jueves. 25.04.2024

Cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá

palabras

La simplificación y el maniqueísmo están haciendo mucho daño a la capacidad reflexiva de la ciudadanía, favoreciendo la manipulación y apelando a las más bajas pasiones o a las emociones primarias

¿Cómo se pueden combatir las mentiras intencionadas y rabiosas de la derecha en estos momentos? ¿Cómo es posible que alguien llame asesino al Che Guevara? ¿Alguien puede contrarrestar ese absurdo con un mensaje simple? ¿Cómo se puede acusar al PSOE de que acabaremos como en Venezuela? ¿Se cree la gente que el presidente del Gobierno trabaja para la división de España? Están siguiendo la vía de toda la ultraderecha europea, en línea con aquello que decía Goebbels y apelando a las mayores inseguridades y a todos los miedos. (1)

Tienen las claves. La urgencia y la brevedad priman en las informaciones, que acaban dibujando realidades maniqueas donde existen complejidades y dinamismos. No resulta nada fácil incorporar matices en los análisis, cuando el tiempo presiona o se tensionan los intercambios. Así, por ejemplo, se exige a un político que diga sí o no cuando la respuesta es necesariamente explicativa. Se piden consejos a personas experimentadas o conocedoras de hechos preocupantes, como si se pudiera siempre dar una receta. Demasiadas veces, quien pregunta cree saberlo todo e intenta simplificarlo para el público, transmitiendo la percepción de que el problema tiene fácil solución. La simplificación y el maniqueísmo están haciendo mucho daño a la capacidad reflexiva de la ciudadanía, favoreciendo la manipulación y apelando a las más bajas pasiones o a las emociones primarias.

En otro sentido, se desarrolla una fascinación especial por la cuantificación, que no siempre ilustra sobre la realidad: “Lo peligroso de la cifra es que posee cierto poder mágico,...confiesan con facilidad, sin necesidad de ser sometidas a tortura”, desde hace años insistimos en que las cifras sometidas a tortura confiesan cualquier cosa y desde este verano cito una frase de una novela premiada: “lo vano que es pensar que podemos captar el sentido de la vida y de la historia simplemente aprendiendo un montón de datos”. (2)

Un ejemplo estupendo es el famoso informe PISA. Quizás una de las intervenciones internacionales donde más se torturan las cifras. Se comparan resultados entre contextos sociales y culturales diferentes, con historias de sus sistemas educativos diferentes, dimensiones demográficas antagónicas o brechas de financiación espectaculares. Pero, sobre todo, se manipula la interpretación de los resultados. En España si los resultados globales se combinan con indicadores culturales del origen del alumnado (nivel educativo de la familia, libros en el hogar) nuestro sistema educativo está entre los más equitativos. Además, el informe PISA no sirve a las escuelas. Los estándares de evaluación pervierten los objetivos educativos porque se enseña para las pruebas, que están contaminadas reproduciendo modelos elitistas, precisamente porque no consideran ni el contexto ni las características del alumnado, ni el punto de partida. (3)

No todo es cuantificable en las prácticas humanas, mucho menos en las prácticas sociales o en la política, pero se han instaurado unos modelos estadísticos casi para todo. (4) Unido a las generalizaciones, al discurso fácil del blanco o negro, las realidades más complejas se transforman en cuestiones elementales, simples, sin complicaciones. Lamentablemente ni el maniqueísmo ni las estadísticas, ni cuatro gráficos, ni tres analistas pueden contrarrestar los absurdos y las tergiversaciones a las que someten a la ciudadanía. Por un lado, la escasa reflexión crítica y por otro el poder de los medios de comunicación, trazan un panorama desolador. Y no olvidemos las barbaridades que pueden surgir en las redes, imposibles de detectar o desmontar. Alimentando esas conductas primarias se reproducen ampliamente los parámetros de la política espectáculo, ocultando todo aquello que proviene de acciones organizadas, de largo recorrido o con orígenes complejos.

Peor aún si sumamos las interpretaciones de personas supuestamente expertas, cargadas de ideología pero haciendo gala de objetividad. En educación hasta los métodos o las técnicas concretas llevan implícita una ideología, nada es aséptico. No lo son ni los espacios ni los tiempos ni los cuentos infantiles. En el terreno de la ideología existen prejuicios, preconceptos, expectativas, ideales, valores, sobre todo con respecto a qué seremos humanos queremos formar, para qué tipo de sociedad, para qué futuro. No se trata solamente de los principios que se defiendan en términos de política partidista, sino de la ideología como concepción del mundo, qué esperamos de las nuevas generaciones, cómo queremos que se desarrollen, la validez de la ciencia, del arte o del deporte, y un largo etcétera.

Quien ejerce de autoridad experta transmite ideología (tal vez, gana dinero), quien abusa de los datos también. Mediante las tecnologías de la información se ejercen influencias ideológicas, se crean formas de pensamiento, se reciben contenidos sin secuenciar, sin discriminar edades o conocimientos previos, inoculando valores. Las familias tienen expectativas para sus hijos e hijas, proyectos de futuro no explícitos, muchas veces con grandes limitaciones, con dinero para enviarles a estudiar al extranjero o dependiendo de una beca para seguir estudiando. Con estas cuestiones teñidas de ideología se juega para manipular a la ciudadanía e incluso cuando se informa de forma honesta se reproduce un modelo de sociedad, aunque no sea tan tóxico como las mentiras descaradas.

Si analizamos las cifras del abandono educativo temprano (5), en diferentes momentos y diferentes contextos, se visualizan las interpretaciones. Un ejemplo muy evidente utilizó el ministro Wert con la LOMCE. Sin apenas tiempo de implantación ya era exitosa en la disminución del abandono, cuando la realidad era que la crisis evitaba que el alumnado consiguiera un empleo y la ley vigente era la LOE en todos esos años en que disminuyeron las cifras en 10 puntos. En otros casos los parámetros utilizados en las estadísticas son muy globales, homogéneos con Europa y sin clarificar su aplicación en nuestro contexto, se utilizan torticeramente. Se escuchan diferentes interpretaciones del porcentaje de población que alcanza un nivel de secundaria inferior (49%) pero en realidad se trata de “hasta primer ciclo de la ESO como máximo, lo cual indica que habrá personas con varios niveles desde primaria, EGB, hasta 2º de la ESO. ¿Es un defecto estadístico o no conviene saber cuántas personas sólo tienen estudios primarios?

Hasta aquí unas reflexiones catárticas inspiradas por la indignación que producen algunas propagandas fascistas, combinadas con los modelos periodísticos basados en el escándalo. Si agregamos la política espectáculo y algunas obsesiones de ciertos medios, aparece una situación que podemos llamar del “como si”. Como si estuviéramos informados, como si supiéramos lo que ocurre, como si nos están diciendo la verdad. El escepticismo de la razón gana demasiadas veces la batalla al optimismo de la voluntad, aunque no deberíamos renunciar nunca a transformar la realidad, la praxis que nos identifica como sapiens. Aunque haya quienes se comportan como australopithecus, con el poder de las herramientas actuales, dominando la tecnología sin la ética de una auténtica sociedad democrática.


(1) “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y la enfermedad son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento” Goebbels
(2) Redacción de la Revista ISTMO     https://istmo.mx/1996/09/01/la_magia_de_la_cifra/ Vuillard, E (2018)  El orden del día. Tusquets.
(3) Carabaña, J (2015): La inutilidad de PISA para las escuelas. Catarata. Madrid.
(4) Eisntein.- “Cuando las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son ciertas; cuando son ciertas, no se refieren a la realidad”
(5) AET significa no continuar al terminar la enseñanza obligatoria, habrá alumnado con título y sin título de ESO porque la obligatoriedad es en función de la edad: hasta los 16 años.

Cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá