viernes. 29.03.2024

Me río yo de la era de la post verdad

En el acuñamiento del concepto de post verdad no hay sino un nuevo intento de disimular la responsabilidad que los medios tienen en la descalificación de la verdad si ésta no otorga beneficios

Post verdad, neologismo utilizado por los medios de comunicación para referirse a un fenómeno político marcado por un relato esquizofrénico que han alimentado y ahora, fuera de control, denominan peyorativamente de este modo, connotando perplejidad y desconfianza. El brexit inglés, la elección de Trump en USA, el autogolpe en Turquía y la condonación de la pena de inhabilitación para ejercer cargo público de los dirigentes del PP en España, forman parte, entre otros fenómenos menos globales o menos mediáticos, de esa avalancha de sucesos incoherentes que titulan en sus cabeceras y editoriales como el momento de la post verdad.

Medios, y analistas a sueldo de los medios, hablan de este momento de recreación de la realidad como de un momento dominado por la falsedad, por aquello que no es cierto, que no se corresponde con la realidad. Bueno, esto es un hecho, la mentira domina el discurso oficial, solo que olvidan que sí se corresponde con una realidad, aquella que los medios han ido generando para dar pábulo a posibilidades recónditas, imposibles, convirtiendo mentiras insidiosas en fábulas hipotéticas que pagan la nómina de cientos de cabeceras periodísticas o posicionan grupos monopolísticos de comunicación audiovisual.

Para mí  que en el acuñamiento del concepto de post verdad no hay sino un nuevo intento de disimular la responsabilidad que los medios tienen en la descalificación de la verdad si ésta no otorga beneficios. Hay quien acusa a determinados medios de tergiversación de la realidad por fines partidistas, ideológicos o sectarios, pero estos grupos, que los hay, son inocuos, no hacen daño porque sólo cultivan su rebaño. Peligrosos, dañinos y hasta devastadores responsables parcialmente de lo ocurrido recientemente, son los grupos que acogen y cacarean una posición solo porque saben que estimular el morbo  (a cualquier precio) produce beneficios ¡mercantiles, oiga!

En esto España ha dado lecciones magistrales, momentos para recordar con el tratamiento con que algunos medios retorcieron los sucesos del 11 M, convirtiendo a las víctimas y a los investigadores en sospechosos de una conjura  destinada a manchar el aura del gran inspirador de la conciencia mundial Aznar, que puso bajo su preclara dirección personal la reconducción de los asuntos del mundo que otros eran incapaces de, siquiera, imaginar.  Una patraña de tipo superhéroe que llevó al susodicho a trabajar sus abdominales para favorecer un look épico que su bigotillo desafiaba.

Dese luego que el Mundo, la COPE y otros medios adláteres habían tomado referencias de la Fox contra Clinton, o The Sun y otros tabloides británicos contra cualquier intento de confrontar a Blair con su responsabilidad y sus intereses (coincidentes con los del propietario Murdoch)  en el sector del petróleo y en la venta de armas. Pero aquí se hizo realidad lo que en UK y en USA era solo un deseo. Desafiar a la verdad, construir un argumentario  al margen de los hechos, reconstruir una realidad acorde a los deseos y justificar por tanto esa nueva realidad contrastada por los hechos diseñados para su ratificación. Es como el proceso de falsación científica de Karl Popper, pero al revés. Invento hechos que solo tienen sentido porque ratifican lo que yo creo que tú debes creer.

Y a esto lo llaman post verdad y que es una tendencia novedosa del pensamiento social que tiende a organizar sus fenómenos de acuerdo a un ideario preestablecido. Pero yo creo que esto no es ninguna novedad, que el culto a la mentira por parte de los poderosos de los medios “comprometidos” es una constante histórica  que enlaza dos poderes que por vías diferentes obtienen beneficios y ventajas de la misma tergiversación de la verdad.

Siguiendo con nuestro ejemplo nacional, en el discurso político e institucional incontestable, el artífice de la transición de la dictadura militar y policial al sistema representativo actual no fue el conjunto de la sociedad española, sino de la institución monárquica que estaba, aparentemente, tan por encima de los acontecimientos que no se podía solicitar la opinión de los españoles sobre su papel. Todo el mundo sabía (lo confiesa el mismo Suarez a Victoria Priego) que la monarquía era un mecanismo destinado a  impedir el rendimiento de cuentas por un pasado criminal de las élites franquistas y para garantizar su participación preeminente en las beneficios que la apertura social supondría para este su país. Por eso no la querían y por eso los poderes implicados  no aceptaban el principio legitimador plebiscitario.

Aparentemente la pregunta refrendaria era impropia en el contexto de una sociedad  muy expuesta, bajo vigilancia del ejército. Esta es la verdad escrita y sostenida a lo largo del tiempo.

Pero ¿qué ejercito nos tutelaba, ese compuesto de borrachines de cantina y tanques herrumbrosos? No me hagas reír por favor. Eso sí que es post verdad y no lo de Trump.

Me río yo de la era de la post verdad