viernes. 29.03.2024

No es suficiente el caso de Grecia para olvidarnos de la austeridad

Hace tiempo escribí un artículo titulado “Grecia no puede ser el chivo expiatorio”. Pero sin duda Grecia está expiando las culpas de la especulación de los buitres financieros. La troika, como sabemos, formada por El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea (CE), impuso a Grecia medidas draconianas que no han tenido efecto positivo salvo para los avariciosos acreedores, pero no acepta el gran fracaso de las políticas exigidas. Las medidas de austeridad impuestas no pueden ser consideradas sino como una descomunal acción de sadismo. Los resultados no pueden ser más elocuentes: el desempleo sigue por las alturas y se mantiene por encima del 20 %, en un país en el que la mayoría de los parados no perciben prestación y con mucho paro de larga duración; el salario medio anual se ha desplomado el 22 %; el empleo público se ha reducido un 50 %; los jubilados han perdido de media el 45 % de poder adquisitivo tras catorce reformas desde el 2010; el 20 % de las familias tiene dificultades para conseguir alimentos; todo esto lo dice la OCDE…[1]

No puede estar más claro el desastre griego y la inoportunidad de las medidas tomadas por la troika. ¿A quién han mejorado los casi 350.000 millones de euros de los planes de rescate al estilo neoliberal? Sólo para que la autoridad del gobierno griego haya quedado totalmente anulada y desprestigiada. No solamente por el derrumbe democrático en la cuna de la democracia: el fraude de Tsipras después del apoyo mayoritario de la población a su posición frente a la troika en las elecciones del 2015, fue un mazazo a la democracia. Sino también por una realidad diaria palpable: “En Grecia el Gobierno no recibe a la Troika; la comisión negociadora de los acreedores se instala en el Hilton y son los ministros griegos de Economía o Finanzas los que desplazan allí.[2]” Saramago decía que se podía debatir todo menos la democracia, en Grecia, sin embargo, la primera medida ha sido suprimir el poder del pueblo.

Nuestro país parece que no aprende las lecciones que nos dan las medidas de austeridad tomadas y se emborracha con éxitos que ni son propios, ni son tan claros. Así se ha aprobado el techo de gasto para 2017 que sólo supone el 1,3 % de incremento, cuando el Gobierno prevé que el crecimiento económico, léase el PIB suba cerca de un 3 %. Estas son las compensaciones del tan cacareado “estamos saliendo de la crisis”; o sea, más de la misma medicina: austeridad y recortes. La riqueza que se genera va a parar a manos de los que ya tienen y fomentan que el sistema financiero siga creciendo en perjuicio de la economía real y con el peligro de alimentar una nueva crisis. Los ciudadanos seguirán con servicios públicos recortados, con menos derechos y menos salarios. Pero, sin salarios la gente se endeuda y en muchos casos no puede pagar las deudas que ya tiene. Desahucios e impagos son sus consecuencias. Consecuencias nefastas para un crecimiento normal y sano de la economía.

Invertir en sectores productivos siempre ha sido la mejor forma de salir de las crisis, sin embargo, aquí sólo esperamos a que nos venga el aire de culo: expansión crediticia de la Unión Europea, bajada del petróleo y, nos olvidamos, de invertir en I+D+i, Investigación, Desarrollo e Innovación. Mantenemos nuestro crecimiento impulsados por un turismo, a veces de baja calidad; nos olvidamos de las energías renovables en contra de la dirección tomada por aquellos que llevan la delantera; nos olvidamos de nuestra gente en la que hemos invertido dinero y recursos para su formación y la dejamos con las manos cruzadas o que se marchen a mejorar otras economías; nos olvidamos, en fin, de que la razón de la economía es el bienestar común.

Pero la España que va bien y desde el 2015 parece que ha salido de la crisis según las cifras macroeconómicas. Esta España no logra cumplir ninguno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. España va lenta en su compromiso con un mundo más igualitario, sostenible y de mayor acceso a los recursos y derechos sociales. Tal vez demasiado lenta. Nuestro país no ha logrado ni uno sólo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, la agenda de retos que debe guiar las políticas globales de desarrollo a cumplir en 2030 con la que los líderes mundiales se comprometieron en una cumbre celebrada dos años atrás, en 2015, y que incluye metas en materia de pobreza, salud, género, agua, energía, empleo, medio ambiente, cambio climático o paz y justicia, entre otras. Esta es la España que algunos quieren vendernos mediante continuas cortinas de humo para tapar sus males. Lo dicho Grecia es y ha sido el chivo expiatorio y, sin embargo, seguimos ciegos a los deplorables resultados.

[1] Ver Alternativas Económicas de julio-agosto núm. 49. Grecia, en la cárcel de la deuda por Pere Rusiñol.

[2] Ibídem. Entre el desencanto y la resignación. Hibai Arbide Arza.

No es suficiente el caso de Grecia para olvidarnos de la austeridad