viernes. 26.04.2024

Pobres animalitos

En el pueblo en que me crié corría una anécdota convertida en leyenda urbana según la cual, “el Eusebio”, el más...

En el pueblo en que me crié corría una anécdota convertida en leyenda urbana según la cual, “el Eusebio”, el más bruto del pueblo fue sorprendido golpeando a un animal de granja al que su madre había identificado como cena de la noche. Eusebio, garrote en mano, golpeaba al animal y a cada sacudida le seguía una exhalación compasiva: ¡Animalito! Decía, pero no cejaba.

“El Eusebio” y su conmiseración para con los animales quedó convertida para mí y para muchos de los vecinos del pueblo en la imagen de la brutalidad indulgente consigo misma, pero implacable con conejos, gallinas o lo que se tercie.

¿Por qué recuerdo esta anécdota? Porque lo que nos está ocurriendo en estos momentos a los españoles (y a otros europeos) es que nos hallamos, como el conejo marcado por la madre del Eusebio, en manos de un bestia que nos tunda y luego manifiesta su dolor, compasión y propósito de enmienda, pero en el futuro. Cada vez que oigo a un ministro, consejero o concejal plantearnos dolorosas medidas, totalmente necesarias para salir de esta horrible situación que ya está empezando a remitir, suena en mi cabeza la estentórea voz de mi vecino diciendo ¡Animalito! Y zasca, un nuevo garrotazo al canto.

Puede que yo me encuentre particularmente sensibilizado y que la cosa no sea para tanto, pero la sacudida que ha recibido la mayor parte de la población española (y gran parte de la europea insisto) a mí se me antoja acto previo a la cena de los que cenan. Reducir, o deflactar si se prefiere, los salarios, eliminar servicios o torpedear la base legal para el acceso a muchos de ellos como la sanidad universal o el recurso a la justicia, es a mi modo de ver un arma tan contundente como el garrote del Eusebio. Las declaraciones explicativas del tipo: esto era totalmente necesario, hemos tocado fondo y ya se percibe una tendencia nueva en la dirección acertada, o las estadísticas nos dicen que la recuperación está en marcha, y algunas otras del mismo tono, a mí me suenan a las exclamaciones piadosas de mi querido Eusebio.

Pero del mismo modo que él, no van a cejar, van a seguir dándonos con la tranca hasta ser servidos como alimento necesario para los mercados y de quienes los dominan. Tras las palabras redentoras de la desolación producida, tras la conmiseración implícita en la comprensión del dolor (necesario) infligido, no hay una sola acción que vaya orientada a cambiar esta situación, a la conversión al vegetarianismo de los poderosos. Muy al contrario, lo que se perciben son garrotazos y más garrotazos:

1.- Intensificación de políticas austericidas, con refuerzos adicionales mediante la participación en su diseño de partidos políticos de origen socialdemócrata como ocurre en Italia y Francia.

2.- Disolución de las medidas profilácticas de control de los mercados financieros. Adiós a la unión bancaria, hasta luego tasa Tobin.

3.- Coacción personal, limitaciones a los movimientos de las personas, acceso legal a sus aparatos reproductores (leyes regulatorias de la concepción y de su interrupción), educación no instructiva sino constructiva (Leyes Wert o sistemas duales).

4.- Acuerdos comerciales fuera del escrutinio público. El acuerdo de libre comercio con EEUU es una coartada para desmontar los mecanismos de aseguramiento sanitario, medioambiental y de ética laboral que quedan en pie en Europa.

5.- Políticas fiscales desequilibradas en favor de las rentas altas que se acrecientan con una innoble presencia de mecanismos penalizadores de las pequeñas faltas y amnistías y paraísos fiscales para grandes fortunas.

Dejad en paz al conejo, comed hierba como hago yo (dicen los conejos) ¡¡¡ Pobres animalitos!!!

Pobres animalitos