viernes. 29.03.2024

Lucha de clases, juego de tronos

En España los impulsores del “juego de tronos” no consideran relevante anclarse en un espacio político determinado.

@ebarcala | La centralidad, entendida como capacidad de ubicarse en el eje del debate público, no es sinónimo de centro político. Pero las campañas electorales no saben de sutilezas y suelen terminar en una carrera hacia ese mítico centro, caladero de papeletas donde encontrar mayorías absolutas y otros unicornios.

En esta ocasión, hallazgos como la oposición a “la casta”, eje transversal sobre el que fundar un cambio político, parecían modificar el panorama. Pero la tentación de agradar al dios D´Hont ha atenuado también ese discurso. Y desplazado del foco temas como el desempleo, la creciente desigualdad o la calidad de la participación política"(el no nos representansurgido del 15M) en beneficio de un resultadismo mourinhista o bilardista, escojan según su generación.

Esos espacios abandonados han sido rápidamente ocupados por otros relatos, cocinados en los peroles de la demoscopia y servidos por los medios con potente guarnición infográfica hasta la saciedad. Relatos que hablan de una clase media supuestamente más interesada por el crecimiento económico o la corrupción, ámbitos en los que hay quien juega con cartas marcadas.

Porque la aceptación del discurso del esfuerzo personal y el individualismo emprendedor (Trabajar, hacer, crecer, reza el slogan del PP) y su corolario, la superación de la crisis por esta vía, pretende limitar las opciones electorales a una mera preferencia entre subir o bajar un par de puntos el presupuesto destinado a servicios públicos, entendidos no como un derecho si no como un parche caritativo para quienes no trabajan, hacen o crecen como dios manda.

En cuanto a la corrupción, es un tema resbaladizo pero del que se puede salir con un “y tú, más”. No repugna a un gran porcentaje de votantes. No, al menos, lo suficiente como para negar el apoyo a vagas promesas de vigilancia y expulsión de los garbanzos negros del sistema. Al revés, esas promesas han bastado para impulsar alternativas descafeinadas e incluso absolver a partidos y personas que cualquier sociedad con una mínima calidad democrática habría enviado sin miramientos al estercolero de la Historia.

Winter is coming

El historiador y periodista Owen Jones advierte de estas trampas: la caricaturización y desprecio de la clase trabajadora como residuo a extinguir, una rémora para quienes se creen parte de la idílica clase media de propietarios, y la inoculación de un miedo cerval a cambios que no sean reformas cosméticas. Profetizaba el descalabro del laborismo light, cuyas bases no se ven reflejadas en los Comunes y optan por otras opciones, como los nacionalismos. Y saludaba la llegada de nuevas formas de oposición en Europa, como Podemos o Syriza.

Pero, mientras los griegos se definen como una coalición de izquierdas radicales y diversas, en España los impulsores del “juego de tronos” hacia la conquista del poder como medio para dotar de legitimidad procesos de empoderamiento y transformación social no consideran relevante anclarse en un espacio político determinado.

No sin cierta contestación interna, apuestan en campaña por una transversalidad que escamotea, al menos formalmente, anteriores premisas: intervencionismo económico, cambio de régimen político, renta básica, reestructuración de la deuda, autodeterminación… Y las referencias a la clase trabajadora y su movilización, a la relación entre los procesos de producción y el trabajo o a la redistribución de la riqueza y la lucha contra la desigualdad se diluyen, a pesar de ser demandas de muy difícil digestión para el poder establecido.

¿Es ese sacrificio táctico inevitable para lograr un masivo apoyo popular? Jones afirma que cualquier discurso sobre la clase es subversivo por un sinfín de razones. Implica que un grupo posee el poder y la riqueza en la sociedad, y que otros no. Si se acepta el planteamiento, si se consigue colocar esa idea en el centro de la discusión política, prosigue, sólo hay un paso para concluir que es algo que debe rectificarse, animando a definir los intereses económicos propios frente a los de los demás.

Lucha de clases, juego de tronos