sábado. 20.04.2024

Todo lo inhumano es absurdo

Es inhumano un modelo económico en el que una persona activa y trabajando no pueda acceder a los bienes básicos...

Todo lo inhumano es absurdo e inútil dice uno de los personajes de Vasili Grosman en un relato que mezcla ficción y análisis político del final del régimen de Stalin, que como otros regímenes totalitarios sufre un proceso de desorientación que le lleva a la represión indiscriminada contra aquellos que, por su mera existencia, suponen la refutación de propio régimen y evidencian el error y el equívoco de la orientación tomada por éste.

Los campesinos rusos y una buena parte de la inteligencia y los artistas fueron tomados por responsables, y sádicamente erradicados de sus contextos vitales o directamente asesinados, porque el poder burocrático del estado stalinista no podía admitir el error en sus cálculos agroeconómicos ni la desorientación provocada por una acumulación de poder tan centralizada que en lugar de justicia, equidad y racionalidad, habría de generar endogamia,  ineficiencia y favoritismo. Suena próximo, ¿verdad?

Este proceso de ceguera, torpeza y crueldad forma una especie de bucle que está presente en todo acto de barbarie y ensañamiento, que adquiere perfil de proeza contra la humanidad en el caso de la Alemania nazi y los judíos, gitanos o comunistas y el de los jemeres rojos de Pol Pot contra su propio pueblo. Seguir con el recuento de páginas de la historia marcadas por la brutalidad y el dolor no va a llevarnos sino a un estado de nausea que queremos ahorrar al lector, pero no olvidemos los casos de discriminación racial habidos en África o de segregación étnica en oriente medio por su potencial efecto sobre la actualidad.  El bucle perverso alimentado por el par de fuerzas que liga incriminación  de alguien a quien se le hace responsable y contundente represión por ello, tiene siempre un final lúgubre en el que el daño y la inquina desemboca en la verificación de la inutilidad de tal comportamiento, algo que realza si cabe el dolor provocado y acentúa la perplejidad sobre la gratuidad de los actos salvajes cometidos por hombres sobre otros hombres (y/o mujeres por supuesto). Más allá de la violencia no hay el menor rastro de nada justificable, si quiera desde el punto de vista del propio ejecutor. Su barbarie resulta totalmente inútil incluso para sus aviesos intereses, por lo que resulta un acto a la vez inmoral y absurdo.

Es inhumano y por ello inmoral despojar de techo a una familia, pero además es absurdo creer que de ese modo va a resarcirse alguna injusticia o vaya solucionarse problema alguno relacionado con la familia desahuciada. Absurdo que llega a la cima cuando a quien se hace reo de desahucio es a un país entero desposeyéndole de sus capacidades en materia de salud, educación o cuidado de terceros. Es inhumano oponer concertinas o sistemas de vigilancia costera para impedir la llegada de inmigrantes, pero además es absurdo pensar que con éstas, y solo con estas medidas, va a resolverse la cuestión de la desigualdad geográfica que propulsa a la emigración. Es inhumano un modelo económico en el que una persona activa y trabajando no pueda acceder a los bienes básicos de comida, techo y energía, pero es absurdo creer que un modelo así de descompensado vaya a disponer del flujo de intercambios que son la base de cualquier sistema económico. 

Estamos entrando en un nuevo periodo histórico en el que con nuevas o renovadas formas de producir daño, quienes se sienten justificados para hacerlo se están poniendo manos a la  obra. Las personas insensibles frente a las concertinas de Melilla, a los desahucios exprés o programados, a las reformas de la legislación en materia de orden público, a la retirada de derechos en materia de salud,  al no reconocimiento del derecho de asilo, etc, etc, etc, quienes no ven en ello ejercicios de inhumanidad, no pueden advertir la inutilidad de sus actos.  El absurdo defendido con determinación cerril es el único resultado de tal actitud.

Si no se pone coto a esta trayectoria de ciego arbitrismo y de inútil violencia de unos seres sobre otros, será la historia quien en otra de sus hecatómbicas correcciones llevará, dejando toneladas de dolor tras de sí, a la reconducción de este inútil proceso de justificación del egoísmo y la incomprensión, camuflado de responsabilidad en aras de la pureza étnica, la verdad religiosa, o más recientemente la seguridad ciudadana o el derecho de explotación de una patente farmacéutica.          

Todo lo inhumano es absurdo