viernes. 19.04.2024

No “podemos” quedarnos en casa, ni sin ella

La capacidad de aguante del ciudadano español no tiene límite. La confianza en sus gobernantes tampoco.

Algunos estamos profundamente sorprendidos y extrañados de que después de tanta corrupción y mentiras sobre la misma que surgen a diario, de forma continua y tienen como centro neurálgico el partido que tenemos en el gobierno, aún haya personas que quieran votar al Partido Popular. Sí ya sé que hay un sector no muy grande que les va cada día mejor con las políticas austeras y de libertad sobre todo para el dinero. Libertad comprada con dinero. Pero son la mayoría los que están sufriendo el paro sin ninguna prestación, el paro con prestación disminuida, el trabajo precario, el trabajo con salario devaluado y horario incrementado, los recortes en servicios esenciales: sanidad, educación, servicios sociales, pensiones, los recortes en libertad ya que ésta requiere poder pagarla cosa que no se puede con escasos recursos.

La capacidad de aguante del ciudadano español no tiene límite. La confianza en sus gobernantes tampoco. De otra forma ya hace tiempo que el gobierno actual hubiera desaparecido de la política española. ¿Quién se puede creer que recortando se mejora la vida de los españoles? Sí, claro los bancos y los acreedores. ¿Quién es capaz de defender que facilitando el despido y disminuyendo los salarios se mejora la vida de los trabajadores y se aumenta el empleo decente? Sí, claro los grandes empresarios que quieren ver sus beneficios incrementarse año tras año para que sus acciones en bolsa no paren de crecer y la riqueza de sus directivos aumente de forma no sólo proporcional sino, también, exponencial. ¿Quién puede estar convencido de que con financiación ilegal, generada por la adjudicación de grandes contratos públicos, por la privatización de servicios o por donaciones nada claras, un partido puede preocuparse por el bien de su población? Sí claro aquellos que siguen pensando que el Partido Popular son sus colores y que no habrá otro que pueda traernos más bienestar porque no hay alternativa.

Así muchos van a votar como quien ficha en la fábrica, en el taller, o en el trabajo. Es un deber: se lo deben al partido que les mantiene en la ignorancia. Pero no pueden pensar nada más. No pueden mirar la realidad de frente. Siguen creyendo que los griegos se merecen lo que tienen y que los alemanes son unos seres magníficos a los que hay que copiar. Pero, sabemos que hay unos pocos griegos que se creen adalides de su país y que cuando las cosas les van un poco peor cogen su dinero y se olvidan de sus conciudadanos que, por otra parte, son realmente los que aportaron y aportan bienes a la economía real de Grecia. Pero hay, igualmente, unos pocos alemanes que están sacando provecho de la creación malévola del euro y junto con los bancos de algunos países de centro Europa, siguen estrujando a una gran parte de alemanes y del resto de ciudadanos europeos que, no cabe duda, juegan en el equipo perdedor.

En nuestro País teníamos un atisbo solo de lo que puede ser un Estado del Bienestar en condiciones, pero los algodones del consumo que nos sumieron en la indolencia, han dejado una huella indeleble que nos inunda de temor ante cualquier pérdida. Por ello la política del miedo está teniendo una influencia importante en la intención de voto. El discurso de desprestigio y de identificación peyorativa con países que han puesto en marcha políticas a favor de la gente, enmascara la situación de nuestro país y de de aquellos países que han seguido el plan neoliberal y están llenos de ejemplos de desvergüenza política, violencia y pobreza extrema. Mientras tanto sus programas son pura ocultación. Ya que sus propuestas, seguro, despertarían a sus votantes y les harían huir desbocados.

Nuestra querida Esperanza Aguirre es una fiel partidaria del discursos del miedo y afirma, sin pestañear que “si Podemos gana, será la última vez que votemos en libertad”. Ésta es la clase de argumentos a los que nos tienen acostumbrados los políticos que nos gobiernan. Demuestran una profundidad y una altura de miras indiscutible, a fuerza de cualquier otro argumento más sensato. Lo repiten mil veces y lo instalan como un mantra entre sus correligionarios y entre aquellos que dudan, no saben o no quieren saber. Así sin que nadie prevea lo que van a hacer, mantienen a raya y dentro del redil a miles de ciudadanos inocentes. Pero, para aquellos que lean entre líneas o aquellos que conozcan la realidad sin velos, el programa que practican está claro: hay que hacer a los ricos más ricos ya que ellos derramarán su riqueza sobre el resto, la gente que menos tiene, la plebe, la clase perdedora, incluso de los corruptos. Sin embargo, no es cierto lo que dijo el famoso presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, muy dado él a los aforismos: “Cuando sube la marea suben todos los barcos, los grandes y también los pequeños”. Gran estafa ésta ya que muchos no tienen barco, no tienen casa y por no tener no tienen siquiera un futuro que les cubra su pobreza, su inseguridad y su dignidad.

El miedo a perder el trabajo aúpa los contratos sin derechos y en fraude de ley. Da lo mismo el tiempo que se contrate, la realidad es que los trabajadores pasan más de una jornada en el puesto trabajo cobrando, en muchos casos, menos de la mitad de un contrato a jornada completa. La oferta y demanda de trabajo juega en contra de los trabajadores. La inmensa “fuerza de trabajo” sin trabajo, es una mercancía barata, es como decía Marx un “ejército industrial de reserva” que configura un mundo de piezas recambiables y multiusos para utilizar en la producción y los servicios, pero que olvida que son personas a las que les han arrebatado sus derechos de ciudadanos.

Por tanto, no sólo hay que votar para que no nos sigan engañando, para que no nos roben nuestros escasos recursos, para que no nos echen de nuestras viviendas, para que no nos usurpen los derechos que se habían ganado en lucha justa aunque desigual por nuestros padres y abuelos. También tenemos que saber que alcanzar la equidad y la justicia no es cuestión que se consiga votando cada cierto tiempo, sino que requiere un respaldo continuo a las fuerzas progresistas. No podemos dejar que la política la hagan por nosotros. No podemos dejar de caminar juntos tras un mundo más equitativo. No podemos, en esa lucha, dejar solos a los griegos en Europa, ni a todos aquellos que sufren las consecuencias de las políticas neoliberales, se necesita, y sin demora, abrir brechas en el muro neoliberal que permitan realizar un verdadero cambio, un verdadero vuelco al statu quo inamovible que nos encadena y nos estrangula.

No nos fiemos de las dádivas en busca de voto, de esta alegría preelectoral con la que nos quieren hacer comulgar por parte del actual gobierno. No son serios aunque lo repita constantemente Rajoy y quieran aparentar lo que no son. Son ruedas de molino que seguirán pesando en nuestra vida y que nos pasarán factura en la próxima legislatura: la deuda no para de crecer y seguirán practicando los mismos remedios infructuosos. La alegría que pueda percibirse, ha sido facilitada exclusivamente por una conjunción astral: por la compra de bonos del BCE, por la rebaja en la factura del petróleo, por la bajada en el intercambio divisas: depreciación del euro en relación al dólar (lo que mejora las exportaciones) y por el incremento intencionado y temporal del gasto público. Fenómenos coyunturales que han servido de cortina de humo a la realidad española. Todo esto no debe engañarnos, nos jugamos perder no solamente nuestras viviendas: triste realidad para demasiados, sino, incluso, nuestra posibilidad de una vida digna y con futuro.

No “podemos” quedarnos en casa, ni sin ella