viernes. 19.04.2024

Los amigos imaginarios de Sánchez, Rivera e Iglesias

Que los políticos son como niños es un lugar común. Pero, oye, es que hay veces que te lo ponen a huevo. Es relativamente habitual tener amigos imaginarios entre los tres y los siete años de edad. No suele ser un problema y la chavalería casi siempre distingue perfectamente entre la realidad patatera y la realidad aumentada que se desarrolla en sus cabezas. Si no eres Peter Pan o el ministro del Interior, lo normal es que, al crecer, Marcelo y otros colegas hagan las maletas y se piren al País de Nunca Jamás.

Pero hay excepciones en las que los invitados se enquistan hasta la edad adulta y un ejemplo evidente son las elecciones. Unidos Podemos tenía un amigo imaginario llamado “Sorpasso” que se le aparecía siempre de buen rollo en sondeos, mítines y cuentas de Twitter. Intangible y casi imposible de atrapar, según experiencias anteriores, era un compañero de juegos que prometía cielos y recompensas de ensueño. Ha estado brillante Juan Carlos Monedero con su diagnóstico de infantilismo porque repetir resultados y ser tercera fuerza con más de setenta escaños en el primer round electoral al que se presentan no parece mal bagaje. Pero las televisiones nos los muestran absolutamente desconsolados al ver al amigo ficticio esfumarse de repente para dejarles solos ante la vida adulta.

Más casos clínicos. Ciudadanos. Podrá decirse, con cierta razón, que su problema es la falta de amigos, imaginarios o reales, que voten por ellos. Pero hay que reconocerles también la existencia de un enemigo llamado Ley D´Hont y bastante ectoplásmico. Le achacan todos los males mientras se arrastran maldiciendo su suerte, hundidos en una depresión post-comicio que tiene mucho de rabieta de niño antojadizo. Mirándolo bien, Albert, sólo has perdido un punto porcentual de voto, tampoco es para abandonarse a una preadolescencia autodestructiva. Digo yo.

Pedro Sánchez tiene amigos. En serio, aunque no lo parezcan y sean un pelín imaginarios. Pero tiene amigos. Para ser exactos, 85. Aquí se hace evidente la enorme distancia que separa la realidad de la fantasía. Anda el PSOE ufano tras reescribir El Quijote, lectura favorita y sospechosamente repetida del líder. En su versión, y en un inesperado giro del argumento, el hidalgo alancea a los gigantes de pesadilla evitando las aspas del molino de la realidad. Se aferra el socialismo a la compañía de sus 85 escaños para sublimar la derrota en Andalucía y enviar al limbo a cinco diputados de carne y hueso caídos en la batalla.

Me dirán que en el caso del Partido Popular no hay ni amigos ni enemigos imaginarios que valgan. Es un hecho objetivo que ganan, mejorando resultados, y que pueden estar en disposición de gobernar nuestro día a día. Bueno, podríamos hablar de entes como Venezuela, Catalunya, el Comunismo o la Estabilidad pero, en fin, dejemos esos fantasmas en el armario. Hay una interpretación alternativa que también encaja. En un paisaje dominado por la corrupción, la desigualdad y el paro, se podría creer en una sociedad dispuesta a apostar por la regeneración, la solidaridad, la atención a los más débiles. Una comunidad mayoritariamente decidida a castigar la indiferencia y la crueldad, rearmada en su moral pública y privada ante la impunidad o la injusticia. Y, mira tú por dónde, al final ha resultado que ese país no existe. El enemigo del PP también era imaginario.

Los amigos imaginarios de Sánchez, Rivera e Iglesias