martes. 16.04.2024

Ritos de separación

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Que Cataluña se va es un hecho tan incontrovertible como que Andalucía o Cantabria se van, se van de esta España ridícula, anacrónica y pestilente en la que la han convertido los pesetas del PP y por la que parece que optan lo trileros de C´s

A mi modo de ver el conglomerado separatista que reúne a personas, movimientos sociales y partidos políticos que buscan la segregación definitiva y total de Cataluña del resto del Estado, están conduciéndose siguiendo un patrón tradicional de gran eficacia. Practican el ancestral rito de separación en su versión más clásica y encuentran en el gobierno central, y adláteres, la réplica apropiada a sus intereses. 

El rito de separación busca esconder tras un número elevado y sabiamente coordinado de pequeños actos y eventos sin carga de profundidad el gran suceso que ocurrirá según fecha prefijada, y convertir en aceptable algo que una de las partes no desea. Para visualizar lo que quiero trasmitir, lo mejor es situarse en el devenir del matrimonio convencional que supone la separación de padres y madres de sus hijos e hijas con el consiguiente quebranto de la relación emocional basada en el contacto diario de los miembros de una y otra generación. La ruptura de la relación supone dolor, sobre todo para quien se queda con el vacío, pues quien se va dispone de un leitmotiv compensador, el establecer sus propia guía de vida. Es una situación de tanto estrés, indeseada por las partes pero irremediable por otro lado, que la civilización occidental  desarrolló para su minoración un rito de separación marital que va del noviazgo al altar y el abandono del hogar paterno pasando por una serie de detalles menores con la entrada de los novios en hogar ajeno, la fijación de la dote, la adquisición de ajuar y acabar con el baile nupcial de asentimiento, hilo de sucesos cuyo objetivo es limar asperezas y provocar la aceptación no traumática de la situación. Transitar por todas estas fases genera un debilitamiento de las defensas que amortigua el dolor y la indignación de fondo del asunto: te vas y no puedo impedirlo. 

El resultado de la triquiñuela puesta en práctica por los matrimonios convencionales deriva en una durabilidad muy superior a otras modalidades de ruptura de relaciones. Quizás porque desandar todo ese periplo de pequeños avances da hasta pereza, quizás por otras razones, lo cierto es que la separación intergeneracional llevada a cabo bajo la dirección sociomarital tradicional, resulta tanto más irreversible que otras formas de separación. De nuevo animo al lector a situarse en otro tipo de modelo de separación, la del o de la joven que se va de casa a compartir piso con unos amigos con o sin mediación de relación sentimental. Suele resultar una marcha súbita, pero ambigua. La inestabilidad del destino no está garantizada, pero la experiencia dice que la reversibilidad es muy alta, la mayor parte de quienes optan por este modelo de separación tienden a mantener posiciones en el hogar paterno, si es posible no abandonando definitivamente la habitación que se ocupó. Las vueltas una y mil veces al seno familiar se multiplican. La ruptura no es total y los contactos están garantizados y materializados a través del uso de la lavadora y el tupper materno. Y esto no es una broma, es una parábola, punto.

Y como en los evangelios, las parábolas tienen un sentido metafórico para guiar nuestra conducta y orientar nuestras decisiones. Que Cataluña se va es un hecho tan incontrovertible como que Andalucía o Cantabria se van, se van de esta España ridícula, anacrónica y pestilente en la que la han convertido los pesetas del PP y por la que parece que optan lo trileros de C´s.

Se van y yo con ellos, yo y millones de españoles también. La cuestión reside en el modo de hacerlo, en el ritual que queremos seguir, si uno fuerte, consolidado y de potente aseguramiento de la separación, para siempre jamás, o si optamos por una modalidad suave adaptada a las nuevas formas en que se desarrolla la vida del siglo XXI en el que el alejamiento tiene que ver con las formas pero no afecta al núcleo importante de las relaciones: la cohesión que da el mantener el cariño, el recuerdo y las ganas de volver a anidar en casa.

De momento se impone la primera elección, la separación como dios manda. No se si por decisión estratégica de unos y de otros o simplemente por no dominar otra forma de vivir, la decisión de separarse un poco para que corra el aire apunta a desastre, se impone la fórmula decimonónica de la separación radical, en la que no falta incluso la prohibición y el rapto por un lado (personificado en la aplicación del 155 y el encarcelamiento de los amigos de los novios) y la huida atropellada de la novia para convencer de la irrenunciable vocación de separación por otro. Paso a paso, con mayor protagonismo de quien ha tomado la decisión de irse, la ruptura en registro heavy que suena en Cataluña y se corea en Madrid y provincias, no va a dar ni para paellas conjuntas los domingos.

Seamos sensatos, si deseas volver a encontrarte con tus seres queridos antes de tu entierro, admite y gestiona una nueva forma de relación familiar, con hijos e hijas que optan por distanciarse de ti a su manera sin que ello suponga una hecatombe. Convierte tu casa en un lugar adaptado a las expectativas y deseos de cada cual, admite y promueve las sanas diferencias y pásalo bien con todos ¿que de qué hablo? De la república federal por supuesto, el hogar de todos donde siempre hay un cama disponible y tuppers si no se los ha llevado todos el tragaldabas de tu hermano. 

Si no deseas un alejamiento definitivo, sigue un rito de separación civilizado.

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