jueves. 28.03.2024

¿Desarrollo económico o desarrollo humano?

confinamiento 1

Realmente ¿alguien cree que el virus ataca por igual a todo el mundo? Para empezar está clara la primera desigualdad: la edad y ya se han publicado algunos análisis sobre las desigualdades de clase. Los inmigrantes esclavizados viviendo en chabolas en condiciones infrahumanas, no lo están por el confinamiento, se agudizan los riesgos de enfermar por las situaciones en que viven

La edad es una de las grandes brechas sociales y culturales de nuestro tiempo, marcada por diversas variables que influyen en el desarrollo humano de forma contundente en nuestras sociedades actuales: a) la salud o la “esperanza de vida”, dependiendo con qué factores la relacionemos o donde queramos colocar su influencia, si hablamos de bienestar o de pensiones ; b) el nivel de vida digna o la pobreza, que no se mide sólo por el PIB o la media de ingresos, que trae aparejadas desigualdades territoriales, de género y de supervivencia entre otras; c) el conocimiento o el nivel educativo, como derecho y como capacidades humanas para ser y hacer de forma plena en la vida cultural, en lo económico o en la política, una brecha generacional permanente en algunas sociedades, profundizada por las nuevas tecnologías, pero siempre relacionada con las desigualdades sociales.

La desigualdad de clase, tal vez, tenga una mayor influencia en las posibilidades de curación que en el contagio en sí. Habrá que esperar algún estudio sobre contagios y muertes, buscando el origen y la situación social de la población, pero no cabe duda que las variables anteriores ejercen una influencia notable para estas desigualdades. La salud, la pobreza y la educación tienen un componente de clase innegable, que genera probabilidades mayores o menores de curación o de “patologías previas”.

¿Y las consecuencias económicas? Es tan evidente como angustiosa la situación que se está produciendo y el futuro inmediato que nos espera. La gran preocupación sobre la reactivación de la actividad tiene un correlato social y humano donde se van a dirimir modelos sustancialmente diferentes, unos más opuestos que otros. La máxima disyuntiva se plantea, sin ser ninguna novedad, entre el desarrollo económico y los principios sociales, el “no dejar a nadie atrás”. Pero únicamente en términos de renta básica, subsidios o cosas similares, continuarán reproduciéndose exacerbados los índices de desigualdad que ya estaban altísimos antes de esta crisis. Asegurando la supervivencia con “regalos” o con eurobonos, no se cambia el modelo productivo que nos ha llevado a depender demasiado del turismo, a no invertir en I+D+i, a la especulación financiera, ni se abandona la cultura empresarial de la ganancia rápida basada en los bajos costes laborales. Ya se habla de un nuevo pacto de la Moncloa, de Roosvelt o de Keynes, y suena un poco la reivindicación de un nuevo contrato social. Tengo muchas dudas sobre la viabilidad política de un futuro de este estilo.

Otro de los mantras que pululan en los medios de comunicación,  enmarcado en esto de que el virus ataca por igual a todo el mundo, es sobre los efectos del confinamiento. Se ha consultado a todo tipo de expertos en psiquiatría, psicología, filosofía y ensalzado las virtudes de la solidaridad en el vecindario. Se analizan con lupa todas las posibles reacciones, efectos y comportamientos, reiterando de forma optimista que saldremos todos juntos, como si lo colectivo se hubiera desarrollado de forma exponencial. Como si el comportamiento gregario no fuera natural en estas condiciones, como si fuera un hecho extraordinario. Desde luego es extraordinario después de las imágenes deleznables del acaparamiento de comida (y papel higiénico) de los primeros días, donde los índices de desigualdades se habrán disparado. No sería extraordinario si nuestro desarrollo humano respondiera a valores diferentes que los que se potencian para fomentar el consumo irracional de objetos y de ocio, de forma permanente.

Tampoco es creíble la igualdad en el confinamiento. Un humorista lo ha parodiado en la radio, imitando las quejas de un habitante de una casa con jardín, piscina y pista de padel, comparándola con alguien que sufre el confinamiento en un piso de 50 m2, que podríamos ampliar al número de personas que comparten los espacios en distintos barrios de nuestras ciudades. Parece intrascendente ante la gravedad del golpe en vidas y gente que enferma, eso es lo que asume la ciudadanía. La otra cara de esta moneda es, como dice el tango: “Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, ¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón!...” Y la siguiente estrofa, esperemos no sea un vaticinio: “Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley...”

Por otro lado, no se trata de ser optimista o pesimista a secas, el desarrollo humano necesita dinámicas mucho más complejas, necesita precisamente que se considere el desarrollo humano como parte del modelo a desarrollar. No se trata sólo de medidas económicas en abstracto, ni de subsidios, ni de las donaciones espectaculares, que pueden ser muy bienvenidas en la coyuntura, pero que no solucionan las situaciones que se van a producir en los sectores de la población más vulnerables. La salida de esta crisis no va a funcionar únicamente con incentivos a lo mismo que nos hace débiles, volverá a tener los pies de barro, volverá a hundirnos en la especulación y el individualismo. En una perspectiva de desarrollo humano y justicia social, como diría Amartya Sen “No es lo mismo observar los medios de vida que observar directamente las vidas que la gente se las arregla para vivir”

El desarrollo económico donde manda el mercado no atiende nunca al desarrollo humano y la justicia social. Hace falta repensar el papel de varios factores, su dimensión en intensidad, frecuencia y complejidad, para priorizar con visión estratégica:

  • la pobreza o la vida digna, las dinámicas del empobrecimiento y las desigualdades sociales o culturales. Políticas redistributivas
  • la democracia, su fortalecimiento y la consolidación de la ciudadanía, las políticas públicas
  • la participación social y política, su organización, el papel de los movimientos sociales, los partidos, las organizaciones sindicales y empresariales, las redes de solidaridad, etc. etc. La representación.
  • las perspectivas transversales de género y del medio ambiente, en relación con otros fenómenos que radicalizan las desigualdades territoriales o los estereotipos discriminatorios
  • los derechos humanos en el marco de la globalización, los peligros de las ideologías identitarias
  • la dimensión cultural como reconocimiento de las diferencias culturales en sociedades que nunca volverán a ser homogéneas
  • la educación en las capacidades que posibilitan la libertad real, la defensa de derechos,la adaptación activa a los cambios, el desarrollo de la anticipación, la creatividad y la cooperación.
  • El desarrollo humano integral, intelectual, emocional, físico, social, en conocimientos y en valores, imprescindible para el desarrollo económico

Sin pretensiones de exhaustividad y sin priorizar, la intensidad, frecuencia o complejidad que alcancen estos factores deberían combinarse para que el desarrollo humano enriquezca el desarrollo económico. Sin pretensiones, con bastante pesimismo, por ahora como expresión de deseos y con un poco de confianza en la especie.

¿Desarrollo económico o desarrollo humano?