viernes. 29.03.2024

El sueño europeo

La UE nació con el anhelo de acabar con los cruentos conflictos entre vecinos que habían culminado en la Segunda Guerra Mundial...

Después de la Primera Guerra Mundial, mediante el Tratado de Versalles de 1919, se impusieron unas reparaciones económicas irrealistas e insensatas a la Alemania vencida. Reparaciones que alimentaron el resentimiento de la población y contribuyeron al auge del nazismo y a la cristalización de una nueva guerra mundial. El gran economista británico John Maynard Keynes no estuvo conforme con el acuerdo desde el primer momento, considerando que iba en contra de una “paz magnánima o de trato noble y equitativo” y vaticinó las consecuencias negativas del mismo. Por ello en el Acuerdo sobre la Deuda de Londres en 1953, se perdonó a Alemania más de la mitad de su deuda. El resultado fue la época que va desde 1945 a 1973 que se ha considerado como la época dorada del capitalismo y se ha etiquetado como los treinta gloriosos. En estos años se consiguió un pacto social que embridó el capitalismo y consiguió avances y mejoras sociales con la creación de los Estados de Bienestar. Sin embargo, el hombre es el animal que tropieza no una vez, sino dos, tres, cuatro…con la misma piedra y de nuevo la Unión Europea, sin la mínima empatía y solidaridad, prioriza el cobro de las deudas existentes entre los estados que la integran, olvidándose de sus ciudadanos y de sus derechos básicos. Pero, no nos podemos extrañar, la política social europea siempre ha sido un proyecto limitado y un objetivo secundario desplazado en todo caso por la integración económica.  Me niego, no obstante, a creer que ésta sea la Europa que soñaron sus fundadores y en la que creen sus habitantes.

No podemos olvidar que precisamente la Unión Europea nació con el anhelo de acabar con los frecuentes y cruentos conflictos entre vecinos que habían culminado en la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy a través de las políticas de austeridad impuestas en contra de los propios ciudadanos, provocando una desigualdad cada vez más acentuada entre ellos, da nuevas muestras de una pérdida de memoria que nos llevará de nuevo, como poco, a la desunión, a la destrucción de Europa. Fabian Linder escribía el pasado 11 de febrero “en Alemania, estamos jugando por la catástrofe económica de Grecia. Sin embargo, la actual crisis y la Grecia de hoy tiene similitudes aterradoras evidentes con la República de Weimar[1], incluso se puede considerar que el derrumbe actual es más profundo y duradero.

La deuda mundial ya ha alcanzado los 200 billones de euros, una cifra incomprensible para un humano normal. Es una demostración evidente de la realidad que divide el mundo entre los que tienen el poder: los acreedores y los que están encadenados a su pago: los deudores. Y lo que es muy evidente en Europa es que el ajuste de la competitividad llevado a cabo por  los miembros del sur de la zona euro requiere una baja inflación que empeora la sostenibilidad de la deuda pública. La baja inflación sólo beneficia a los acreedores que quieren que se les abone la totalidad de sus créditos a un interés a veces usurario y en una moneda que incluso puede comprar más en el caso de deflación debido a la bajada de precios. Se olvidan los acreedores, no obstante, de que con sus préstamos a un alto interés estaban corriendo un riesgo de impago que de ninguna manera debería estar asegurado completamente por el Estado y caer sobre las espaldas de la población menos pudiente.

Es por ello muy necesaria una conferencia europea para abordar el problema de la deuda en los países europeos. Los partidos fascistas están haciendo guardia para liderar el cambio europeo en el caso de que fracase Syriza y aquellos que piensan que otro modo de hacer política y economía es posible, pero el cambio que se propone tiene reminiscencias que nadie quiere. Así concienciados en este sentido, trescientos influyentes economistas y académicos de todos los continentes, desde James Galbraith a Stephany Griffith-Jones, desde Jacques Sapir a Dominique Meda, llaman a los gobiernos europeos y a las instituciones internacionales a “respetar la decisión del pueblo griego“, y a “iniciar negociaciones de buena fe con el nuevo gobierno griego para resolver la cuestión de la deuda”. Afirman que “Lo que está en juego no es sólo el destino de Grecia, sino el futuro de Europa en su conjunto. Una política de amenazas, de ultimátum,  obstinación y chantaje significa para  todos un fracaso moral, político y económico del proyecto europeo. Instamos a los líderes europeos a rechazar y condenar todos los intentos de intimidación y coacción del gobierno y el pueblo de Grecia.” Y es que no podemos echar en saco roto que, como dice Alberto Garzón, “una parte de esa deuda ha sido contraída para financiar rescates financieros, mientras que las mismas entidades rescatadas han especulado contra el Estado a través de las facilidades financieras abiertas por el Estado y por el Banco Central Europeo”

Parece evidente, por tanto, que no es el momento de hablar en términos de izquierda y derecha ya que se debe pensar en unos mínimos derechos humanos que cualquier fuerza política pueda asumir. Pero la democracia asusta a los poderes económicos y a los políticos que los representan. A las peticiones de igualdad, dignidad y derechos básicos se contesta con leyes mordaza que vulneran estos derechos, facilitando por otra parte medidas privatizadoras que vestidas de un capitalismo popular lo único que consiguen es más desigualdad. Así en nuestro país con la privatización de AENA hemos visto que los que más tienen se han llevado la mejor tajada de nuestra, hasta hace poco, empresa pública. A los grandes inversores les correspondió 69,68 millones de acciones y los grandes fondos en un sólo día ganaron 800 millones de euros, de euros no de pesetas. Los 88.972 pequeños inversores consiguieron 3,7 millones de acciones, con un mínimo de 25 títulos, y una revalorización de 44 millones, aproximadamente una vigésima parte de lo que ganaron los grandes fondos. AENA salió a Bolsa a 58 euros por título y en su primera sesión se anotó una revalorización del 20,69% hasta los 70 euros. Uno de los grandes beneficiados ha sido el multimillonario George Soros al que el Gobierno ha adjudicado finalmente cerca de 100 millones de euros (en torno a 1,7 millones de acciones) por lo que se sitúa como uno de los inversores con un peso relevante en la compañía con aproximadamente un 1,15% del capital. Sus acciones se revalorizaron en 20.690.000 euros: esa mañana no tuvo que buscar trabajo, ni saltar vallas, ni...tampoco fue deshauciado.

Según defiende Pablo Iglesias en su artículo, el problema de Europa “no es que los griegos hayan votado por una opción distinta a la que les llevó al desastre; eso es simplemente la normalidad democrática. El triple problema de Europa es la desigualdad, el desempleo y la deuda y esto no es nuevo ni exclusivamente griego”. Pero queremos seguir con las mismas políticas, no se nos está ocurriendo nada nuevo. Las sociedades primitivas y, desgraciadamente, algunas actuales ante los problemas económicos dejan morir sus retoños especialmente del sexo femenino. Políticas de moderación demográfica como pedía Malthus. Pero la humanidad después de ir a la luna, de la teoría de la relatividad, la teoría de cuerdas…  ¿no es capaz de hacer algo mejor? Entonces haríamos bien en atender al “principio de precaución” que forma parte de los tratados de la Unión Europea y de acuerdos internacionales como la declaración de Río sobre el clima. De acuerdo con ellos, la adopción de medidas eficientes para evitar daños serios e irreversibles como el cam­bio climático no debe ser retrasada por el hecho de que no exista una total evidencia científica. Así debemos aplicar el principio de precaución en la política europea y éste se debe centrar en las personas. No más dolor, no más muertes. Lo primero es lo primero. No queremos otra Europa.


[1] Fue el régimen político y, por extensión, el periodo histórico que tuvo lugar en Alemania tras su derrota al término de la Primera Guerra Mundial y se extendió entre los años 1919 y 1933.

El sueño europeo