jueves. 28.03.2024

El peligro de una ideología basada en el egoísmo individual

¿Cómo podría un sistema basado en la desmedida ambición, la envidia y el egoísmo crear una sociedad de “hombres buenos y felices”? Se pregunta el economista Dante A. Urbina (1). Sabemos que en la teoría económica más ortodoxa, seguida actualmente por los neoliberales en gran parte de nuestro mundo, el egoísmo y los vicios privados procuran sin más aditivos el bienestar social. Es verdad, que se nos dice, que siempre a largo plazo dará sus frutos. Pero no se debe interrumpir a los vicios, el laissez faire, laissez passer es la regla. La pregunta del inicio, por tanto, parece muy pertinente, ya que, sin duda, es cosa rara que de la caída en los vicios personales pueda salir ninguna virtud que beneficie a la mayoría social.

¿Qué pasa con la corrupción? ¿Está en la naturaleza del hombre o éste ensalzamiento del egoísmo la potencia? ¿Es normal tanta corrupción sin rubor? ¿Es normal que tengamos que buscar un hombre honrado como una aguja en un pajar?

En estos tiempos identificar el homo economicus con el homo politicus, que debería mirar por el bien de su comunidad, es una realidad evidente. Nos dice, también, Urbina al respecto: los políticos serán siempre y necesariamente corruptos porque, al actuar como agentes racionales (es decir, egoístas), buscarán ante todo maximizar su beneficio individual en vez de preocuparse por el bienestar social –o ante todo caso se preocuparán por éste solo en la medida en que el no hacerlo pueda afectar su beneficio individual (2).

Y respaldando la afirmación anterior, yendo un poco más allá, podemos citar a uno de los más destacados economistas neoliberales, Milton Friedman, mostrándonos la que tal vez sea la mejor y más persuasiva defensa de esta línea de argumentación. Cuando en una entrevista,  luego de haberle hablado sobre la desigualdad, la codicia y la concentración de poder, se le dice a Friedman que el sistema capitalista actual “parece premiar no la virtud sino la habilidad de manipular el sistema”, éste responde: “¿Y quién premia la virtud? ¿Cree que Hitler premia la virtud? ¿Usted cree, perdóneme, que el presidente de los Estados Unidos premia la virtud? ¿Escogen sus delegados de acuerdo a su virtud o de acuerdo a su interés personal? ¿Es realmente cierto que el interés político personal es más noble que el interés económico personal? Creo que se están dando muchas cosas por sentado. Simplemente dime dónde encuentras esos “ángeles” que organizan la sociedad para nuestro beneficio. Ni siquiera confío en usted para hacerlo (3)".

Es una respuesta contundente que levanta visillos para permitirnos comprender nuestra realidad política de estos últimos años y quizás de muchos años de historia. La corrupción sin freno no solamente está quedando impune o parcialmente impune en la mayoría de los casos habidos en nuestro reino, sino que, además es premiada sistemáticamente y sin conciencia (daremos el beneficio de la duda) de que se esté cometiendo ningún error. Pero aun así, y tristemente, es avalada por muchos ciudadanos que siguen dando alas a una política económica que nos ha demostrado a diario que ha guardado el corazón en un cajón y no lo piensa sacar.

Hoy, salvo espiritualistas, no comprendemos el dicho probablemente anónimo y atribuido también a grandes nombres de nuestra historia: no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. Hoy vivimos para tener más, al menos más que los otros, es el valor imperante. Corremos detrás de cualquier novedad tecnológica aunque su uso te haga olvidar tu propia naturaleza. Somos capaces de engañar a nuestro padre, si es preciso, para saciar nuestra ambición. No estamos contentos con nada. Incluso hemos pasado de acumular bienes a acumular la representación de los mismos: el dinero en todas sus modalidades, demostrando lo pobre que somos. Pero somos capaces de pasar sin ningún sentimiento compasivo ante el sufrimiento de los demás. Somos capaces de exigir sin dar e incluso robar, el egocentrismo prima. Olvidamos que nuestra tierra es finita y no podemos elevar infinitamente nuestras necesidades. Mahatma Gandhi decía que tenemos lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos los hombres pero no lo suficiente para satisfacer la codicia de cada hombre (4).

En su protesta contra el Tratado de Versalles con el que concluyó la I Guerra Mundial, John Maynard Keynes escribió: “La política de someter a privaciones las vidas de millones de seres humanos, de privar a un país entero de su felicidad debería ser aborrecible y detestable…aborrecible y detestable, aunque eso fuera posible, aunque nos enriqueciera, aunque no sembrara el declive de toda la vida civilizada de Europa (5)". Prosigue James K Galbraith: “El tercer rescate de Grecia el año pasado, impuesto por Europa y el Fondo Monetario Internacional le hace a Grecia lo que Versalles le hizo a Alemania: le arranca sus activos para satisfacer deudas. Alemania perdió su marina mercante, su material rodante ferroviario, sus colonias y su carbón; Grecia ha perdido sus puertos de mar, sus aeropuertos — los rentables — y está encaminada a vender sus playas, ese activo público que constituye una gloria única. La empresa privada se ve forzada a la bancarrota para dejar paso a cadenas europeas; los particulares se ven obligados a ejecuciones hipotecarias de sus viviendas. Una expropiación.” Es otra muestra más de los valores actuales: las personas no importan.

¿Cómo podemos pensar que el Laissez faire, laissez passer, dejar que todo vaya según los dictados del egoísmo de las personas y de las naciones, puede conseguir mejorar la sociedad? Que tendremos una sociedad más unida y una convivencia en paz. Que los vicios privados nos resolverán nuestros problemas acuciantes, eso sí, a largo plazo, cuando ya todos estemos muertos como arengaba Keynes. Por el contrario, lo más coherente es pensar que “Un hombre dirigido por la ambición y la envidia pierde el  poder de ver las cosas tal como son en su totalidad y sus mismos éxitos se transforman entonces en fracasos (6)”.


(1) Urbina, Dante A. (2015:290) Economía para herejes: desnudando mitos de la economía ortodoxa.
(2) Ibídem (2015:227)
(3) Ibídem (2015:227)
(4) Schumacher, E.F. (1.999:29) Lo pequeño es hermoso. Hermann Blume ediciones, primera reimpresión noviembre 1990.
(5) Citado por James K. Galbraith en su artículo en The Boston Globe de 22 de agosto de 2016: MDeE25: ¡Vamos allá!
(6) Schumacher, E.F. (1.999:28).Lo pequeño es hermoso. Hermann Blume ediciones, primera reimpresión noviembre 1990.

El peligro de una ideología basada en el egoísmo individual