jueves. 28.03.2024

Fundamentalismo del mercado

La economía conforme se está aplicando actualmente se parece más a una religión que a una ciencia contrastada. Se apoya en la fe y no se ve verificada en la realidad. Se apoya en dogmas que son repetidos como mantras y enseñados en la mayoría de las universidades, a pesar de que los resultados manifiestan ser contrarios al fin que pretende, que, por otra parte, no debe ser otro que no sea el beneficio de la sociedad. Pero, claro, su posición es nítida si atendemos a lo concluido  por una de sus adalides: Margaret Thatcher, ella nos dejó meridiana la filosofía de la teoría económica neoclásica: La sociedad es algo que no existe. Los individuos tienen que mirar por su propio beneficio e interés y así mediante la búsqueda egoísta de su propio bienestar, como arte de magia, el mercado se encargará de maximizar el bienestar de todos.

Así, el individualismo feroz y el fundamentalismo de mercado  de estos tiempos han erosionado cualquier sentido de comunidad y han llevado a la explotación rampante de los individuos incautos y vulnerables y a una división social cada vez más acentuada, como nos diría Stiglitz en su libro Caída libre. Los mercados, lo que  también han hecho, es modelar ciegamente la economía y las personas, atendiendo exclusivamente al beneficio privado. Incluso, especialmente en los últimos tiempos, han hecho una mala asignación de nuestro talento, encauzándolo básicamente a la especulación financiera a la que se han dedicado los mejores cerebros que no han podido resistirse a la ganancia de dinero fácil a espuertas.

En el fundamentalismo de mercado se cree que los mercados son eficientes por sí mismos y se corrigen por sí solos y se debe interferir en ellos  lo menos posible, ya que de esta forma se puede maximizar el crecimiento y la eficiencia de la economía. Cuando la realidad lo que nos demuestra es que cuando nos viene una de las crisis que cíclicamente nos afecta se pide el auxilio del gobierno, gobierno que se ha pretendido minimizar de acuerdo a sus dogmas. Ya que en la agenda neoliberal encontramos el fundamentalismo del libre mercado, la austeridad fiscal, y las amplias desregulaciones de los mercados financieros y laborales, así como privatizaciones que deben configurar un Estado mínimo. Esta contradicción hace escribir a Varoufakis que esta ideología brilla “más por su inobservancia que por su observancia.”

Sin lugar a dudas el mercado perfectamente competitivo  es inestable y por tanto una realidad elusiva, ya que siempre desemboca en una situación de oligopolio o de monopolio. El nivel de beneficio de una empresa competitiva es menor que el que se consigue mediante el oligopolio o el monopolio, por mucho que las empresas competitivas sean presuntamente maximizadoras de beneficio. Por eso, pensar en que los mercados nos llevarán a un mundo estable e idílico forma también parte de los dogmas que nunca se cumplen y se encuentra dentro de las utopías más populistas que es sigilosamente aplicada e inoculada en los cerebros de los ciudadanos.

Debemos tener en cuenta que en los años anteriores a la crisis que todavía persiste, se mostraban cuatro características: grandes desequilibrios de las balanzas de pagos; un aumento del precio de la vivienda en varios países desarrollados entre los que se encontraban Estados Unidos y España; un crecimiento espectacular, tanto en escala como en rentabilidad, del sector financiero muy liberalizado; y un despegue en los niveles de deuda privada [1]. Una vez iniciada la crisis muchos de los economistas son conscientes de que la respuesta automática para atajar el peligro de recesión debe ser la bajada de tipos de interés por el Banco Central, un mayor gasto del gobierno o la rebaja de impuestos.

No obstante, las políticas austeras llevadas a cabo por los que veneran al mercado han sido totalmente diferentes, cuando, sin embargo, las experiencias habidas en anteriores crisis han demostrado que el  incremento de la demanda agregada es esencial para salvarse de las crisis iniciadas y el peligro de una posterior recesión. Steve Keen en su libro la economía desenmascarada llegaba a la siguiente conclusión al respecto: “Aunque puedo seguir hablando de falacias lógicas hasta el  infinito, siempre quedará la necesidad de aportar alguna prueba empírica de que la economía neoclásica [fundada en la mano invisible del mercado] está equivocada. Esta prueba la ha aportado, de forma espectacular, la Gran Recesión [crisis actual e iniciada en 2007]. Los modelos neoclásicos no solo no la predijeron, sino que, de acuerdo con ellos semejante cosa no podía ni siquiera llegar a ocurrir. [2]”

El problema fundamental del llamado fundamentalismo del mercado es, no obstante, la dependencia que el bienestar de las personas tiene de unos mercados que se rigen por la rentabilidad económica (mercados dirigidos por unas agencias de rating, interesadas y mentirosas, y encabezados por los mercados financieros con un norte muy diferente), lo que implica una reversión de valores que pone en el centro la economía y desplaza a las personas. Aunque, debemos ser conscientes, si analizamos aunque sea someramente los resultados de esta y otras crisis, de que “En realidad la mano invisible [de los mercados] es el mecanismo por medio del cual la búsqueda del interés exclusivo, privado, puede servir de base para la reproducción social (resultado social objetivo) de un sistema donde nadie fija otro objetivo colectivo que la salvaguardia misma de los intereses privados. [3]”


[1] Wolf, Martin (2015:55). La Gran Crisis, cambios y consecuencias. Deusto.

[2] Tampoco se predijeron las crisis anteriores más importantes: Gran depresión de 1929, crisis del petróleo de 1973, etc. Es muy conocida la pregunta que hizo la reina Isabel II en la London School of Economisc (Centro Académico líder en ciencias económicas) el 4 de noviembre de 2008: ¿Por qué nadie se dio cuenta? La respuesta después de meditar varios meses fue que no se reconocieron los grandes riesgos que el sistema suponía y el nivel del desastre que se estaba fraguando. ¡La ceguera de la fe!.

[3] Guerrero, Diego (2003). Economía no liberal para liberales y no liberales.

Fundamentalismo del mercado