jueves. 18.04.2024

Decidieron ser felices

Los gobiernos tienen que impulsar sociedades que permitan desarrollarse a sus ciudadanos y les haga posible ser felices a su manera.

Los gobiernos tienen que impulsar sociedades que permitan desarrollarse a sus ciudadanos y les haga posible ser felices a su manera. Sin embargo, la realidad es que los propios gobiernos son los que en muchas ocasiones ponen barreras y limitan las posibilidades de conseguir sociedades armoniosas en las que todos sus miembros puedan realizarse y contribuir a la mejora de la sociedad en la que viven.

Necesitamos una revolución ética, ya que este siglo XXI o es ético o no será. En los países donde anida la corrupción, el desarrollo y los derechos decaen y quedan en desuso. Nuestro país temerariamente está llegando a extremos muy peligrosos, ahora lo que estaba en las profundidades está saliendo a flote, pero apuesto a que todos conocemos muchos casos que nos demuestran que los valores que hacen a una sociedad desarrollarse no son los que han brillado en los últimos decenios en el Reino de España.

En este país, por ejemplo, hemos visto guiar al poder judicial hacia los intereses partidistas en muchos casos. Recordaremos “La utilización por parte del Gobierno de Aznar de un juez de la Audiencia Nacional para procesar a la cúpula de un grupo de comunicación no afín (Grupo PRISA) [esto como nos dice Carlos Sebastián] se enmarca en esta línea de utilización impune del aparato judicial por parte de los poderes políticos. El juez en cuestión fue finalmente condenado por prevaricación, cometida en la instrucción del caso, e indultado más tarde por el propio Gobierno de José María Aznar. Esta secuencia de hechos no ocurrió en Venezuela; sucedió en España[1].” Pero esto solo es un botón de muestra, todos somos conscientes de múltiples ejemplos que han sucedido en los últimos años con jueces y afiliados de un partido u otro.

Sin embargo, Venezuela, Irán y otros países gobernados por la izquierda se han convertido en tapaderas, machaconamente traídas, para evitar que el lado avaricioso e impune de la política no salga a la superficie, aunque el agua, es verdad, estaba muy clara ya que nos lo estaban diciendo: “El que no tenía dinero en Suiza era un hortera.” Mario Conde dixit.

Todos lo veíamos, las instituciones del país daban muestras de una caída sin fin al abismo de la corrupción y el nepotismo, forjado con los intereses partidistas. Pero, a lo mejor, como nos dice José Antonio Marina: “La inteligencia es una facultad personal, pero se desarrolla siempre en un entorno social e histórico que determina sus posibilidades [...] Nuestra inteligencia es estructuralmente social. Un niño aprende en pocos años los que la humanidad tardó milenios en inventar[2].” Y en este contexto nos formamos con valores sociales de los que todos participamos y nos hacen pasar por alto, estar ciegos para ciertos vicios perniciosos.

Así podemos decir, que todo empezó cuando la ética personal llegó a unos mínimos de los que no podía seguir bajando. Muchos, a pesar de recibir injusticias, decidieron ser felices antes de luchar contra el monstruo social creado principalmente por los partidos en el gobierno, más preocupados por rodearse de prosélitos bien pagados con el dinero de todos los ciudadanos.

En el ámbito de la Función Pública, aquellos trabajadores que han querido ser fieles a sus obligaciones se les ha cesado, a veces de forma mafiosa; se les ha mandado a galeras, a veces con advertencias;  se les ha escamoteado sus derechos, para que cojan miedo; se les ha puesto trabas a ejecuciones de sentencias y se le ha alargado sus procesos para provocarles el máximo daño. Me hace gracia cuando oigo decir a los que se proclaman liberales que defienden la libertad con uñas y dientes, cuando ellos han contribuido a que se vivan muchas de estas experiencias que contradicen sus palabras.

Lo que ha pasado en nuestro país es que se ha producido una auténtica colonización de las administraciones públicas y de las instituciones por parte de los partidos mayoritarios. Colonización más propia de otros tiempos que los de una democracia que pensamos consolidada. Las Comunidades Autónomas y la Administración Central se han llenado de libres designaciones, limitando el acceso de los funcionarios más preparados e independientes, y se han llenado de estómagos agradecidos colocados en las empresas públicas e incluso en las propias administraciones, sin que concurra el mérito y capacidad requerido por nuestra Constitución y las leyes de desarrollo.

El mantenimiento de unas instituciones al servicio de todos. El cumplimiento de las leyes y la ejecución pronta de las sentencias son básicos en el Estado de Derecho. En caso contrario, el desorden llama al desorden y el cemento social se resquebraja y desmorona. Las políticas partidistas a veces buscan y siempre consiguen dividir a la sociedad. Los resultados en consecuencia son perversos y no consiguen mejoras ni en la sociedad ni en las relaciones sociales.

Howard Gardner un gran neurocientífico; autor de la teoría de las inteligencias múltiples decía recientemente en una entrevista que “En realidad, las malas personas no puedan ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.” Siempre he considerado que en los puestos más altos no vale sólo ser inteligentes, antes de todo en las personas que nos gobiernas y en las que están en puestos de élite de la Administración, tiene que imperar la honradez y los valores éticos que busquen el beneficio de todos y la mejora de su sociedad. No debemos permitir Nulla politica sine ethica.


[1] Sebastián, Carlos (2016:26). España estancada. Por qué somos poco eficientes. Galaxia Gutemberg.
[2] Marina, José Antonio (2015:39-40) Despertad al diplodocus. Ariel.

Decidieron ser felices