jueves. 18.04.2024

El contrato único no es progresista

En la arena política la lucha entre un cambio progresista y el continuismo absorbe gran parte del tiempo.

En la arena política la lucha entre un cambio progresista y el continuismo absorbe gran parte del tiempo. El mundo de la política en estos días está rebosante de noticias engañosas y vacías. Se habla de un cambio progresista y realmente se quiere partir de decisiones que indican que las consecuencias serán dosis nuevas, aunque frescas, de lo mismo. Se habla de un crecimiento esplendoroso y envidia de las naciones de nuestro entorno y nivel y lo que nos muestra la realidad es que el crecimiento no es un dato nada fiable, que poco tiene que ver con el beneficio de la gran mayoría de la ciudadanía. Se habla de un pacto progresista histórico y se incorpora un sucedáneo del contrato único que llevaba Ciudadanos en su campaña.

Y es que el contrato único de Ciudadanos lo que en realidad conseguiría sería convertir a todos los trabajadores en precarios. Convertir a todos los contratos en temporales. El aumento de indemnizaciones en relación a la antigüedad del contrato no lograría la permanencia de los trabajadores y facilitaría la extinción de los contratos al albur del interés de los empresarios. Prácticamente convertiría a todos los trabajadores en eventuales trayendo el paraíso de la flexibilidad a la empresa, que así tendría material barato y en abundancia para cubrir su necesidad del recurso [1] humano en cualquier momento y a cualquier hora. Es lo que tiene el capitalismo de la globalización en el que la oferta tiene que adaptarse a la demanda y la oferta tiene, además, que buscar la competitividad, agarrándose, erróneamente a mi entender, a la reducción de costes de todos sus inputs y a una flexibilidad en la contratación de los trabajadores que hace olvidar la razón de la economía, que no es otra que la búsqueda del bienestar de los ciudadanos.

El Acuerdo entre el partido socialista y ciudadanos sigue manteniendo el mismo espíritu del contrato único olvidándose de los objetivos que proclaman. Nos dice el Acuerdo en su página 19 que: “Reducir el desempleo y la precariedad son los dos grandes retos prioritarios para España. El mercado de trabajo español produce sistemáticamente unos niveles de paro extraordinarios y un altísimo nivel de temporalidad. España ha sido el único país de la OCDE en el que la tasa de paro ha superado el 20 % hasta en tres ocasiones desde 1980. Además, desde la introducción de los contratos temporales en 1984, el porcentaje de trabajadores temporales respecto del total ha ido aumentando progresivamente, hasta superar significativamente la media de la UE, de forma que en los últimos 30 años uno de cada cuatro españoles en edad de trabajar ha sufrido sistemáticamente algún tipo de precariedad laboral. Esta situación continúa sucediendo en la recuperación actual: más de nueve de cada diez contratos que se crean son temporales. Solo por estas cifras se podría señalar que el funcionamiento del mercado laboral ha sido uno de los grandes fracasos de nuestra democracia.” El análisis y los objetivos son, sin duda, correctos pero las decisiones que se proponen para superar la situación, no lo parecen tanto.

El contrato único que proponía en su programa Ciudadanos, se ha dulcificado en el Acuerdo, ya que “Junto a los contratos de relevo y para la formación, las modalidades de contratación se reducen a dos: un contrato de trabajo indefinido para la cobertura de puestos de trabajo indefinidos; un contrato estable y progresivo para la cobertura de puestos de trabajo de duración determinada.” “El nuevo contrato estable y progresivo no tendrá una duración superior a dos años aunque la negociación colectiva podrá acordar una duración menor según sectores de actividad productiva.”

Las políticas neoliberales basan la mejora económica en el incremento de las exportaciones. Para ello, en un país en el que la pequeña empresa es la moneda más común, incrementar el tamaño de las empresas es totalmente necesario, ya que el incremento de tamaño está demostrado que fomenta la productividad y la competitividad de las mismas, influyendo, además, en su propensión a buscar nuevos mercados mediante la exportación de sus productos. Pero las empresas con el tamaño, también aumentan su poder y su influencia en la sociedad. Y también está contrastado que el mayor poder que tienen las multinacionales desestabiliza la democracia y conlleva un aumento de la desigualdad en todos los campos.

Vincular los salarios y la productividad es una de las políticas más aplaudidas por aquellos que creen en el fundamentalismo del mercado, considerando que no hay forma más perfecta para asignar los recursos, pero tiene dos matices que no hay que olvidar. El primero que la productividad tiene mucho que ver con la tecnología y las formas de organización de la empresa. La segunda que por el bien de la empresa, de sus trabajadores y de la sociedad, si se vincula a los trabajadores con la productividad, también se debería vincular el sueldo de los administradores y directivos y el beneficio empresarial, en caso contrario seguiremos creciendo en injusticia social.

No me olvido de que todavía hay muchos yacimientos de trabajo especialmente en el sector de servicios; cuidados, economía verde, investigación, etc. Por lo que la creación del empleo todavía se pude hacer y a ello puede contribuir la reducción de las  cotizaciones a la seguridad social, con objeto de abaratar los costes del factor humano. Esto puede ser una buena solución, pero teniendo en cuenta que se debe modificar inexcusablemente el IRPF y el Impuesto de Sociedades, haciéndolos verdaderamente progresivos y, también, cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos que no tengan medios para vivir dignamente, mediante una Renta Básica Universal. Hay que tener en cuenta que las máquinas siguen tomando el control del proceso productivo. Los trabajadores, por tanto, ya no son la pieza fundamental en este proceso. El desempleo estructural, en este mundo globalizado adobado con la tecnología, cada vez es mayor: aumentan sin cesar las tasas de empleo, los salarios se estancan y tienden a desaparecer en una competitividad descarnada, la desigualdad económica, por último, alcanza niveles nunca vistos y el futuro, para muchos de  nuestros conciudadanos, es incierto y a veces sin esperanza.


[1] Tengo que advertir que uso la palabra “recurso” intencionadamente, ya que la misma supone tratar a los trabajadores como una mercancía más. Claro yo estoy en desacuerdo con este uso, ya que el trabajador es una persona y nunca debiera olvidarse.

El contrato único no es progresista