sábado. 20.04.2024

Competir para perder siempre

Estamos en un juego perverso y diabólico en el que cuanto más corres y más produces peor estás y más pierdes.

El paradigma neoliberal se sustenta principalmente en la disciplina fiscal y eliminación del déficit, en la reducción del gasto público y reordenamiento de las prioridades del gobierno, en la reforma tributaria, en la liberación comercial, en generar un entorno favorable para la inversión, en la desregulación y la privatización de los servicios públicos y como derecho sacrosanto en el respeto de los derechos de propiedad.

Es verdad, sin embargo, que como decía Susan George la Disciplina fiscal pasa a significar algunas veces “acumular grandes excedentes presupuestarios y no gastarlos aun cuando una gran cantidad de personas en el país estén padeciendo hambre”. Reordenamiento de las prioridades gubernamentales se traduce en como “practicar la ‘recuperación de costos’ con respecto a la salud y la educación y hacer que la población pague por la totalidad de los gastos en estos sectores. Reducir el gasto público significa “eliminar los subsidios” a los alimentos básicos, energía, transporte público y demás. La reforma tributaria tiende a equivaler en la práctica a menores impuestos para los ricos. La privatización se convierte en un negocio lucrativo de oportunidades para “hacerse rico rápidamente” para las elites adineradas locales y las corporaciones transnacionales. La apertura y un entorno favorable para la Inversión Extranjera Directa (IED) no significan, necesariamente, que el país reciba inversiones en nuevas instalaciones para la creación de empleos y riqueza. Estadísticamente, la mayoría de los fondos clasificados como IED serán destinados solamente a fusiones y adquisiciones que impliquen la participación de empresas ya existentes, las que generalmente derivan en una reducción de la fuerza de trabajo. Los derechos de propiedad suenan muy solemnes pero de alguna forma nunca llegan hasta el sector en el que son más necesarios.

Otro de los puntos básicos del este neoliberalismo es centrar la recuperación económica en la exportación (claro que los más interesados en ello son aquellos países punteros que tienen ventajas competitivas y que conservan por encima de todo) ya que la demanda interna por mor del tratamiento agresivo de adelgazamiento recetado brilla por su debilidad. Que el balance comercial sea favorable es el mantra más oído y debe suponer la superación de las penurias económicas a las que nos ha obligado la crisis sistémica iniciada en el 2008. Las empresas tienen que ser más competitivas para poder exportar más y generar mayor PIB aunque no se note en las clases pobres. Pero para ser competitivas se centran en uno sólo de los factores que la impulsan, el que más daño hace a la mayor parte de la población;  la devaluación interna del salario. Se olvidan de las mejoras en la tecnología, de las mejoras organizativas, de la reducción de los beneficios, etc. Este modo competitivo tiene gran trascendencia para la mayor parte de la sociedad: los trabajadores, ya que se les obliga a entrar en un juego perverso en el que ganar supone siempre perder. Para ganar un puesto de trabajo tienen que ir prescindiendo poco a poco de su salario y derechos, y cuanto más dura sea la competencia mayor será la pérdida.

El accidente que hubo en Bangladesh en abril del año 2013, en el que se derrumbó el edificio conocido como “Rana Plaza” un complejo de nueve plantas. Edificio que no cumplía ninguna medida de seguridad y en el que se habían detectado visibles grietas. Edificio que albergaba cuatro fábricas textiles que surtían prendas a un coste ínfimo a marcas muy reconocidas de occidente (Benetton, Primark, C&A, Warl-Mart, El Corte Inglés, Mango, etc.) y en el que murieron 1138 personas, principalmente mujeres que obtenían salarios de hambre y eran fuertemente explotadas. En este derrumbe se evidenció el actual sistema competitivo, feroz y perverso que pone los beneficios por encima de la vida de las personas. Tristemente “Bangladesh se ha convertido en el segundo mayor exportador mundial de prendas, después de China, pero sigue siendo el segundo país más pobre del mundo, sólo superado por Haití (1)”. Pero además, para mayor perversidad “La paradoja de este proceso es que los consumidores de Occidente que se benefician de esta moda asequible gracias a los bajos salarios de Bangladesh son aquellos a quienes justamente los trabajadores de Bangladesh están dejando sin trabajo en sus países (2)”.

Actualmente hay muchos trabajadores en países pobres que ofertan jornadas larguísimas y totalmente flexibles por apenas un euro diario. Para competir con ellos estos son los niveles de explotación que debemos alcanzar, pero incluso alcanzándolos siempre tendremos que reaccionar si algún otro país ofrece algo más en tiempo de trabajo y productividad y algo menos en cobro de salarios y derechos. Por eso debemos preguntarnos si ¿Es esto lo que queremos y  es la única posibilidad de reflotar nuestra economía? El sociólogo de la Universidad de Berkeley Ramón Grosfoguel dice que el capital financiero alemán necesita una periferia laboral en Europa y, en consecuencia, afirma que se está empobreciendo a los países del Sur con la política de austeridad para obtener mano de obra barata y competir con China. Parece que esto es lo que, al menos quiere la Europa liderada por Alemania. ¡Claro hay a quién le va muy bien con estas reglas de juego!

Pondremos otro ejemplo del paradigma vigente en la economía mundial: Wal-Mart es la principal y más competitiva empresa de distribución comercial de Estados Unidos y compagina su gigantesca dimensión con la filosofía de precios bajos que consigue siendo una de las empresas que obtiene los mejores precios de los proveedores y unos reducidos salarios de sus trabajadores que suman más de 2.000.000 millones, siendo, en consecuencia, sus beneficios siempre muy abultados. Sin embargo los bajos precios por los que vende sus productos que en principio parecen una ventaja para sus clientes, se convierten en desventajas para las comunidades en las que se instala y ya son unas 8.500 tiendas en 15 países. “Estudios muy fiables demuestran que el empleo directo que crea Wal-Mart reemplaza a 1,4 trabajadores del resto del sector minorista, además de los puestos de trabajo que destruye al causar la ruina de los negocios complementarios (3)”, sin contar, por otra parte, los escándalos urbanísticos e incumplimientos de la legislación que conllevan la apertura de sus centros. Es verdad, ¡así es! como algunos ganan pero hacen que siempre la mayoría pierda.

Es esta, desde luego, una economía muy extraña, se compite en un circuito especial que nos incita a correr sin parar para llegar a tiempo a ofrecer a los clientes aquello que desean o les hacen desear con fecha de caducidad cada vez más escasa. Pero cuanto más corres y más vueltas se dan en este circuito productivo, más atrás nos encontramos: los premios asignados son menores y los clientes cada vez tienen menos poder de compra. Por lo que la tendencia de aquellos países que se especializan en perder, es acercarse al precio cero y a la compensación cero y, claro, en ello estamos: menos sanidad, menos educación, menos servicios en general, retribuciones a la baja, empleo escaso y precario, menos crédito para la innovación y la economía real, etc. Economía en la que los países perjudicados y los ciudadanos excluidos terminan perdiendo todo, ¡la banca siempre gana! En fin, estamos en un juego perverso y diabólico en el que cuanto más corres y más produces peor estás y más pierdes y las migajas que sobran se convierten en el premio de la mayoría, siendo éste cada día más  insuficiente para poder vivir.


(1) Burgaya, Josep (2015:29) La economía del absurdo. Deusto.

(2) Ibídem (2015:31).

(3) Ibídem (2015:88).

 

Competir para perder siempre