miércoles. 24.04.2024

El calentamiento global

En el sector del medio ambiente las grandes empresas van en busca de mayores ganancias y anteponen la rentabilidad a las precauciones.

Con las próximas elecciones el 20D a la vista podemos perder la perspectiva de los temas esenciales para los que el tiempo se va acabando. Entre ellos es crucial el relativo al calentamiento global que debe ser un tema prioritario que no debe hundirse en el torbellino de la lucha por ganar votos. Lo urgente debe dejar hueco a lo importante. La lucha por la vida de los ciudadanos es un tema urgente y perentorio, pero haríamos mal si perdiéramos el hilo de los objetivos a medio y largo plazo que deben considerarse básicos para mantener la vida en este planeta, que por otra parte, cada día es menos acogedor. Por fortuna, son menos los que consideran ya que el cambio climático es sólo un problema ecológico marginal, son menos los negacionistas del cambio climático. Por fortuna, son solo aquellos que tienen grandes intereses en mantener el capitalismo del crecimiento sin límites y del despilfarro de recursos: son solo aquellos que piensan que todavía se puede mantener el modo de vida occidental imitado, también, sin reservas, por los países emergentes.

El calentamiento global trae sus consecuencias del uso extensivo  de combustibles fósiles y de una dieta alimentaria centrada en las proteínas animales; hay que recordar que hacen falta de 4 a 11 calorías vegetales para producir una caloría animal. Y el empleo de técnicas modernas de extracción de petróleo: fracking o minería de arenas bituminosas, ha destruido la naturaleza creando paisajes lunares, ha aumentado el CO2 contribuyendo al cambio climático y está favoreciendo el aumento de polución y la escasez  aguas para el consumo humano. Se requiere gran cantidad de agua para estas técnicas, cuando éste es el elemento de la naturaleza que más necesita la vida, no olvidemos que somos el 70% agua. Sin embargo, la obsesión inconsciente de mantener nuestro modo de vida derrochador, está ocasionando la escasez del líquido elemento, lo que hace muy posible la visión, que ya muchos tienen, de que el agua sea el causante de las próximas guerras y de un comercio descarnado, cruel y sin cuartel.

No podemos obviar, que al igual que en el mundo económico en el que los problemas generados y las crisis creadas tienen mucho que ver con los riesgos que se corren en aras a un mayor beneficio. En el sector del medio ambiente las grandes empresas van en busca de mayores ganancias y anteponen la rentabilidad a las precauciones. Una muestra grave fue el desastre de Britis Petroleum (BP) en el golfo de México cuando corría el año 2010 “el ansia de ahorrar dinero [tuvo] mucha importancia a la hora de facilitar las condiciones que desembocaron en el accidente [1]”. “Recordemos que una plataforma petrolífera de última generación explotó matando a once de sus trabajadores provocando el mayor vertido accidental de petróleo de la historia [2]”

La bajada de los precios del petróleo, que ha supuesto un empujón económico en el mundo actual, ha conseguido ser un arma en contra de las energías limpias. Las imágenes de la población china con un denso smog irrespirable, que ha supuesto la primera alerta roja por contaminación de la historia en la ciudad de Pekín, debe darnos la clave de los resultados que consigue el crecimiento económico desbocado. No obstante, siempre consideramos que son los demás los que no cumplen y por ello la falta de autocrítica no permite una mejora de nuestros actos. Nos negamos a buscar el mal en nosotros mismos. Europa, por ejemplo, que otrora era pionera en la lucha contra los perjuicios que se ocasionan al medio ambiente, debe ser consciente de que contribuye a la polución china, ya que el 20 % de sus importaciones provienen de la producción de ese país.

Muchas de las acciones llevadas a cabo por las naciones nos muestran sin atisbo de duda la locura del ser humano. Las guerras son el paradigma de este aserto. Fabricamos bombas, aviones, tanques, armamento, etc., para matar. Buscamos métodos sofisticados que superen al enemigo y utilizamos la creatividad como en ningún otro sector. Así fabricamos juguetes de guerra como los drones o los aviones invisibles que permiten, además destruir la vida humana sin maltratar como lo hacían las bombas atómicas otros elementos del entorno. Pero como dice Cesar Rendueles: “Hemos entregado el control de nuestras vidas a fanáticos del libre mercado con una visión delirante de la realidad social, que nos dicen que nada es posible salvo el mayor enriquecimiento de los más ricos: ni profundizar en la democracia, ni aumentar la igualdad, ni limitar la alienación laboral, ni preservar los bienes comunes [3]”.

“El calentamiento global tiene una dimensión ética. Los países que más están sufriendo sus consecuencias [nefastas] son los más desfavorecidos, precisamente los que apenas han contribuido al cambio climático. África subsahariana y las pequeñas islas del Pacífico –que sólo suponen el 5 % de las emisiones totales del C02—resultan muy vulnerables ante la intensificación y mayor frecuencia de sequías y de inundaciones, así como ante la subida del nivel de mar [4]”. Por ello “la solución al calentamiento global no está en arreglar el mundo, sino en arreglarnos a nosotros mismos [5]”. No podemos seguir con el despilfarro de recursos mientras que se prevé que más de 1.500 millones de personas pueden morir de hambre en los últimos años de este siglo si no cambiamos nuestros hábitos. No podemos seguir jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta. El principio de prudencia o precaución nos dice que cuando está en juego la humanidad o el medio ambiente no es necesario tener certeza científica absoluta para actuar y evitar riesgos.

Hemos perdido la conexión necesaria con el medio en el que vivimos, pero “La naturaleza no mantiene ninguna relación de fuerza con los humanos, la naturaleza no negocia [6]”. Un proverbio atribuido con frecuencia a las culturas indígenas nativas americanas afirma que “No hemos heredado la Tierra de nuestros padres, sino que la hemos tomado prestada de nuestros hijos [7]”. Hemos de buscar un desarrollo sostenible. Aquel que satisfaga “las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades [8]”.


[1] Klein, Naomi (2015:406) Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[2] Ibídem (2015: 406)
[3] Rendueles, Cesar (2015:13). Capitalismo canalla. Seix Barral.
[4] Narbona, Cristina. Un gran desafío para la UE. Alternativas Económicas núm. 29. Octubre 2015.
[5] Klein, Naomi (2015:344) Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[6] VV.AA (2012:51). ¿Hacia dónde va el mundo? Cochet, Yves, Ante la catástrofe. Ediciones Octaedro, S.L.
[7] VV.AA ¿Es aún posible la sostenibilidad? Engelman, Robert (2013:30). Más allá de la sosteniblablá.
[8] Ibídem (2012:29).

El calentamiento global