sábado. 20.04.2024

Los valores de la desigualdad

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El problema de la desigualdad es que no tiene futuro. La desigualdad es un cáncer social. No sólo porque abona a una gran parte de la población a una vida indigna y sin pulso para vivirla. Además, está consiguiendo enfermar la nave que nos transporta

Por mucho que algunos sectores sociales reclamen mayor igualdad entre las personas, la realidad es que el sistema de la desigualdad, el capitalismo neoliberal, sigue triunfando y generando más distanciamiento entre una minoría y el resto. Porque los valores del neoliberalismo se basan en la competitividad, en el individualismo, en la rivalidad por los recursos y bienes y desecha la solidaridad y la empatía con el otro. El beneficio es el dios supremo y éste valor machaca y derrota a cualquier otro, por muy ético que sea, que no suponga el triunfo individualista. El triunfo en la carrera neoliberal no puede, en este sistema, ser enturbiado por los valores humanitarios. El ganador debe vencer y machacar. El ganador suele tener, además, más cartas que le permitirán seguir ganando sin piedad. El ganador, como la banca, se lo lleva todo.

El problema de la desigualdad es que no tiene futuro. La desigualdad es un cáncer social. No sólo porque abona a una gran parte de la población a una vida indigna y sin pulso para vivirla. No sólo porque ni siquiera funciona a nivel económico. Además, está consiguiendo enfermar la nave que nos transporta. En el momento en el que estamos puede ser una enfermedad mortal y es incierta la  posibilidad de vuelta atrás. La desigualdad, en consecuencia, está contribuyendo a seguir insistiendo y aumentando los grandes problemas ecológicos. Así, sabemos que el 10 % de los que más tienen, emiten el 50 % del gas de efecto invernadero. Por lo que no sólo hay que descarbonizar el modelo energético sino que, también, es completamente necesario que los más ricos moderen su nivel de consumo si queremos mantener expectativas de vida en la tierra.

Que no me hablen de que el mercado asigna los bienes y recursos eficientemente. Todos hemos padecido la burbuja inmobiliaria y somos conocedores de que, especialmente en las grandes ciudades, existen millones de casas vacías, más que ciudadanos sin ellas, a pesar de que su número también es millonario. El mercado de trabajo asigna este bien entre aquellos que no pertenecen a la élite: estos mayormente viven de las rentas. En relación al resto, el mercado de trabajo decide quién va a tener recursos para vivir y quién no. Si bien es verdad que cada vez reparte menos recursos entre los que consiguen entrar. Y la precariedad es lomás normal en este tiempo. No sólo entre aquellos que consiguen trabajar por cuenta propia sino también entre aquellos que siguiendo los mantras neoliberales se han hecho autónomos o se han auto-empleado. Así, hoy en España, por seguir el mantra neoliberal, más de 300.000 autónomos perciben un salario inferior al Salario Mínimo Interprofesional (SMI) [1] y, en muchos casos, son esclavos de las empresas que les dan trabajo.

Y que no me hablen de la privatización de los servicios básicos como la panacea en la mejora económica y el bienestar de los ciudadanos. En España, en diez años, el agua ha subido un 76%; el gas, un 48%; la luz, un 87%, mientas los salarios solo un13%. En 2007, para pagar estos servicios básicos se necesitaba un 9% del salario medio, ahora senecesita un 14% [2]. Es el triste record de la privatización tan proclamada por los neoliberales y conservadores.

Los valores de esta sociedad son los que soportan la desigualdad existente. Que un mínimo porcentaje de ricos acaparen más del 50 % de la renta de toda la población. Que casi 13 millones de personas estén en riesgo de exclusión y pobreza. Que hay 1.613. 100 parados de larga duración, de más de un año. Que  la mitad de los desempleados no cobran subsidio alguno y la mitad de quienes lo cobran reciben, únicamente, la pensión asistencial. Que estamos a la cola de Europa en el reparto de la renta. Que nuestro Coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en el reparto de ingresos entre los hogares, sitúa a España en 2016, último año publicado, a la cola de la UE-28, sólo por delante de Rumanía, Lituania y Bulgaria. En cuanto al reparto de la riqueza, según la Encuesta financiera de las familias del Banco de España, la desigualdad de patrimonio entre los hogares se ha doblado en sólo 12 años. La mitad más rica del país ha incrementado su patrimonio medio en un 29%, mientras que la mitad más pobre lo ha reducido en un 30% ​[3].

Parece, sin embargo, que los economistas ortodoxos son ahora conscientes de que el libre comercio y la libre circulación de capitales, que se ha acelerado a nivel mundial durante los últimos 30 años, no ha beneficiado a todos. ¡Vaya por Dios! Son muchos, no obstante, los que no saben, cuando votan, que valores están defendiendo. Pero, una sociedad en la que los ciudadanos mantienen su voto y sus creencias a piñón fijo y sin pensar, es una sociedad que permite caminar por caminos, aunque trillados, no elegidos por la mayoría, una sociedad que se queda anclada en el pasado, una sociedad dirigida por el interés de unos pocos y como los datos dejan patente, en perjuicio de casi todos.


[1] Alternativas Económicas, núm. 54. Dossier Autónomos. Ariadna Trillas, pág. 41.
[2] Ver Miguel Salas. Sin permiso.http://www.sinpermiso.info/textos/reino-de-espana-el-salario-minimo-y-laestrategia-sindical
[3] Ibídem.

Los valores de la desigualdad