jueves. 28.03.2024

¡Cuidar los servicios públicos! Es un bien de todos

educacion

Las pensiones, la investigación, las energías, la sanidad, la educación, la dependencia, la vivienda, salen claramente perjudicadas con las políticas neoliberales

En el capitalismo neoliberal que padecemos, menospreciar la gestión pública se ha convertido en un mantra machacón que ha calado en la población de forma inconsciente. Para que no pudiera plantearse duda alguna, las políticas neoliberales se han encargado de retirar y reducir recursos para los servicios públicos ya establecidos que dejaban ver, a fuerza de escasez, las deficiencias inducidas. Sin embargo, los resultados obtenidos por las buscadas privatizaciones han sido poco halagüeños para los ciudadanos, ya que han tenido que pagar facturas cada vez mayores y recibir servicios más caros que no mejoraban la calidad. Además, han visto como sólo se beneficiaban los administradores y accionistas de las empresas privadas que se hicieron cargo de estos servicios.

La gestión pública de los servicios básicos tiene la virtud de poner al descubierto los valores que la sociedad sostiene y están imbuidos en su cultura. El mejor o peor funcionamiento de un servicio público tiene que ver con la sensibilidad social de los ciudadanos, con la cohesión social y el sentimiento de identidad de sus integrantes. La gestión privada, sin embargo, sólo se da si hay beneficio y para conseguirlo no se detiene ante la pobreza, disminuciones de plantilla, reducciones salariales, precarización laboral, búsqueda de subvenciones, selección adversa de clientes en relación a su mayor o menor coste y a su mayor o menor seguridad de cobro. La calidad del servicio y el coste del mismo tendrían que ser los parámetros de su evaluación y hay evidencias, para quien quiera ver, de que los costes que se pagan por la ciudadanía son hoy mayores y los servicios que los ciudadanos reciben dejan que desear en algunos casos.

Las pensiones, la investigación, las energías, la sanidad, la educación, la dependencia, la vivienda, salen claramente perjudicadas con las políticas neoliberales. La corrupción, la especulación y la desigualdad, se han disparado al alza, y el medio ambiente, la solidaridad, la cohesión y la empatía parece que han sufrido una clara devaluación. Todo es mercancía en este capitalismo. Y así el dinero que debiera ser un medio de pago que facilite las transacciones de productos y la compra de servicios, se ha convertido en una nueva mercancía más a la que damos un valor omnímodo, cuando la realidad es que está basado en la confianza que la sociedad deposita en él, como deuda que permitirá mediante su aceptación comprar otros bienes y servicios.

El Estado no tiene que intervenir, dicen los que aprovechan los beneficios privados, pero son ellos los primeros que cuando sus excesos provocan el hundimiento de sus empresas, acuden al papá Estado, para que entre todos los ciudadanos acoquinemos recursos y les salvemos. Sólo hay que mirar para ver y no estar sordo para poder oír.

Algunos Ayuntamientos, a pesar de las dificultades que se les han puesto para lograrlo, basados en estudios de expertos, se han dado cuenta de la realidad y han devuelto servicios básicos que se habían privatizado a la gestión pública para realizarla por los propios Ayuntamientos. Pero no hay que hacer grandes estudios para tener claro que hay bienes esenciales que no pueden estar al arbitrio del mercado y menos en mundo tan desigual, ni bajo la especulación financiera, ni dependiendo de la posibilidad de poder pagar su precio. El aire y el agua son bienes que no pueden dejarse en manos del mercado y, tampoco, la salud, la educación, la dependencia. Y no se pueden dejar si queremos una sociedad que mire por sus integrantes, valorando la vida como un bien que no puede definirse mediante un precio y no puede valorarse con un medio de pago.

No es necesario recordar que, incluso, el gasto público pone dinero en la economía, a favor del sector no público, mejorando así el letargo que ésta pueda tener en tiempos de penuria, que este dinero, además, tiene un efecto multiplicador beneficioso para las empresas y los ciudadanos, estimulando la producción y la prestación de servicios que pueda estar ociosa por falta de demanda.

No debería ser necesario recordar que los gobiernos, a diferencia de las familias y si emiten su propia moneda, no tienen restricción presupuestaria sino, a lo sumo una “regla contable” convenida y asumida.

No debería ser necesario recordar que hay gastos costosos pero que son de vital importancia para el crecimiento y la mejora de la economía como el gasto en educación y la investigación y el desarrollo (I+D). Gastos que no pueden dejarse al albur de la empresa privada. Gastos que son externalidades positivas que benefician a la generalidad de la sociedad, suponiendo grandes ahorros a las empresas. Gastos que como en investigación y desarrollo han sido silenciados cuando la administración era su financiador y promotor. Así nos dice Mariana Mazzucato en su libro “El Estado emprendedor”: “En el desarrollo de la aviación, la energía nuclear, los ordenadores, Internet, la biotecnología y los actuales desarrollos en la tecnología verde, es y ha sido el Estado –y no el sector privado—el que ha arrancado y movido el motor del crecimiento, gracias a su disposición a asumir riesgos en áreas donde el sector privado ha sido demasiado adverso al riesgo.(1)”

Si parece necesario recordar que debemos ¡Cuidar los servicios públicos! Es un bien de todos.


(1) Mazzucato, Mariana (2014:46). El Estado emprendedor. RBA.Barcelona.

¡Cuidar los servicios públicos! Es un bien de todos