viernes. 29.03.2024

A toda acción le corresponde una reacción

A toda acción le corresponde una reacción igual pero de sentido contrario, así  redactó el gran Newton su tercera ley sobre el comportamiento mecánico en física. Para tratar este principio del movimiento hubo de observar que siempre que un cuerpo presiona en otro, éste segundo tiende a comportarse invariablemente en respuesta a esa presión con una reacción claramente perceptible en sus movimientos y que, medida de algún modo, equivale a la presión sufrida. Hasta aquí la rememoranza del bachiller. Lo que importa de este principio es que debido a su universalidad, creo que puede extenderse dicho dictado a realidades que no son estrictamente físicas.

En mi opinión, tiene valor interpretativo en contextos inmateriales como es el de la acción política. Y creo que, particularmente, la izquierda debería estar muy advertida de que está sufriendo una acción presionante que de manera natural debe desembocar en una reacción igual (o superior por acumulación de años de sobrepresión neoliberal) en breve. Sí, la izquierda o las izquierdas si se prefiere, deberían estar incubando su repuesta a los fenómenos  hecatómbicos que estamos viviendo en distintas partes del mundo, con una galopada por la banda derecha del autoritarismo apoyada en una relectura de la realidad que ya no es que se manifiesta exenta de prejuicios o sin complejos como les gusta decir, sino que directamente la inventa o la genera ad hoc basada en hechos alternativos.    

El capitalismo desregulado heredado del acuerdo de ruptura de Bretton Woods ha provocado una pérdida de orientación total en el seno del propio sistema capitalista, pues el enriquecimiento súbito y sin trabas, que siempre fue el objetivo político de la vanguardia liberal, ha dejado de ser un objetivo por haberse convertido en un hecho. Pero es un hecho dislocante que al desnortar el vuelo del capitalismo hacia sus metas histórica ha provocado un colapso tan monumental  que ya solo personajes visionarios más o menos perversos, más o menos patéticos, son capaces de postularse como conductores de este desbocado trajín. Ahora bien, como visionarios son impredecibles y cuando se desprenden de las riendas, como es el caso de Miss May, Erdogan, Trump o Duterte, la cosa resulta preocupante. La presión sobre todo aquello que resulte sospechoso de contravenir el orden emanado del amado líder va a resultar asfixiante, mujeres, migrantes y divergentes de todo tipo (climáticos, sexuales, políticos, identitarios, etc) ya atisbamos de que va la cosa.

La tercera ley de Newton trasmite un cierto positivismo (nunca mejor dicho), porque aun sabiendo que a diferencia de lo que ocurre en la naturaleza, los fenómenos culturales y políticos no responden de manera automática, el conocimiento de la historia dice que, de hecho, responden. Y la izquierda tiene ahora una oportunidad impagable para variar  su proceso de amigable acompañamiento del capitalismo, como ha venido ocurriendo en los últimos decenios, para volver a  ser la voz y la propuesta de quienes pierden en un sistema marcado por la injusticia y la desigualdad.

En Europa dicha oportunidad debería servir para la redefinición del discurso político que ha dominado a toda la izquierda. El programa político de la socialdemocracia no posee utilidad social ante lo que se avecina y su relevancia declinante no atañe más que a los cuadros gestores de una herencia administrativa que, muerta, además sufre el estigma de ser juzgada como copartícipe a título lucrativo. El enroque al que va a verse forzada Europa plantea el dilema entre opciones dinamitadoras como las de Le Pen, Urban o Wilders, o refundaciones como la propuesta paneuropea Diem25 de Varoufakis. Propuestas políticas que conjuguen la trayectoria de progreso original de Europa o su sacrificio definitivo.

En Estados Unidos y su autonombrado satélite Reino Unido, la izquierda parece que tiene otra misión, no tanto la de reordenar el discurso político sino la de activar los recursos necesarios para frenar un alocado vértigo provocado por la megalomanía dorada de Trump y la de su institutriz May que causa vergüenza ajena y propia.  UK parece narcotizado y el partido laborista acepta, ya que el brexit pasa por aquí, la imposición de un decálogo hipercapitalista que convertiría a Gran Bretaña en una especie de Singapur en el hemisferio norte. El camino de la izquierda va a ser muy duro.

Pero las mujeres, las benditas mujeres norteamericanas, han demostrado cómo se reacciona ante un ataque con una rapidez y una contundencia que sólo es posible con la voluntad y la capacidad de reacción que una acción agresiva y gratuita provoca. 

A toda acción le corresponde una reacción