viernes. 29.03.2024

Una humanidad que corre al abismo

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El neoliberalismo son las gafas que los poderosos, la élite, emplea para no ver todas aquellas vilezas y desastres que su egoísmo produce

El neoliberalismo está empeñado en no dejarse desenmascarar por el cambio climático. Sin duda el capitalismo desencadenado en el que se ha convertido el neoliberalismo, no tiene en cuenta a las personas, sus derechos, su vida, ya que es el mercado el que tiene la varita mágica con la que todo se soluciona, y tampoco tiene en cuenta los problemas medioambientales por la misma razón. El neoliberalismo, en consecuencia, son las gafas que los poderosos, la élite, emplea para no ver todas aquellas vilezas y desastres que su egoísmo produce. El neoliberalismo, actualmente, es el opio del pueblo.

Cuenta Naomi Klein en su último libro Decir no, no basta que “para evitar el caos climático tenemos que plantar cara a las ideologías capitalistas que han conquistado el mundo desde la década de 1980…la clase oligárquica no puede seguir sembrando el caos sin someterse a reglas. Detenerla ya es una cuestión de supervivencia colectiva de la humanidad (1)”. Adormecernos en los brazos de una ideología basada en el egoísmo y la insolidaridad no nos salvará.

Con Naomi Klein podemos preguntarnos “¿Por qué iba nadie a esforzarse tanto en negar los datos científicos que respaldan el 97% de los climatólogos, y cuyos efectos podemos apreciar a nuestro alrededor y que se vuelven a confirmar en las noticias que consumimos a diario? [...] cuando los conservadores de la línea dura niegan el cambio climático no sólo están defendiendo las riquezas –con un valor de billones-- que se ven amenazadas por la acción contra el cambio climático. También defienden algo que para ellos es más preciado aún: todo un proyecto ideológico –el neoliberalismo—que sostiene que el mercado siempre tiene razón, que su regulación siempre es un error, que lo privado es bueno y lo público es malo, y que lo peor de todo son los impuestos destinados a sostener servicios públicos (2)”.

El proyecto iniciado en los años 70, está resultando tan exitoso para ellos que incluso se ha conseguido que los impuestos los paguen los demás, aquellos que no están en la élite económica y su poder no se encuentra en la cúspide. Pero aun así, el resto de los mortales, el 99% o más pagamos y callamos.

La ceguera, aun con ojos sanos, se está extendiendo en la sociedad, rememorando el libro premonitorio del escritor portugués José Saramago. Cuanto más corroe el capitalismo neoliberal a la comunidad, más parece que la gente vota a favor de esta ideología. Estar con la gente, defender los derechos humanos, buscar el desarrollo de todos los ciudadanos, está mal visto y es peligroso. La labor realizada por los ricos y poderosos, aunque en contra de todos, está dando los resultados que siempre han buscado. Somos marionetas manejadas con hilos que han usado inteligentemente. Nos roban y aún creemos que son ellos los que nos salvarán de las crisis que ellos mismos provocan. No somos conscientes de que “Muchas de las crisis a las que nos enfrentamos son síntomas de la misma enfermedad subyacente: una lógica basada en la dominación que trata a muchas personas, e incluso la propia Tierra, como si fueran desechables (3)”.

Es urgente un cambio de conciencia. No nos vale un consumismo como fin de nuestras vidas, consumismo que sólo garantiza riquezas a aquellos que salen victoriosos en la carrera de la vida, gracias en muchas ocasiones, por no decir en todas, a su egoísmo, avaricia e insolidaridad. Un mundo mejor es necesario y este no se consigue dejando que los productos embauquen a las personas dejando “unos beneficios superescandalosos a un reducidísimo número de habitantes de ese mundo mejor (4)”. Mientras que una gran parte de la población sufre hambre y malnutrición en un mundo ahíto de riquezas. Y no se consigue mediante la especulación en todos los ámbitos, ni mediante un capitalismo financiero que hace del dinero, un medio de pago, el fin de la economía, destruyendo a la economía real, aquella que tiene que ver con la cobertura de las necesidades de la población.

Corremos al abismo con los ojos cerrados y todavía creemos a pies juntillas los cuentos y cuentas que elaboran aquellos que sólo buscan su propio beneficio y en aras a ello hablan de la libertad, de la propiedad y de la justicia: la suya por supuesto. Pero sigamos adorando a becerros de oro, sigamos corriendo sin saber ni dónde vamos ni dónde nos encontramos. Sigamos ignorando las señales que nos avisan. Sigamos adorando al fetiche del crecimiento. Sigamos consumiendo como si no hubiera un mañana. Sigamos destruyendo la tierra. El abismo no está muy lejos.


(1) Klein, Naomi (2017:104). Decir no, no basta. Paidós.
(2) Ibídem (2017:101).
(3) Ibídem (2017:267).
(4) Franzen, Jonathan (2011:245) Libertad. Círculo de lectores.

Una humanidad que corre al abismo