaque se aplica también a las personas informales o poco juiciosas, quedando todo dicho en cuanto al término se refiere.

Más difícil en su definición es el gusto, extremo y obsesivo, por los encuentros furtivos a resguardo de miradas y oídos ajenos. Esa querencia exagerada por la conversación y el trato en la sombra, por recluirse en cámaras selladas. Reservados, hoteles, clubes, despachos, yates o palcos, basta cualquier cubículo más o menos rectangular y de acceso restringido para que se desate la fiebre por habitarlos y decidir en ellos nombramientos, inversiones, campañas y, en general, el destino del mundo al margen de la vista pública.

Nos vamos acostumbrando así a que la política no es cosa de ideas, sino más bien “un asunto de hombres reunidos en cuartos”, según la frase atribuida a Don DeLillo. Para el escritor, “las personas que están en el poder hacen sus arreglos en secreto, en gran parte como una forma de mantener y acrecentar ese poder”. A la salida se evitarán las declaraciones, porque no es ni oportuno ni necesario explicar al vulgo lo que solo compete a la élite, a la intimidad de los afines.

Es lógico que, en respuesta, se aventuren temas y se fantasee con teorías sobre lo tratado. Una mantelología de las comidas discretas. Un arte adivinatoria para desvelar los arcanos de esas citas, muy diferentes de otros clásicos estivales como la tertulia en el pueblo de la infancia o las partidas de dominó. En ellas al menos se permite –en aras de la campechanía y sólo hasta cierto punto, claro- la formación de corrillos vecinales y la presencia de curiosos, aunque sea para guardar silencio y dar tabaco.

La mesa y el mantel sin más testigos que los propios comensales, por el contrario, refuerza la imagen de exclusividad. Convierte en real el tópico del misterio sobre el poder y quienes lo ejercen, ya sea dándole al salpicón de langosta en un galaico miniclub Bilderberg o acogiéndose a secreto en el confesionario de un ministro que también ha resultado ser más de interior que de exteriores.

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