viernes. 29.03.2024

A propósito de similitudes 1982-2015

No es sólido un proceso modernizador que queda interrumpido para volver a la casilla de salida cada cierto tiempo...

Los medios de  comunicación se encuentran inundados de artículos y reflexiones sobre las similitudes que pueden extraerse de la primera experiencia de asalto al poder por parte del PSOE en el año 82 y lo que parece puede ocurrir con Podemos en el año próximo. Incluso hay un vídeo viral que muestra de manera muy bien trabada las concomitancias de los discursos de las dos formaciones a través de sus respectivos líderes, sintonizados por el aura de la juventud y la intuición de hallarse muy cerca de lograr sus objetivos. Las similitudes llegan a tal punto que  pueden intercambiarse las palabras de uno y otro (González e Iglesias) sin que el sentido general del discurso de cada cual varíe esencialmente.  

No se trata exclusivamente de una estratagema de los medios para atraer lectores. Hay coincidencias objetivas que justifican la comparación de ambas propuestas y circunstancias particulares de sus respectivos líderes que, por supuesto, ofrecen materia a un cierto periodismo banal. Las referencias a la juventud, la entrega, la ilusión, el cambio en el estilo, etc. dan juego para rellenar páginas y pantallas sobre paralelismos. En ese sentido queda la cuestión del tratamiento periodístico justificada. Pero la reflexión no puede acabar aquí, más bien creo que comienza. En mi opinión bajo esta andanada de información y contraste de posturas en el año 82 y PSOE con lo que sugiere el 15 y Podemos, se produce con una intencionalidad oculta, con una finalidad que trasciende la mera comparación de dos momentos históricos más o menos conectados.

La multiplicación de referencias en los medios a las coincidencias entre una y otra situación tiene por objetivo final el tranquilizar  a algunos, despejar miedos en todos  y desterrar el horror al vacío que se asocia a propuestas rupturistas; el señalar finalmente que la cosa no es para tanto, que ya ha ocurrido otras veces y no pasa nada. Y eso sí que da miedo, que no pase nada, eso sí que preocupa, tanto que esa es la similitud que me gustaría impedir se estableciese entre una y otra situación en el futuro. Porque si las aspiraciones de cambio y regeneración que sostienen a Podemos en el 15 son comparables a las del PSOE en el 82, eso quiere decir que hemos consumido 33 años de ejercicio de democracia sin que sustancialmente las cosas hayan cambiado. Y me gustaría poder decir que no ha sido así.

Pero lo cierto es que muy pocas cosas han cambiado, nuestra sociedad siguen siendo desigualitaria y la cohesión social proviene de las estructuras ancestrales agrarias, la familia y la comunidad próxima como siempre. Las clases sociales y la pertenencia a ellas han estado vinculadas al modelo de consumo, no a la expectativa ni a la iniciativa que se le supone a una sociedad que revoluciona su apuesta política.  El valor simbólico de la religión ha remitido, pero el poder fáctico de la Iglesia se ha incrementado.

Podríamos seguir, pero nos llevaría a otro artículo sobre similitudes 82-15 que quiero evitar porque tengo la impresión de que son reflexiones que actúan como elementos de freno, como inhibidores de la catarsis que parece necesitar la sociedad española para poder poner en marcha políticas que además de cumplir objetivos modernizadores, sobre todo desarrollen propuestas finalistas irreversibles. No es admisible un juego político en el que cada cuatro años se establezca una nueva reforma educativa o que reparta los sitiales de las instituciones de control en justicia o cuentas como si fuera un reparto de dividendos. Esto debe quedar resuelto por medio de una acción política y social que deje sin espacio a la reacción.  

Si el 15 quiere diferenciarse del 82 necesita que su propuesta llegue a las raíces y no sólo a las hojas de la democracia. Necesita que su ideario impregne todo espacio público y por ende redefina las instituciones, sus formatos, sus objetivos y su modus operandi (selección de personas, procedimientos, restricciones, contrapoderes, órganos de control, etc).

No es sólido un proceso modernizador que queda interrumpido para volver a la casilla de salida cada cierto tiempo. No puede repetirse el que tras años de civilidad y educación ciudadana destinada a colectivos críticos como son las fuerzas del orden, aparezca un meapilas que convierte el ministerio del interior en un monasterio donde se expían las culpas de un embrutecimiento sin cuento de la gente que porta uniforme y armas. No puede repetirse la figura del fiscal defensor de los encausados, no puede repetirse la broma de un gobierno regenerador que destripa sus ordenadores bajo sospecha a martillazos.

No puede repetirse un modelo económico basado en la explotación de los más por unos pocos beneficiarios de rango, prebendas o amigos. 

A propósito de similitudes 1982-2015