sábado. 20.04.2024

Las políticas culturales son determinantes

Hemos iniciado la campaña electoral, ni más ni menos. Es una fase ilusionante por un lado, pero terriblemente tediosa por otro.

Hemos iniciado la campaña electoral, ni más ni menos. Es una fase ilusionante por un lado, pero terriblemente tediosa por otro. Lo que provoca ilusión es que todos tenemos puestas nuestras esperanzas en que las cosas puedan mejorar y que lo hagan respetando lo que consideramos es el norte de la evolución social al que se debe aspirar en el contexto de España en Europa en el siglo XXI. El tedio proviene de la comprobación de que la literatura política y la oratoria de sus líderes  se ha convertido en un conjunto abstracto de mensajes intercambiables entre las distintas formaciones que hace difícil, casi inútil, el tratar de discernir las diferencias de unas u otras opciones. La comparación cualitativa para baremar entre unos y otros se disuelve tras la entrada en juego de los expertos en comunicación de masas (excepción hecha de los realizadores de videos en ambientes hospitalarios, por redundantes)

Pero en todos los programas siempre hay una (o unas pocas) líneas de acción política que son determinantes pues es en torno a ellas que se aprecia realmente el sentido y la oportunidad política del grupo que está detrás. Esas pocas cuestiones son las que, a mi entender, permiten analizar si las propuestas tienen un sentido profundo de transformación o se trata tan solo de mensajería comercial destinada a cambiar nuestro gusto, nuestra pauta de consumo político.

El tratamiento y la importancia dada a las políticas de cultura en los programas con que los partidos nos van a convocar para las próximas elecciones son parte fundamental  de ese conjunto de medidas que permite analizar si un grupo político está de verdad interesado en un proceso de transformación social o tan solo lo parece. El pasado reciente de las políticas culturales concebidas para minimizar el impacto de la cultura en la sociedad  ya convierte la cuestión en un hito, algo sobre lo que hay que posicionarse por tanto, pero no se trata sólo de esto, es algo mucho más importante que queremos exponer al lector para que actúe ojo avizor ante la avalancha de mensajes que va a recibir en las próximas semanas.

La cultura juega un papel determinante en el desarrollo de toda sociedad porque es su efervescencia la que induce el pluralismo y la diversidad característica de las sociedades avanzadas. El impacto de la cultura en el desarrollo social tiene una doble penetración, por un lado promueve la riqueza moral y por otro multiplica la riqueza económica. Ambas constituyen los pilares de las sociedades dignas del siglo XXI.

El activismo cultural convierte la producción artística (cine, pintura, literatura, música, teatro, etc) y la revisión de las tradiciones (urbanismo, educación, expresividad, fiestas, liturgias, modelos, pautas de conducta, etc) en una amalgama de nuevas propuestas de vida que sostienen el desarrollo de los derechos civiles. Y es la evolución de los derechos civiles lo que está en la base del progreso social, al menos desde el siglo XVIII. Diversidad civil y desarrollo institucional es un logro social de la modernidad debido al avance de la cultura.

No le cabe duda a nadie, excepto quizás al exministro Wert, que la riqueza material de toda sociedad está ligada a su capacidad de innovación. Durante mucho tiempo se identificó la innovación con la renovación tecnológica. Esto es algo que ya solo comparte el ministro Soria, pues la renovación tecnológica es solo una parte de la innovación, habiéndose  generado un amplio consenso en torno a que es la creatividad lo que realmente subyace en el verdadero proceso innovador. La creatividad no sustituye al desarrollo tecnológico, pero si lo arrastra y lo guía. ¡Sorpresa! la creatividad es la especialidad productiva del mundo de la cultura, es su  motivación y su principal aportación. Es la producción cultural lo que promueve y mejora la creatividad necesaria para poner en marcha un proceso innovador verdaderamente enriquecedor.

Así es que la cultura, y las políticas de promoción y sostén de la misma, poseen la clave para impulsar el desarrollo moral de una sociedad y también su riqueza material. En qué estamos pensando en un país que ha visto nacer a Cervantes, a Goya, a Buñuel, a Calderon, a Giner de los Ríos, a tantos que resulta de mala educación hacer listados. Un país reconocido por sus artistas y valorado por su aportación a la cultura global de la Humanidad no puede tirar por la borda ese activo. En primer lugar porque resulta un delito similar al de volar edificios históricos como hace el ISIS y segundo porque careciendo de otros activos, la practica cultural puede neutralizar nuestras deficiencias  para impulsar el proceso de innovación que merecemos.

Por tanto recomiendo comenzar y terminar la lectura de los programas electorales para la convocatoria del 20D atendiendo a las propuestas en políticas de promoción de la actividad cultural. Aclaran mucho el compromiso con el desarrollo social de cada uno de los partidos. 

Las políticas culturales son determinantes