jueves. 25.04.2024

A rey muerto, rey impuesto

Busque una fórmula para legitimarse al margen del apoyo de los incondicionales, no se imponga, proponga....

Otra vez, otro atropello, otro sinsentido. Otro rey impuesto con desparpajo y naturalidad ¿Pero cuando se va a dar cuenta esta gente que este país no es naturalmente monárquico? Que se enteren de una vez, que la (s) monarquía (s) en este país han sido tradicionalmente impuestas, y que cuando hay la más mínima oportunidad los ciudadanos se deshacen de sus soberanos. Que no cuela, que no nos representan, que no, que no nos gustan, que no nos interesan, que no, que no nos seducen, que no nos implican. Que no estamos dispuestos, que se nos han impuesto.

España es un país heterogéneo por muchas razones, su complejidad territorial, su anárquica historia, su desdén frente al progreso,su tremendismo, y un largo etcétera de situaciones entre las que se encuentra en primera línea la cuestión de la monarquía absoluta o en su versión seudodemocratica como monarquía parlamentaria. No voy a remontarme a fases ancestrales, ni siquiera a periodos en los que hubo que buscarse reyes en el mercado de invierno, como es el caso de Amadeo de Saboya. La relación de la población con los regentes ha sido más bien tirante. Quiero decir que los monárquicos han tirado contra cualquier forma de disidencia, han acabado mediante procedimientos expeditivos con cualquier forma de resistencia, háblese de los comuneros, de los constitucionalistas de 1812,los republicanos del 31 o los posibilistas de la transición.

Pero ellos insisten en presentarse como la fórmula natural de organizar la sociedad española. Tratan y tratan de demonizar a quienes se oponen como sujetos peligrosos bien por su condición de malditos, extremistas, utópicos irresponsables o directamente delincuentes aburridos y tendentes al alboroto asocial. Y llevan tantos años practicando la caza del antimonárquico que lo creen de veras, creen en su poder organizador y cohesionador de la sociedad cuando son todo lo contrario. Más que nunca, la monarquía en este momento es un antídoto para la regeneración de un país que ha perdido el norte y la confianza en sí mismo, la monarquía en su versión felipista es un suero que trata de aplacar el dolor producido por la incapacidad y la avaricia de la clase dominante instalada.

Pero los males endémicos de este país no van a remitir, las cuentas pendientes del siglo XIX y XX van a tener que enjugarse en el siglo XXI. La impunidad feudal del elitismo español, tan rampante hoy como en el XIX, no va a sostenerse mucho tiempo pues el efecto de la trasmisión de poder vía renta, educación y ámbito del ejercicio político diluye parte del dominio simbólico ejercido por la corona. La clase que sostiene, reclama y encumbra la monarquía es tan exigua y está tan comprometida con los errores del pasado que su discurso no puede pasar del mero vitorear sin nada que aportar. Y así no se hace un país y mucho menos se le recupera de la situación atrabiliaria en la que una banda de “mendas” le ha metido. En una situación como ésta en la que nos hallamos, sólo los fundamentales pueden acudir al rescate. Sólo los sentimientos, las pasiones y las razones de mayor profundidad pueden arrastrar para salir del cieno. Y entre ellas, majestad impuesta,usted no está.

No es nada personal, es algo que forma parte de la idiosincrasia germinada en la constatación de que la monarquía más que a sumar, tiende a restar. Que en los momentos críticos la monarquía se pone al servicio de los que pueden ganar y están dispuestos a trampear, delinquir o sabotear lo que fuerepara que así ocurra.

Lo más gracioso, y esto le compete al nuevo rey impuesto, es que el cosmopolitismo de los tiempos modernos le deja sin corte y que los poderosos ya no necesitan irremisiblemente un reino en el que campear a sus anchas, de tal suerte que llegado el caso, le abandonarán.

Medítelo, busque una fórmula para legitimarse al margen del apoyo de los incondicionales (de los apartamentos en la quinta avenida sobre todo), no se imponga, proponga. Y si no lo logra, sea deportivo, déjelo antes de que sea tarde. 

A rey muerto, rey impuesto