jueves. 28.03.2024

Los “tontos” por ciento

El crecimiento no es cuestión de cifras sino del beneficio que aporta a la población tomándola en su conjunto.

Nos dejamos llevar por la corriente de los números. Vivimos animados o desangelados por los tantos por ciento. La política se hace a base de subidas y bajadas en los índices. Sin darnos cuenta los porcentajes nos atrapan, manipulan nuestra realidad y orientan nuestras intenciones como lo hace el efecto Pigmalión, como lo consiguen las profecías auto-cumplidas. Pero los porcentajes ofrecen también la posibilidad a los manipuladores de hacernos ver lo que interesa que veamos, sólo con manejar distintas cifras en el dividendo y en el divisor, ocultando o empañando la sorda realidad.

Se utilizan las estadísticas y los ratios para fomentar la intención de voto. Así, si el Partido Popular incrementa sus expectativas de voto en un 3% parece que la situación ha dado un cambio y la realidad social se ha modificado volcándose a favor del partido en cuestión. Si el Producto Interior Bruto (PIB) se ha incrementado en 0,1% en el último mes, interesa que se piense que la economía ha salido de la crisis y marcha en la buena dirección, cubriendo con niebla la cruda realidad que representa. Si el paro juvenil ya no sobrepasa el 60 %, las cosas están dando un giro, no importa que los jóvenes se estén marchando y estemos perdiendo los esfuerzos educativos hechos por la sociedad, lo importante es que baja el dato. Nuestra mente es adicta a los promedios y se engancha a los incrementos o decrementos porcentuales, valorándolos de forma absoluta como mejoras o empeoras y olvidando que no son más que herramientas que sólo configuran un mapa representativo de la realidad pero no son la realidad misma.

Detrás de los porcentajes se combinan según interesen los números, pero detrás de estos números, especialmente en el caso de la política económica, se deben ver los rostros de las personas representadas. Si en España se desalojaron a 95 familias por día en el año 2014, por mucho que el porcentaje esté disminuyendo con relación al año anterior y, por tanto, el número de personas desalojadas sea inferior, hay que ver ahí un grave problema político que se tiene que resolver lo más urgentemente posible. Ya que el sufrimiento y las condiciones de vida de las personas afectadas difícilmente caben en un ratio, en una tasa. Pero estamos inmersos en el mantra del neoliberalismo, en el que cada uno va a lo suyo y la competitividad extrema es la norma. Con sus reglas lo que sí está claro es que la desigualdad se hará norma  y el sufrimiento se incrementará sin remedio.

Cuando se dice que la población española que vive bajo el umbral de la pobreza ha pasado en una año del 20,4 al 22,2%, no podemos quedarnos en el incremento de un 1,8% de pobreza. Ya que el gobierno tiene otro grave problema que resolver. Problema que tampoco puede aguantar demora. La espera a que den nuestras políticas resultados a largo plazo, no es la solución para aquellos que se van a quedar en el camino o que como consecuencia de su pobreza nunca van a tener las mimas oportunidades vitales. Ya Keynes dijo gráficamente en este contexto que a largo plazo todos muertos.

La solución no es sólo el crecimiento (¿crecimiento de qué y para qué?) si la porción de pastel generado va a parar a la boca de los que más tienen aunque no tengan ganas de comer. El reparto más igualitario e inclusivo de la renta generada es una obligación social y del partido que gobierna. No obstante, el Comité Europeo de Derechos Sociales informa y avisa de que el salario mínimo de España no garantiza un nivel de vida digno. Y no hacemos caso alguno ya que vamos por el buen camino, estamos saliendo de la crisis y vamos viento en popa en las primeras posiciones de los países europeos, en un rally que persigue una meta engañosa. Sin embargo, para llegar a esta meta, para que la tarta siempre recaiga en los que más tienen y se aprovechen mejor las cualidades competitivas de las empresas, 41 millones de horas realizadas por los trabajadores no han sido pagadas en el primer trimestre del año 2015. ¡Así se hace empresa y mejoramos la sociedad!

No se puede hablar de que el porcentaje de parados disminuye y que los empleos se incrementan cuando se oculta que dentro de la estadística se están contando los contratos de horas o días. Así se nos informa oficialmente que el 25% de los contratos que se firman en nuestra España dura una semana o menos, por lo que estamos hablando de precariedad, de inseguridad, de vida a trompicones y sin futuro. Hablamos de que muchos ciudadanos tienen ganas de trabajar y lo demuestran trabajando con contratos basura, en muchos casos abusivos en tiempo y vergonzosos en salario, pero, estos ciudadanos y sus familias, no pueden planificar una vida digna. No somos capaces de pensar que si se necesita que el trabajador sea flexible, en este capitalismo a ultranza, para que las empresas tengan sus beneficios, los responsables políticos tienen la obligación de idear un estatuto de derechos para no dejarles hundir en la miseria, tienen que garantizarles que sigan siendo ciudadanos con plenos derechos y garantías y no rebajar su calidad de ciudadanos y su dignidad.

Las bolsas y las primas de riesgo dominan los análisis sociales por encima de la vida de las personas, siendo la gran preocupación de muchos dirigentes. Da igual que tengan que ver o no con la economía real, o la cobertura de las necesidades de la población, o sólo tengan que ver con una producción crematística que supone poco más que la disminución del aburrimiento de la clase pudiente. El trabajo, claramente, tiene que ver con la utilidad social. Y actualmente existen muchos empleos que no son socialmente útiles, y actividades que no son empleo pero que son muy útiles para la sociedad. Sin embargo, tristemente, hay quien piensa que los que no tienen trabajo se pueden dar con un canto en los dientes con esta mejora económica y mejor es algo que nada por lo que deben coger cualquier trabajo por muy indecente y esclavizado que sea. ¡El sólo hecho de tener trabajo ya da la felicidad y nos debe hacer olvidar de nuestras aflicciones! ¡A vivir que son dos días!

Es discutible el aserto de Rifkin asegurando que la empatía está creciendo en nuestro mundo. Creo, por el contrario, que algo tiene que estar pasando con el gen competitivo de las personas, ya que les hace olvidar que la competitividad, fetiche de un mundo organizado según el libre mercado, debe servir para que los vicios privados se conviertan en virtudes públicas, como así predican sus defensores.  Aunque temo que estos vicios nos puedan traer duras consecuencias, “Diversos estudios de psicología (por ejemplo Kraus, Côte y Kelter, 2010) han descubierto que los ricos [vencedores de la carrera social] tienen menos empatía y compasión que los demás. Y si hay poca movilidad social, la gente tiende a racionalizar su falta de empatía (1)”. ¿Será el sistema que tenemos lo que nos hace más ruines?

No, no podemos seguir sacralizando el crecimiento económico y el trabajo retribuido. El crecimiento no es cuestión de cifras sino del beneficio que aporta a la población tomándola en su conjunto. El trabajo retribuido: el empleo, es una parte del trabajo social necesario; no consideramos el trabajo reproductivo, el trabajo de cuidados, el trabajo solidario tanto familiar como comunitario, trabajo que es totalmente necesario para nuestro futuro. Pero, sin embargo, hay “tontos” por ciento en los que creemos a ciegas y sirven para relajarnos y adormecernos. No hay que preocuparse dicen, siempre hay que ser positivos. Pero no debemos olvidar que hay que implicarse, que hay que ocuparse de aquello que consideramos injusto e indecente, porque mientras tanto los ricos siguen ganando y acumulando riquezas, aunque es posible que nos puedan caer migajas de consolación.


(1) Standing, Guy (2014:123). Precariado. Una carta de derechos. Capitán Swing.

Los “tontos” por ciento